jueves, 16 de enero de 2014

Los Nuevos Dioses

Amaneció brumoso,  la neblina bajó hasta los patios de las casas y cubrió a los animales, el Vale despertó temprano como era su costumbre, desayuno frugal, un simulacro de baño y una rápida planchada a la túnica, la misa era a las siete. Llenó la pila de agua bendita con agua del grifo y se santiguo tres veces, revisó el número de hostias en el copón y se comió tres, sobraban para la comulgación; dio cuenta de un sorbo del vino para consagrar y mientras abría la puerta de la iglesia escuchó el canto de los gallos, tres veces, como Pedro hace dos mil años. Concepción apareció al cuarto para la siete con un atado bajo el brazo, por el olor, el Vale adivinó memelas de frijol y manteca y una pieza de pan.
-El Desayuno del Padre, se viene en ayunas el pobre.
-¿Y para mi?, aunque sea una coca.
-Dile a Fega, esa es la que te atiende.
Era verdad, Fega no había llegado, para esa hora debía estar ya en la sacristía y con el dinero de las limosnas debidamente ordenado en billetes y monedas, al Padre no le gustaba el desorden.
-¿Y qué esperas? Suena la campana, se habrá desvelado, ayer la vi en la Soledad hablando con las rezadoras para que vinieran.
-Esas no van a venir, ya las tiene hasta la madre el Padre, dicen que cobra hasta por dar la bendición.
-Si vienen, les prometió la mitad de las limosnas de hoy.
El Vale  se apresuró a sonar la campana y a prender el sonido, ya eran cinco para las siete y nadie del pueblo llegaba, aquello era anormal, generalmente a la misa de siete asistía la mitad del pueblo y la iglesia se llenaba desde las seis y media; desde el campanario vio venir un grupo nutrido de señoras tapadas por sus rebozos y agitando las manos, gritó lo más fuerte que pudo.
-¡Concha! Viene doña Emilia con todas las rezadoras.
-Chingale, ya se enteró. Desgraciada Fega, por eso no ha llegado.
El Vale bajo del campanario y corrió hasta donde estaba Concepción que ya se tronaba los dedos de los nervios, ambos observaron entrar al grupo de mujeres por el atrio de la iglesia con doña Emilia a la cabeza, los señalaron, señalaron hacia la calle y al unísono como si hubieran ensayado la puesta en escena levantaron el puño en señal de reto, doña Emilia llegó hasta donde estaban y descompuesta por la furia les gritó.
-Pinche Valeriano, ¿Dónde está el cabrón del Padre? ¿Y Fega?
-No han llegado.
-No te hagas pendejo, dile que salga, dile que ya sabemos todo y que no lo vamos a permitir.
- Que no ha llegado doña Emilia, mire usted ya son las siete y ni gente ni misa, el padre no está.
-Par de cabrones y la otra también, Regina diles, diles que ya sabemos todo.
-No se vale, no chinguen, ¿de dónde se le ocurren al Padre esas cosas? Si ya le dijimos, que está bien que cobre las misas, que está bien que él quiera supervisar los trabajos de la iglesia, que está bien que lo que manden los paisanos del norte lo administre Fega para las mejoras y los gastos, pero hasta ahí, son chingaderas Vale, con las creencias de la gente no se metan, ¿fue Fega verdad?, ella le dijo,  nunca nos ha querido y esta era su oportunidad.
-Doña Regina yo no sé nada, yo aquí como ve, abro, cierro, toco la campana y preparo lo de la misa, nada más, ni sueldo me pagan.
-¡Ay Dios! Ampáranos,  Valeriano y tu camioneta nueva apareció nomás de seguro, o   el Sky te lo regalan.
-A ver señoras ya dijo el Vale que no está el Padre ¿qué más se les ofrece?
-Tu cállate Concha, si andas ahí de arrastrada, como el marido está en el norte, andas viendo si el Padre te hace el favor,  no creas que no sabemos,  si hasta su ropa le lavas y le das de comer, bueno pa acabar ya sabemos que eres su mujer.
-Doña Emilia no haga chismes, yo sólo me acomido a ayudar a la iglesia.
-Pendeja, si ayudaras a la iglesia estarías con nosotras, de dónde saca el Padre que se va a cerrar esta iglesia y se va a llevar las fiestas a la de abajo, qué no sabe que la virgen siempre ha estado aquí arriba y es la patrona del pueblo, qué no sabe que la gente es muy devota y no va a permitir semejante atropello.
- Señoras, aquí Concepción y yo no podemos decirles nada, porque nada sabemos, por qué no esperan al Padre y le dicen lo que piensan, aunque dudo que venga, ya son las siete y media y no parece que vaya a venir.
-Aquí esperamos gracias.
Concepción y el Vale se retiraron hacia la sacristía, aquello era insostenible, una cosa era aguantar las groserías de doña Emilia y su gente, otra sería si iban con el chisme a todo el pueblo y se enteraban los del norte, urgía que llegara el Padre y arreglara todo, o que al menos calmara a las señoras. Fega entró por la puerta trasera, apurada y recién bañada, miró a Concepción y al Vale a los ojos y solucionó todo en una frase.
-Ya llegó el Padre.
-Dónde está, doña Emilia esta allá afuera con las rezadoras y ya se enteró que quieren cerrar esta iglesia y que todo sea en la de abajo, están bien encabronadas, dicen que le van a decir a todo el pueblo.
-Cállate Concha, ahorita las apacigua, les va a ofrecer la navidad de este año, y que se queden con lo que se recabe de limosnas y de cooperación de la fiesta del pueblo, después nos las chingamos y tu Vale repica las campanas.
-¿Va a haber misa?
-A huevo.
-¡Bendito Dios! Ya me había preocupado.

Raziel Jacobo Correa Alvarado
México D.F.  2014