lunes, 16 de noviembre de 2015

Editorial



Historias de Barrio

El terremoto de 1985 no solo movió el eje cósmico de la Ciudad de México, también sacudió la conciencia de la ciudadanía y modificó el mapa de la ciudad y sus alrededores. Cayó media ciudad, murieron más de 10 mil personas y desplazó a miles más. Los que hacemos Desencuentros (cuando nos da por escribir) crecimos en una unidad habitacional de Atizapan, Estado de México, llamada Torres 8, que se construyó más o menos por esas fechas, nuestros padres huyeron de la ciudad destruida y abarrotada de gente, junto con miles de damnificados y muchos otros que ya no cabíamos en el De Efe. Se instalaron en lo que en ese entonces era aún la periferia, territorio a la mitad entre arrabal y suburbio gringo, y que tenía al periférico como frontera y puente de salida. Por eso crecimos entre damnificados que temían a la ciudad de México y pretendían reconstruir su vida entre terrenos baldíos y flamantes unidades habitacionales, nos contagiaron su recelo y dábamos la espalda a los edificios de Reforma, mirábamos desconfiados eso que nuestros padres llamaban El Centro. Vivimos  en otra ciudad, o mejor decir, vivimos alrededor de la ciudad.  Generamos una especie de identidad que no era ni mexiquense ni chilanga. Los de Toluca nos decían chilangos y los chilangos “gente de más allá de ciudad Satélite” o “satelucos”, que son términos incorrectos, tampoco nos sentíamos identificados con la gente del pueblo original de Atizapan a las que arruinamos su paz. Torres 8 – o Las Towers como les decíamos de cariño- se convirtieron en nuestro Estado e identidad, asumimos el gentilicio de towereños. En Torres 8 nacieron nuestros hermanos menores, nos enamoramos y nos agarramos a golpes por primera vez, aprendimos a andar en bicicleta y jugar fútbol, tejimos amistades y enemistades que hoy perduran, conocimos la carrilla el alcohol y las drogas, contemplamos la decadencia de varios amigos y el embarazo de varias amigas, es decir crecimos y ya no hayamos qué hacer ahí. Hoy 30 años después que la ciudad se destruye por otras razones, le perdimos el miedo al De Efe y emprendimos el éxodo a la inversa de nuestros padres, como tanta gente de la periferia harta de pasar 6 horas al día en microbús, pero no podemos evitar la nostalgia, por eso a modo de homenaje queremos compartir con ustedes las historias que más nos gustan de Torres 8 y los invitamos a que nos cuenten sobre el barrio, la colonia o el lugar que los vio crecer o al que más cariño le tengan. Colaboren. 

