jueves, 1 de septiembre de 2016

L@s Ex




Un amigo que estudió sociología publicó en su muro de Facebook algo muy interesante: que la generación nacida entre 1980s y 1990, es incapaz de mantener una relación seria. L@s chavorruc@s de hoy - decía- estamos llenos de contradicciones, renegamos de la adultez, de nuestros padres y de los más jóvenes, pero al mismo tiempo le copiamos el atuendo a los más chavos y estamos frustrados porque a nuestra edad nuestros padres ya lo habían conseguido TODO.
¿Qué pareja va a soportar a alguien así? Los comentarios no se hicieron esperar: unos culparon al mercado, que generalmente tiene la culpa de todo, otros a las pinches viejas caprichosas, otras a los pendejos hombres que siguen siendo bien machitos pero más vanidosos,  un arrepentido se culpó a sí mismo, alguien más al egoísmo, a la post modernidad, hubo incluso quien habló de  "la incapacidad del ser humano para reconocerse en la otredad".
En lo que la mayoría de los treintones coincidimos - al menos los colaboradores de Desencuentros y el H.Consejo Editorial - es en que hemos llegado a esta la edad más bonita de la madurez, frustrados y acumulando más ex parejas que amigos sinceros. Incluso aquellos felizmente casados, entoloachados, juntados, repegados, cargamos  una historia de desamor y ruptura para compartir este mes.

Recuerden que todo el que lo desee puede participar comentando y mandándonos su historia, cuento, relato  dedicado a las y los ex al corrreo cuentosalrevez@gmail.com

ATENTAMENTE


“...nunca hay suficientes líneas para hacerte comprender,
cómo te quiero...”
No puede ser. Jeans.


Muy seguramente estoy exagerando, no hay motivos para llorar así, ni para bloquearte del Facebook, ni para querer poner una bomba molotov afuera de tu casa, al fin de cuentas solo éramos amigos, aunque tu bien sabes que no, los amigos no se besan ni se mandan mensajes diciéndose "amor" como lo hacíamos nosotros.
Tu frase de "no quiero echar a perder las cosas y que termine la amistad" por un momento te la creí, pero cuando vi todo el interés que ponías en otra persona, caí en la cuenta de que tu frase solo era un pretexto para tenerme ahí para ti sin tenerte yo a ti, ¿no crees que hubiera sido más fácil que me hubieras dicho la verdad? Que me dijeras que te interesaba alguien más, que yo no era tu tipo para una relación seria. Cada que recuerdo todas esas veces en las que me dijiste que no querías andar con nadie, que así te sentías bien, me dan ganas de volver al plan original de poner una bomba molotov afuera de tu casa. Pero bueno, tus motivos tendrás para no haber querido andar conmigo y si con ella, aunque sinceramente no los encuentro lógicos; nos llevábamos bien, disfrutábamos el tiempo juntos (el poco que me dabas) y sexualmente ni hablar, éramos perfectos; tal vez ella sea más a fin contigo, tal vez sea mejor que yo... No, la verdad no creo, yo era todo lo que podías pedir: bonita, divertida y comprensiva, yo pude haber hecho mil y un cosas por y para ti, incluso aprender a cocinar; sé muy bien que también tenía muchos monstruos y tú eras un experto en despertarlos, ya sabes, hablarte borracha de madrugada y mi mal humor, pero bueno te quería.
Siempre es útil tener una loca que haga cualquier cosa por verte reír, tú la tenías, pero no la quisiste, quisiste otra cosa, ¿qué? No sé, pero ella lo tenía.
Siempre te dije que yo estaba loca y no me creías, te voy a ser sincera, en verdad si iba a poner afuera de tu casa esa bomba molotov, nada grave no te asustes, no pensaba lastimarte, sólo pretendía dañar la puerta, romper algunos vidrios y quizás que ese bonito auto blanco también sufriera algunos desperfectos; la iba a poner en la mañana cuando te fueras, así que esperé hasta que salieras, pero cuando lo hiciste saliste con ella, se besaron y se fueron en ese carro blanco, ahí los planes cambiaron porque me di cuenta que  esta historia no se trataba de ti y de mi viendo tele en tu cuarto ni de tu y yo mandándonos mensajes de buenos días, esta historia no era sobre nosotros, sino sobre ustedes, que detrás de ese beso que se dieron había una historia de amor que no conocía y que no quería conocer y mucho menos participar con un papel secundario, cuando yo estoy acostumbrada a ser la protagonista. Esa era su historia de amor, no la mía; por eso el plan cambio a uno más simple, a que un día cualquiera, no sé cómo ni sé con qué pretexto por fin me necesites... Obvio no, es broma, se me hace raro hablarte así de solemne y cursi, cuando tú y yo no somos así. Los poemas del buen Benedetti los dejo para mi verdadera historia de amor, esa que se está formando en este mismo instante en alguna parte del mundo y tal vez aun no la haya notado por estar distraída pensando en ti; pero bueno, el verdadero plan ahora es liberarte o más bien liberarme, dejarte ir feliz con ella en el auto blanco, tal vez ahora que encuentres esta carta pegada a tu puerta si me creas que estoy loca. No te espantes, me alejaré de ti; sé que querías que siguiéramos siendo amigos y tal vez algún día lo logremos, pero hoy no, hoy si te veo seguiré teniendo ganas de aventarte una bomba molotov, pero tal vez después, en algunos cuantos años, si nos encontramos por la vida pueda darte un abrazo sincero, pero hoy no; ten me paciencia después de todo en algún momento me quisiste, ¿no?, eso solías decirme. Atentamente: tu exloca.