Ha sucedido un robo

Mi padre utilizó el tono solemne de las noticias serias, mientras almorzábamos en la mesa grande de la casa del pueblo tiró la bomba que cambiaría mi niñez para siempre. Yo supe al instante que la noticia me incumbía, cuando uno se siente culpable por algo, sabe que la culpa lo persigue hasta encontrarlo y soltarle la verdad en la cara. Así que efectivamente, en la unidad donde vivíamos  se había cometido un robo, mi padre soltó la información de a poco, mientras mi hermano, mi abuela, mi madre y yo escuchábamos atentos y compungidos (mi hermano me miraba con reproche a cada tanto), al parecer unos cuantos niños, hijos de los vecinos, se habían hecho con las llaves de un departamento del “A” (nuestro edificio) y habían perpetrado el robo más significativo y escandaloso en 15 años de vida comunal. Erick, Fabián y León habían robado la casa de los Valdés y se llevaron una televisión, un supernintendo,  un decodificador de tv por cable y una videocasetera. De momento no estaba claro cómo los habían descubierto, pero mi padre había actuado rápido y sacó a mi hermano a las volandas de la casa y lo había traído con nosotros a pasar las vacaciones de verano en el pueblo. Todo indicaba que alguno de los implicados lo mencionaba como cómplice y los judiciales que seguían el caso lo buscaban. Me atraganté con el pan, yo sabía que él no era culpable, nos miramos cómplices, aunque en su mirada advertí un dejo de reclamo y enojo.  No se sabía que había pasado con los otros, salvo que salieron del edificio con las manos en alto como si de criminales se tratara y  toda la unidad los miró por sus ventanas mientras eran escoltados a la patrulla, al parecer los padres de todos actuaron rápido y parecía que el asunto se había arreglado fuera de la ley. Yo no cabía en mí de vergüenza, además de saber que mi hermano era inocente, sabía que el culpable y cómplice era yo. Meses atrás mi amigo Rodrigo había encontrado las llaves de un departamento y nos habíamos dedicado a probar suerte en cada una de las puertas del edificio, de ahí a elucubrar un plan de extracción fue sencillo, bastó con contárselo a Fabián y él en un santiamén tuvo la solución: vigilamos, cuando salgan todos nos metemos y vemos que sacamos. El primer día sólo obtuvimos unos pepsilindros (bastante viejos por cierto), unas tarjetas de jugadores de fútbol americano y un par de juguetes. Fabián le comentó a Erick, Erick a León y de pronto ya éramos cinco en el secreto. Los planes continuaron, debía haber algo de valor que pudiéramos capitalizar y que probara nuestra destreza y hombría. Los pequeños alegamos demasiada planeación, los grandes alegaban que toda precaución era poca (grandes ladrones para ser primerizos), y entre una y otra cosa se llegaron las vacaciones, y al menos para mí se perdió el interés. Jamás pensé que llevarían adelante el plan maestro, robar los electrodomésticos e intentar venderlos en un mercado cercano, después repartir el dinero entre todos. Me apuraba estar a solas con mi hermano, me parecía que la otra parte de la historia estaba en su poder y tenía muchas dudas, ¿quién los descubrió?, ¿por qué no figurábamos Rodrigo y yo en la lista de culpables?, ¿por qué él sí? ,  ¿por qué judiciales?, ¿cómo sabía mi papá la lista exacta de cosas robadas? El tema tendría que esperar, en ese momento mis padres le soltaban un regaño fuerte y él sólo me miraba con esos ojos que ponía cuando me quería pegar. Todo era especulación y nervios en la antesala de ser llamado para recibir mi porción de regaño y llamada de atención, no sucedió, mi hermano murió solo en la trinchera y se llevó la reprimenda estoico, entero y con espíritu guerrillero sin culpar a nadie.  Al fin nos quedamos solos y yo manojo de nervios soltaba preguntas al por mayor.
-Ya dime ¿quién rajó?, ¿quién los vio?, ¿por qué te culpan a ti?, ¿quién le dijo a mi papá? Le solté sin esperar respuesta.
- Pinche Timón (mi apodo del barrio), te pasaste, tú si te metiste y te salvaste, esos pendejos me querían meter a mí también porque el día del robo me fueron a pedir unas calcetas para ponerse de guantes y no dejar huellas dactilares.
- ¿Y quién rajo?
- La Picas.
-¿La hermana del Fabián?
- Si, ella vio cuando entro a su casa con la tele a esconderla, cuando el Omar preguntó en la cancha si alguien había visto algo raro, ella le dijo que su hermano tenía una tele que no era de ellos, una Brokzonic.
-No mames ¿y luego?
-Pues que el Omar les dijo a sus papás y se hizo un desmadre, al parecer los judiciales nomás cayeron a espantar y el Erick, el León y el Fabián fueron a dar a los separos de Atizapán, pero sus papás los sacaron y se los llevaron. El León se fue con su abuelita, el Erick a Vistahermosa con unas tías, el Fabián  a Azcapotzalco. Parece que regresaran hasta que acabe el año escolar.
- ¿Y nosotros?
-Pendejo, pues aquí, hasta que acaben las vacaciones. A ver qué chingados pasa.
-Menos mal, estaba preocupado.
-Pendejo.
Mi hermano se alejó molesto y yo con la boca abierta no alcanzaba a entender, la habíamos librado en los mejores términos, con sólo un regaño y nada de implicaciones serias, por supuesto la vergüenza se había esfumado y yo pensaba en como terminar las vacaciones de la mejor manera posible,  me asaltaban más dudas, pero sabía que después del regaño sería difícil obtener más información. Al final del día antes de dormir me acerque y solté la duda que más me atormentaba:

-Oye wey y ¿vendieron algo?
-No mames, ahora hasta deben más de lo que se robaron, los Valdés dicen que se robaron un millón y unas joyas.
-Madres, yo que iba a reclamar mi parte. 


Raziel Jacobo Correa Alvarado
México D.F.

martes, 10 de noviembre de 2015

Se acabó el baile

Sotero ya no baila. Perdió la alegría con la pobreza, la pobreza que no lo deja y le  quita las fuerzas y las ganas. Ya no usa zapatos de dos colores, ya perdió el ritmo que lo hizo legendario, ya se le borró la sonrisa pícara del rostro. Suena el mambo y él como si no escuchara, suena el merengue y él hace caso omiso de las muchachas que le bailan enfrente atraídas por su fama, suena el son y él apura el trago que alguien le hizo la caridad de obsequiar, ya ni para eso le alcanza. Sotero perdió el ánima, hasta eso vendió con tal de sacar para comer, bailarín de fama, digamos internacional, siendo sensatos fama de barrio, no había muchacha que se rehusara a su andar pausado y movimiento sugerente, la cadencia de las caderas que anunciaba el colmillo, la experiencia, la sapiencia, el ritmo por dentro, éste si sabía bailar. Ataviado a la vieja usanza, traje de tres piezas color hueso, corbatín de seda, zapatos de dos colores, como el cara’e foca dice él, y sombrero Panamá, recorre sus antiguos dominios recordando las viejas glorias, aquí bailó con la Carmen, allá le sacó chispas a la tarima, más allá la gente se subió a las sillas para verlo bailar. Leyenda viviente se pasea por los bailes anunciando su regreso, para cuando las cosas mejoren, para cuando la pinche jodidez le otorgue tregua y regrese de nuevo la felicidad, que difícil es sonreir cuando no se tiene nada en la panza. La cadencia lo abandona, ahora su caminar es arrastrado, como acentuando la miseria, suena la música a su paso y él le hace desdén, como si estuviera sordo, como si no sintiera nada. Vive de milagro, arañándole y encontrándole resquicios a la miseria, que si un pan puede durar una semana, pues debe durar, que si aquél bailarín antes recogía billetes del suelo en honor a la maestría de su ejecución, hoy los recoge cuando alguien le hace la caridad. Y quién lo vio dice que era cosa de admirar, preciosismo en el bailar, arte en el movimiento, dos o tres muchachas a su alrededor, él combinando los pasos con cadencia y precisión, no se le iba un tiempo, las vueltas magistrales, los cambios exactos, el maestro sonidero lo veía llegar y dejaba escapar por las bocinas sus mejores piezas, vallenatos, cumbias, sones, merengues, porros, y cha cha chas lucían más con su afamado y rítmico paso. Hoy esta jodido y no se ve por donde regrese la felicidad, pareciera que en lugar de avanzar, se acentúa cada vez más la escasez, poco falta para que empeñe el traje y el sombrero, que los zapatos son una piltrafa de tanto caminar. Que cosa es la realidad, acomoda a todos en su lugar, Sotero pierde la arrogancia y la soberbia, ya no rechaza a quien le hable, ya no ignora a quien reconoce su fama, es más, le pide a Dios que por favor alguien, si quiera lo mire, cuando se dedica a mendigar. Pobre, esta pobre y uno recuerda cuando era la sensación del personal, cuando todos íbamos a verlo bailar y a convidarle un trago para compartir la fama, cuando nos pegábamos como lapas para agarrar a las parejas que solía rechazar. Camina como muerto, ya parece más su sombra y luego la mira y la mira, como que se ve más robusta, como que le pregunta de donde saca ella pa tragar. Parece fantasma, abandonado por la felicidad, uno más que recorre las calles de esta ciudad, ese Sotero Palmar orgullo del barrio y la nación, cuando la gente lo ve pasar con la tristeza en la mirada y su arrastrado caminar siempre se pregunta ¿y ese? Y si alguno lo conoce, inmediatamente contesta, ese ya no sabe bailar.

Raziel Jacobo Correa Alvarado
México D.F.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Noche para sanar




De todo lo que siempre quise conservar

sólo quedan trozos que he pateado al andar

y no lo sabes porque tus pies nunca tocan el suelo.

“El desastre”, Mauricio Riveros

 

La luna no necesita más que un charco a media banqueta donde reflejarse, me persigue, igual se cubre el descaro tras una nube negra. Un paso esparce el espejo y me lo llevo escurriendo por la bota. Aunque la noche no llegue a su fin, por lo menos no hay doble luna.

Deja de llover. Basta con quince minutos, tres cuadras y dos lámparas fundidas para llegar a casa. Las once de la noche, mala hora para andar por la calle. Treinta años, muchos para seguir sola. Y un departamento lleno de fotos vacías. Quizá antes de llegar, en la segunda lámpara sin luz, aparezcas como hace un par de años, tomes mi mano y digas que piensas en mí, que recuerdas mi voz llamándote y que cada mañana respiras muy hondo tratando de sacar mi aroma de las sábanas. Otra vez estoy llorando por ti.

Doy vuelta en la esquina, no quiero que alguien me vea, camino más rápido. Todos dicen que en esta calle se encuentra la muerte. El barrio es peligroso pero de vez en cuando paso por aquí; en noches como ésta que el frío de mi cama arde tanto que es preferible caminar tres cuadras, hasta la tienda, por un café soluble y la esperanza de que vuelvas a tu antigua casa.

En aquel tiempo la lámpara tenía luz y en una noche de marzo abriste la puerta, me preguntaste la hora y si podía salir a bailar salsa en ese mismo instante. No recuerdo una forma mejor de iniciar un romance. Quién se iba a negar con esa nariz griega perfilando al hombre perfecto. Después de cinco años de estrellas en mi mano, de encontrar más que el mejor sexo que he conocido y salvar mi aliento en tu aroma, te fuiste sin explicación, sólo dijiste: se acabó. No te pregunté nada, no era necesario, al momento que te despedías lo entendí.