Lic. Sandoval.
Atizapán de Zaragoza, Estado de México


martes, 30 de agosto de 2016

Inoportuna travesía transversal

 —¿Me amas?.
 —Te seré sincero: estoy harto.
 —¿De mí?. *voz quebrada* 
—De que afirmes que no te quiero, ¿tú cómo puedes saberlo? ¿Porqué la insistencia? 
—Son cosas que una mujer simplemente sabe. 
—Pues estoy harto de esas pendejadas, de las quincenas, de la temporada de lluvias, de mí, de la vida misma. La verdad es que estoy harto de todo. Ojalá tuviese el valor para volarme la cabeza, ojalá lo hubiese hecho hace mucho. 
—No eres tú el que habla, son todas esas drogas que consumes antes de desayunar. Tú no eres así por naturaleza. 
—¿Ves? Puras pendejadas y cosas sin sentido, nada tiene sentido. ¿Conoces esa sensación de que estés donde estés siempre te preguntas que es lo que estás haciendo ahí?. Esté donde esté muero por irme a otro lugar, es una especie de angustia permanente, me siento presionado por culminar cada cosa que realizo desde el primer momento, como si tuviese prisa por acercarme a la recta final del ser. Es una locura seguir vivo, conteniendo tantas ganas de morir. 
Entonces él sacó su revolver del cajón de los calzones limpios y se lo acercó por debajo de la mandíbula, porque alguien le había explicado que si se dispara uno desde abajo se revienta el hipotálamo. En cambio si te disparas por la sien, el proyectil puede atravesar el cerebro de manera transversal sin matarte, con el riesgo de dejarte idiota. 
—Tú siempre con lo mismo ¡Baja esa pistola, que me pones de nervios! Reflexiono detenidamente este asunto y me deprimo demasiado, porque me doy cuenta que soy yo quien ha fracasado como mujer: Si tú fueras feliz a mi lado ninguna urgencia tendrías por morir, pasaría todo lo contrario. Pensándolo bien eso me preocupa mucho. A mi mamá le sucedió lo mismo con mi papá y posteriormente con mi padrastro. Alguna vez escuche que mi abuela padecía de lo mismo: parece que las mujeres de mi familia estamos destinadas a no cubrir la expectativa emocional de nuestras parejas, algo realmente alarmante para mí. Terminaré sola y lo sé, es más, en este momento ya me siento sola. 
—Me sorprende la cantidad de estupideces que pasan por tu cabeza— dijo él mientras dejaba el revolver en la mesita de centro. Entonces ella con un movimiento casi mecánico, tomó velozmente el revolver que estaba en la mesita sin decir una sola palabra y sin parpadear se voló la cabeza de forma transversal. Desafortunadamente sobrevivió y años más tarde él tuvo la necesidad de asesinarla, porque no soportaba cargar con un enfermo mental. Aunque terminó dándose cuenta de que su ex estaba enferma antes de darse el tiro transversal.

Tiferet Jojmá Jonathan
México, DF.

¿A qué olía Violeta?