Camino por el primer foco fundido, casi no se ve nada. Imagino que desde un cuarto piso esta parte se ve como el hueco del diente perdido de una calavera.

 Al salir de la oscuridad, comienza a llover. Falta media cuadra para pasar por tu antigua casa. Un viejo sale a dejar bolsas de basura, se me queda viendo, su cuerpo hace una curva perfecta de la cabeza a la cadera —Debes de estar loca niña, esta zona es peligrosa. Lo ignoro, pero camino más rápido. Por lo visto cambió mucho el barrio desde aquellos días en los que bailábamos salsa.

Veo la oscuridad que rige la puerta de tu casa. Suspiro, y por primera vez en la noche, el fresco y el olor a tierra mojada me hacen bien, es un descanso. Piso otro charco, sin luna, éste se concentra en contener la mugre de la ciudad. La lluvia arrecia, se convierte en una sutil cortina fría, penetra hasta mojar mi ropa interior. Esta parte del camino es escabrosa, hay un callejón a un lado de la casa. El miedo me abriga.

En la oscuridad se dibuja una silueta en la puerta de tu casa; de pronto, del callejón sale un estruendoso ruido, como latas y vidrios estrellándose en el suelo. El aliento me abandona por un minuto. Mi cuerpo tirita, no puedo caminar, cierro los ojos, esta vez no lloro por ti, tengo miedo, voy a morir.

Pasa un instante que parece eterno, un automóvil, a toda velocidad, me moja el rostro con agua encharcada. Abro los ojos, la silueta desaparece de la puerta. Volteo al callejón, muy apenas se ven unos ojos azules desde el piso, es un gato pequeño, negro con guantes blancos. Sonrió, es el alivio más delicioso que he tenido después de una tortura. Michito, michito. Tomo al gatito. No hay una forma mejor de encontrar un compañero.  
 
 
 
 
Tania Plata
Durango.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Feliz cumpleaños


Era la primera vez que salía del país. Lo admito, en el fondo lo hice por salir huyendo de Dulio, no me gustó que regresara con pareja y a punto de tener un hijo, si pensaba tener familia se hubiera establecido en cualquiera de los múltiples y extraordinarios lugares donde había vivido ¿para qué regresar al antiguo barrio donde creció? Donde sólo nos quedamos gente común y corriente, gente que no se aventuró, como él a conocer el mundo.

Por eso hice ese viaje, para huir de Dulio, de mi casa, de mi trabajo incluso de mi. Recuerdo que cada cumpleaños decía que lo celebraría yendome de viaje a algún lado pero nunca lo hice, hasta ese día; en realidad me daba miedo y usaba el pretexto del dinero para no hacerlo, cosa que solucioné rápido aquella vez, ese viaje costó mi carro y bien valdría la pena volverlo a vender. La primer parada fue San José de Costa Rica; los miedos se disiparon después de tomar mis 2 primeras imperiales. La rutinas y asuntos pendientes que tenía en casa se iban olvidando, incluso Dulio y no es que no extrañara mi hogar, claro que lo hacía, más los tacos de la calle de arriba, pues el gallo pinto no fue de mis comidas favoritas, pero a pesar de todo, encajaba perfecto allá afuera, lejos de mi barrio y  mi zona de confort.

A mi regreso, el mundo seguía igual, pero yo ya no tanto. El bebé de Dulio había nacido y con frecuencia me lo encontraba paseando con su familia en la calle, los saludaba cortésmente y a veces hasta cargaba al bebé; Claudia siempre fue muy linda conmigo pero hubo un tiempo en que la notaba seria, después me enteré que tenía problemas con Dulio, era de esperarse, conocía muy bien a mi viejo amigo y esa vida de responsable no era para él. Muchas veces llegó a mi casa a tomarse unas cervezas huyendo del estrés y cuando eso sucedía era como si nunca hubiera pasado el tiempo, seguíamos siendo dos felices adolescentes de 17 años y nada importaba más que él y yo. En ese entonces pensaba que la vida era injusta, que Dulio y yo éramos el uno para el otro y que jamás encontraría a alguien con quien me llevara así, que fuera mi amigo, cómplice y confidente;  maldije muchas veces al tiempo por no jugar a mi favor, por no haber visto antes que Dulio era con quién quería estar toda la vida y sé muy bien que él también se hacía las mismas preguntas que; lo notaba en cómo me miraba y en su forma de siempre buscar mi compañía; pero tampoco podía engañarme, también veía la forma en que miraba a su bebé y en la que tomaba a Claudia de la mano. En definitiva por donde lo viera, lo mío con Dulio estaba jodido, por eso acepté andar con Luis, no voy a negar que me gustaba mucho, ¿a quién no va a gustarle un hombre atractivo, caballeroso y con coche del año?, Luis era el sueño de muchas, tenía un trabajo estable y todos los días me llevaba y me traía del trabajo causando la envidia en las vecinas y los celos de Dulio que en varias ocasiones nos vio llegando.

Cuando me fui de viaje, muchas personas me pronosticaron que encontraría al amor de mi vida, en realidad nunca tuve tiempo, siempre estuve haciendo algo, nadando, corriendo o tomando cerveza, "la Toña" de Nicaragua fue mi favorita; ahí fue la segunda parada y fue ahí donde por un breve lapso tuve presente a Dulio. Habíamos subido a las faldas de uno de los volcanes de la isla de Ometepec, mi condición física no era la mejor pero logré subir; todo se ve mas bonito desde arriba de un volcán incluso el hecho de que Dulio no estaría conmigo nunca, decidí dejar su recuerdo y aceptar las cosas tal cual son, incluso sonreí y me prometí ver a Dulio como lo que es, sólo un viejo amigo, promesa que es difícil cumplir cuando a mi regreso me lo topo en cada esquina y él me busca en cada oportunidad de desahogo que tiene, y aunque quise apoyarme en  Luis para olvidarlo, la verdad es que tampoco funcionó; él no tenía tatuajes y nunca había traído rastas y no es que lo comparara con Dulio, más bien lo comparaba conmigo, ambos vibrabamos en distinta sintonía, por eso mejor lo corte quedándome sola, ya que tampoco vibraba en la sintonía de Dulio, él tenia otras responsabilidad y otro estilo de vida, ya no admiraba su tatuaje de rana, ahora era yo quien traía dibujos en la piel.

Me centré en muchas cosas, entre ellas juntar dinero para comprarme otro coche porque eso de andar en metro y camión 2 horas rumbo al trabajo ya me habían cansado. A veces extrañaba a Luis, más a la hora de salida cuando pasaba por mi, pero sabía que lo mejor era ya no buscarnos, a Dulio no le dejé de hablar, era ilógico hacerlo después de todo es mi amigo,  pero sabiendo muy bien que las cosas nunca iban a cambiar.

Realmente estuve muy concentrada haciendo todo y nada a la vez, que no puedo precisar el momento exacto en que él entró a mi vida, mucho menos cuándo fue que me enamoré, si fue en la primer cerveza o la tercer salida, tal vez fue desde que lo vi, solo que no me di cuenta. Es curioso como uno encuentra a la gente como encuentras unas llaves que llevas semanas buscando y justo cuando las dejas de buscar, cuando te olvidas de ellas, es mas, cuando te resignas a que nunca las encontraras, aparecen en el lugar mas obvio, fácil y mas cerca de ti; así lo encontré a él, pareciera que llevábamos años caminado en las mismas calles, frecuentando los mismo lugares,  haciendo las mismas cosas... Y no puedo precisar cuando fue que empezó, solo se que ahora él es mi... No me gusta usar el término novio, le queda corto a alguien que es mi cómplice, mi amigo, mi compañero de viaje. Tenemos un coche, no es tan bonito como el de Luis, pero me hace más feliz  que cuando él iba por mi al trabajo, porque lo usamos para recorrer el mundo, aunque sea en partes pequeñas o viajes cortos, obvio, también para ir a trabajar, de algún lado tiene que salir para pagar los viajes y la comida del perro (adoptamos uno). No importa que de lunes a viernes, de 9 a 6 seamos Godinez,  nuestra vida real esta afuera del trabajo.

No se qué pasará después, pero por el momento hoy es mi cumpleaños, las cosas han cambiado tanto desde el último que festejé, para empezar Dulio ya no esta, regresó a playa del Carmen con Claudia y su bebé, a penas llegando allá su matrimonio estaba mejor, me alegro por ellos, a veces se las ven duras pero se las arreglan. No perdí contacto, seguimos siendo amigos y siempre será así, aunque a veces note ciertos celos  cuando le cuento de mi relación; pero bueno, ya cada quien tiene su vida y es feliz en ella, seguiré festejando mi cumpleaños como me gusta, viajando y en compañía de él, que me trajo a uno de los lugares con los atardeceres color violeta mas lindos del mundo, así como ese que vi en las playas del salvador, solo que este lugar es La Paz, Baja California Sur.


Lic. Sandoval.
Atizapan de Zaragoza estado de México.


El último día que escuche croar un sapo en Chimalhuacán

El maestro Gregorio nos explicó en la clase de biología que los sapos son anfibios, que respiran a través de las branquias cuando son larvas y luego experimentan una metamorfosis para finalmente desarrollar una respiración pulmonar como la de los humanos. Al estar en la superficie terrestre, los sapos se desplazan a través de saltos, pero pueden nadar muy bien, al parecer los sapos son muy importantes para el medio ambiente, pues se alimentan de insectos y otros organismos invertebrados que de reproducirse pueden provocar enfermedades, o simplemente un desequilibrio ecológico.

La característica que a mí me hace temblar, es que tienen la capacidad de inflar su cuerpo cuando se encuentran en peligro, haciéndose más grandes, además de que algunos son tóxicos pues pueden segregar sustancias a través de la piel para defenderse de sus depredadores. En casi todos los países del mundo existen sapos y ranas. Sin embargo, su croar varía mucho. La gama de sonidos de estos anfibios es impresionante. -Algunos los aman, y otros los odian – dijo el maestro, yo en seguida pensé - yo soy de las que los odia porque hacen tanto ruido-  por eso me sorprendí al saber que hay investigadores que se especializan en el croar de las ranas, esa rama científica se denomina, bioacústica. ¿Por qué tanto interés en sapos?

A mí no me gusta encontrarme con sapos son muy feos y brincan como si enloquecieran, no parece que tengan la intención de atacar, pero su piel es fea y pienso que si me toca puedo intoxicarme y morir, pero a decir verdad, los extraño un poco, y me parece que tengo una sensación de añoranza por su croar, así que intenté hacer memoria, ¿qué día vi un sapo por última vez? ¿Cuando fue el último día que los escuche? Mi papá siempre dice que cuando quieres recordar algo, debes escribir todos los detalles que recuerdes, así piensas más, ejercitas la mente y en algún momento recuerdas eso que necesitas, por otro lado yo tengo una memoria privilegiada, dicen todos, fotográfica afirman algunos, así que tengo que saber, qué día escuche por última vez un sapo.

La última vez que recuerdo haber visto a uno fue hace más de un año en la casa de la Tía Saga. Con Olimpia y Emma frecuentemente visitaba la casa de la Tía Saga desde 1986, recuerdo que esperábamos hasta que era su hora de lectura para escaparnos por la puerta blanca trasera, esa daba a la casa de Don Tadeo, un señor alto, blanco y callado. Nunca lo vi reír ni darse prisa para nada, tenía los ojos verdes y nunca miraban de frente, siempre tenía un pañuelito atado al cuello y un cigarro en la boca, yo siempre pensaba en mi abuelita cuando lo veía, pues igual que ella tenía los ojos verdes y el mismo aroma a cigarro, pero él era más joven que mi abuelita, yo siempre pensaba que Don Tadeo no tenía edad, que ni era joven ni viejo.
Lo conocimos el miércoles 03 de diciembre de 1986, recuerdo muy bien el día porque ese día fui mi papá a la inauguración de la casa de la cultura, mi papá era el secretario de educación y cultura del Municipio, y a mí me gustaba mucho acompañarlo a sus eventos de trabajo, siempre nos daban algo de comer y mi papá me daba dinero para comprar helados, ese día pudo acompañarnos mi amiga Olimpia, ahí encontraríamos a Emma que a veces acompañaba a su tía Saga a los eventos sociales del Municipio, la Maestra Saga como le decían en los eventos, era miembro honorario del cabildo, aunque yo no entendía bien que significaba eso, sabía que era un título importante.

Ese miércoles Emma le pidió permiso de mi papá para ir a la casa de la maestra Saga, ahí conocimos a don Tadeo, lo vimos en el patio trasero, nos interesamos en él porque estaba pintando, Emma, Olimpia y yo teníamos 6 años entonces y nunca habíamos visto a ningún pintor en acción. Olimpia que siempre hablaba con los extraños, le preguntó - ¿Es usted un pintor de profesión o de hobbie? La expresión de sorpresa de don Tadeo fue evidente, Olimpia hablaba como si fuera adulto, yo todavía no entendía todo lo que decía, pero me gustaba como lo decía, Don Tadeo le contestó - pues pinto por hobbie, pero lo bueno es que me da para comer - y qué pinta? – Le preguntó Olimpia – sapos – ¿Sapos? Dijimos las tres al unísono. –Sí – dijo Don Tadeo, los sapos no son malos, vengan otro día y platicaremos de sapos, así, fuimos muchas veces más, aunque no recuerdo que nos hablará de sapos en mucho tiempo.

Él siempre nos hablaba de su Cande, ella había muerto hace muchos años, aunque él nunca decía cuantos, siempre empezaba una historia triste y terminaba con una igual de triste, Cande como le decía de cariño, nunca recordaba su niñez con alegría, sino con amargura, durante su infancia enfermó de sarna, conjuntivitis y al menos sarampión. Él siempre se acomodaba el sombrero hacía abajo, quería ocultar su cara de tristeza cuando nos contaba, tal vez todo eso contribuyó a hacerle perder la confianza en cualquier clase de felicidad para el resto de su existencia. Afirmaba que desde que conoció a Cande, ella presintió el desastre que vendría, y que en el momento de darle el anillo de compromiso, ella ya estaba segura, lo sabía, por eso, en vez de alegrarse, ella se entristeció pues sabía que esa unión no prosperaría. Todo esto nos contaba recurrentemente mientras le ayudábamos con sus animalitos, es decir a dar de comer a los patos, meter alfalfa en la jaula de los conejos, ponerle agua a Clarita la vaca o a Boxer el caballo, lo que se necesitará, nuestro premio era escuchar historias tristes.
Cande murió dos días antes del casamiento. La vistieron de novia y la pusieron en el ataúd con un ramo de margaritas. El pobre don Tadeo no podía mirarla, pero dentro de la oscuridad de sus manos, donde escondió sus ojos aquella noche en que la velaron, le ofreció su fidelidad con un anillo de oro. Muchas veces trataron de buscarle una novia. Sus hermanas le llevaban prospectos a su casa y las sentaban en la sala, se la pasaba escuchando de su familia, que tenía que superarlo, qué tenía que hacer su vida. Era inútil, nos decía, amó a Cande entrañablemente y no podría traicionarla, pero su familia nunca lo entendió, él ya estaba harto de las habladurías, por eso decidió un día irse a vivir solo. No veía a su familia ni en la farisea, ni a la fiesta de San Pablo o San Pedro ni en posadas, mucho menos en Navidad, mejor evito encontrarme con “la bendita familia”, afirmaba.

Él aseguraba que nunca habló con ninguna otra mujer, hasta que la Tía Saga se mudó a la casa vecina el 12 de febrero de 1986, ese día era el miércoles de ceniza y él había ido temprano a tomar ceniza para no encontrarse con nadie de “la bendita familia”. Cuando llegó a su casa notó que había mucha gente en la casa vecina, por fin llegaría una familia a la casa del kisko, él sabía que la casa pertenecía a la familia de don José Reyes, pero no estaba seguro de cuál de los hijos viviría ahí, tampoco estaba seguro de querer saber, sin embargo, él se consideraba muy educado, por eso lo primero que tenía que hacer era ir y ponerse a la orden para lo que se ofreciera. Cuál sería su sorpresa, cuando supo que la Tía Saga viviría ahí, sola, - una mujer que viviría sola, eso no se veía - dijo, pero después razonó, y afirmó – bueno pero, los tiempos cambian –

Ese miércoles volvió a ver a la Tía Saga, después de muchísimos años, La divina como le apodaban antes, era ahora la maestra Sagrario Reyes, tendría unos cuarenta años, pero seguía igual de linda que antes, con esos ojos grandes, cejas negras e hirsutas que se apoderaban de todo su rostro, dándole una imagen de mujer emblemática y fuerte, además de todo, decía siempre don Tadeo, es zurda, pero manejaba bien la mano derecha, siempre notamos que cuando don Tadeo hablaba acerca de la Tía Saga, lo hacía con mucha alegría. - La gente habla de mi tía -- nos dijo un día Emma, - dicen que es amante de don Tadeo-- A nosotras nos sorprendió, no sabíamos que pensar, pero honestamente no nos interesaba.

El 22 de septiembre de 1990 llegamos a la casa de la Tía Saga, Emma, Olimpia y yo, como siempre, aunque con una novedad, teníamos una nueva amiga, Carmina, eran cerca de las 3 de la tarde, y la tía Saga abrió la puerta, -buenas noticias- dijo, Don equis terminó mi encargo, había mandado a construir una fuente que adornaría el patio central, la fuente estaba vendada, como un herido, o como un altar en Semana Santa, así que inmediatamente le ayudamos a descorrer los lienzos y apareció un enorme anfibio, —¿Por qué no habrán hecho una estatua ecuestre, dijo Olimpia? —Sería más imponente — Pues sí Tía Saga, ¿por qué un sapo? Preguntó Emma. No es un sapo, es una rana, nos dijo con mucho orgullo, - yo hubiera preferido un gato – dije, pero la Tía Saga nos dijo, yo soñé con sapos y ranas, y como yo creo que hay que hacer mucho caso de tus sueños, decidí que una rana sería, porque el sapo no es nada estético, -claro- le contestamos todas.

Ese día trabajamos duro en la decoración de la casa, al día siguiente sería la fiesta de cumpleaños de Emma y todas esperábamos con ansia el día porque tendríamos una lunada, todas dormiríamos en la casa de la Tía Saga, así que no podíamos esperar más, pero a las 5 puntualmente la hora de lectura de la Tía Saga, todas nos dirigimos al terreno vecino, en donde nos encontramos con unas láminas tiradas en el pasto, se habían caído con la fuerza del viento, así que don Tadeo nos dijo, entren a la casa, hace mucho viento – ¿qué está pintando don Tadeo,? – Preguntó Olimpia, - tenemos una amiga nueva – le dije yo, queremos que la conozca. Se presentó con ella y nos dijo, hoy no pinto, hoy trabajo en un opúsculo de Chimalhuacán. – Un qué? – Es como una monografía, nos explicó, y ahí vendrá la historia de nuestro pueblo.

Yo dije - mi familia tiene aquí unos trescientos años-, sí, respondió él, hace mucho que hay familias aquí, pero no se sabe con certeza desde cuando es un municipio, 1824 es considerado el año de su fundación, pero no se tiene la fecha exacta, en ese año existían Santo Domingo, San Pedro, San Pablo y San Juan. En 1875, se anexan San Sebastián y los otros pueblos, pero es hasta l922 cuando se dota al pueblo con terreno ejidal y se consolida como lo que hoy conocemos, para l952 termina el proceso de desecación del lago y a partir de este momento la agricultura va disminuyendo y paulatinamente las actividades lacustres son abandonadas.

Además de eso incluiré información sobre la flora y fauna de la región, - ¿saben que aquí abunda el pirul, verdad?- Sí claro, a mí no me gusta su olor – dijo Emma, pues tienen su función, dijo Don Tadeo, no olviden que toda la naturaleza funciona perfectamente sin la intervención del hombre, por eso deberíamos intentar intervenir lo menos posible, aunque obviamente eso no va a poder seguir así por mucho tiempo, en algunos años habrá mucha más gente y se acabaran los pirules, los capulines y tal vez hasta con los Olivos de Xochiaca. Hace años había unos árboles llamados ahuejotes, y unos arbustos llamados pochotes, hoy ya no existen. De la misma forma hay animales que están desapareciendo, mañana en la fiesta habrá pato empulcado, pero saben qué esos patos llegan desde Canadá? Obviamente en algunos años ya no habrá descendencia que haga ese larguísimo viaje.

 ¡Qué triste¡- dijimos todas, pero estaremos mejor sin algunos de esos animales-, dije yo, que se acaben las cochinillas, garrapatas, mestizos, azotadores, ciempiés y claro todos los sapos. –Pero todos ellos tienen una tarea, una función, un lugar y el día que no estén verás cómo los extrañas- me objetó.
A la mañana siguiente llegamos muy temprano a la casa de la Tía Saga para ayudar a las tareas en general, pero fue hasta la noche cuando todas nos sentimos muy en confianza, nos sentamos en círculo en el jardín frente a la entrada principal de la casa, la tía Saga y don Tadeo se sentaron en unas cómodas mecedoras, Emma, Carmina, Olimpia y yo acomodamos nuestros sleeping bags acomodados como cojines y nos sentamos en el pasto, no teníamos fogata, pero creo que todos fingimos que había un fuego central que organizaba nuestro círculo, hacía un poco de frío.

La Tía Saga nos contó entonces que el carnaval nació en San Agustín Atlapulco, según una versión algunos soldados franceses del ejército de Maximiliano que acampaban en la región enseñaron a los habitantes a bailar carnaval, pero también hay una versión que indica que la maestra Isabel Carbonel, que vivía en San Agustín, enseñaba ese baile. Lo cierto es que la coincidencia mayor, es que la inspiración es francesa y que es la festividad más importante de nuestro Municipio. Justo acababa de terminar de contar eso, cuando un sapo enorme apareció a mi derecha, yo quedaba del lado izquierdo de la Tía Saga, justo debajo de su mecedora. Giré a mi derecha y pensé que había una piedra, después observé mejor, era un sapo enorme, no saltaba sólo estaba ahí como escuchando, pero yo grité y todos saltaron en un momento, así que el sapo salió disparado y después desapareció entre el pasto del jardín.
Seguido, la atención de todos disminuyó y don Tadeo nos dijo - hasta mañana, yo me voy porque tengo un frío infernal -, la Tía Saga dijo que era hora de dormir, así lo hicimos. A la mañana del día siguiente, cerca de las once de la mañana, Olimpia, Emma, Carmina y yo nos retiramos, era veinticuatro de septiembre y recuerdo con claridad que llovió toda la tarde, anocheció muy rápido. Yo estoy segura de haber escuchado el croar de un sapo antes de que sonará el teléfono, eran cerca de las seis de la tarde contesté –bueno- era Emma que en seguida dijo, -- murió Don Tadeo—. Debe ser un error pensé. -¿Cómo?- dije rápidamente, - sí mi tía llamó al doctor a medio día, se lo llevaron al hospital, mi tía acaba de llamar, murió- afirmó.

 Estoy segura, ese 24 de septiembre de 1990, fue la última vez que creí escuchar el croar de croar de un sapo, pero la última vez que me topé con alguno, fue el día anterior, en la casa de la Tía Saga.

Julieta Valentino Vázquez

Chimalhuacán Estado de México