Hablar de Violeta me resultaba incómodo, era como un golpe bajo para mi orgullo porque equivalía a aceptar abiertamente una derrota emocional, por decirlo de algún modo. Podría argumentar que no sé las razones que la hicieron tan… especial, pero eso significaría no solo mentirle a la persona que se tome el tiempo de leer esto, sino mentirme a mí mismo, que sería peor, es que la negación y la ignorancia suelen ser la línea divisoria entre la candidez y la estupidez y, “casi enamorarse” de alguien no es una estupidez, ¿o si?
Violeta era la síntesis de las virtudes que yo apreciaba en una persona y de los defectos a los que les podía dar cabida en mi vida, tenía muchas de ambas cosas y eso me gustaba, incluso, me parecía admirable. Tenía dos grandes virtudes que eran mis favoritas, una era que no pretendía nada, se asimilaba y se asumía como lo que era: una chica clínicamente diagnosticada de sus desórdenes psicológicos, pero una chica alegre -quizás un poco ignorante de su belleza particular y un tanto andrógina- que no usaba celular. Su otra gran virtud era que "lo entendía", no se me ocurre una explicación más especifica cuando me refiero a que “lo entendía”, ciertamente no me refiero al secreto de la vida, al hilo negro, como suelen decir, ni algo por el estilo, pero quizás, y solo quizás, me refiero a que aceptaba las cosas como son, pero no es eso del todo, o sí, pero más. Me gusta creer que vi más allá de lo que la mayoría ve en ella, pero cabe la posibilidad de que solo me mienta al respecto. 
Concretamente, solo estuvimos juntos en tres ocasiones, bastó. Claro, llegábamos a coincidir en lugares comunes como bares y aulas, pero ni ella ni yo éramos capaces de acercarnos mucho, porque estaba con sus amistades o yo con las mías; sin embargo, cuando estábamos a solas podíamos platicar a nuestras anchas, incluso, y por ejemplo, una vez pasamos gran parte de la tarde debatiendo los pros y los contras de usar pañal en la edad adulta. De esas tres citas que tuvimos solo nos acostamos en una, y tengo que explicar algo al respecto, para mí, el principio sexual es muy básico, objetivamente se trata de meter y sacar algo de una cosa con un objetivo, o dos, dependiendo de si el objetivo de la pareja que lo practica también es la reproducción, la única variación es el empaque, que puede ser más o menos terso, más o menos flácido, más o menos curvilíneo; otra variable a considerar es la técnica, hay quienes se mueven como una máquina para hacer esquimos o quienes se contonean con ritmo de blues, por decir ejemplos. Sin embargo, cuando estuve con Violeta fue diferente, con ella se fueron a la mierda los conceptos del empaque y la técnica, ella me tocó de verdad; puedes dormir con muchas mujeres pero el porcentaje de las que te dejan huella es mínimo, Violeta fue el más mínimo de los porcentajes; recuerdo haber hecho el amor anteriormente, pero la intensidad fue menor.
Retozar con Violeta fue casi inocente, una expedición de tacto y olfato en la que la bitácora de mi memoria quedo saturada de ella. Su cuerpo tímido y dispuesto, las pieles reconociéndose, familiarizándose, sus caderas anchas, sus glúteos firmes que desembocaban en unas piernas fuertes, pálidas, que cuando andaba daban zancadas autoritarias. Sin embargo, las palmas de aquella noche, y más, se las llevo su aroma difícil de describir, era sutil y fresco pero se me grabo tanto que aun meses después si llegaba a percibir un perfume parecido en la calle o en el transporte me detenía y volteaba la cabeza para un lado y otro como esperando que estuviera ahí; su aroma, se intensificaba entre más recorriera su piel con mi boca, todo el conjunto de labios, lengua y dientes, y se intensificaba cuanto mas me acercara a su entrepierna. Todo quedo impregnado de ella, todo el departamento, de verdad.
Luego de la tercera cita desapareció, que es un decir en pos de un sentido más fatídico para el relato porque seguíamos encontrándonos aisladamente en esos sitios comunes y ocasionalmente tenemos contacto por las redes sociales pero nunca volvió a ser lo mismo, ella tuvo una recaída y cuando se recuperó volvió cambiada, fue como haber inflado un globo al que después se le escapo el aire de a poco. 
Con el tiempo vinieron otras chicas que pasaron sin pena ni gloria por mi alcoba, entre ellas la Elisa, la Emiliana, la chica del tatuaje de tiburón por encima del seno izquierdo de la que no recuerdo su nombre, también vino Andrea y un par mas; todas contribuyeron a revivir mis conceptos de técnica y empaque y estuvo bien, fue hasta una tarde en un bar que conocí a Jimena que todo se volcó. Estuve a punto de echarla de casa un par de veces porque le daba por dárselas de intelectual echándome en cara una sarta de estupideces relacionadas con Coelho, Jodorowsky y Carlos Cuauhtémoc Sánchez, y lo habría hecho sino hubiera optado por quitarse la blusa y seducirme; era linda pero sin entusiasmos, sin embargo, hubo algo que la hizo obtener de mi las caricias mas honestas de las que soy capaz: olía igual a Violeta, al menos terriblemente parecido y, entonces, yo solo quise embriagarme de ella, como un alcohólico en abstinencia al que le ponen una botella enfrente, y lo hice, para el final de la noche todo estaba muy similar, casi con demasía, a la mañana siguiente en la que Violeta y yo nos acostamos, de hecho, mi cuerpo olía a ella, no a Jimena sino a Violeta, sobre todo los dedos índice y anular de la mano derecha. No volví a ver a Jimena, tampoco es que quisiera volver a hacerlo, sin embargo, aquella semana no me bañé sino hasta que comencé a oler mal y llegue a la conclusión de que aquel aroma, ese perfume que revivió tanto en mí, era, no otra cosa, sino el aroma de la nostalgia.


Clementino Diógenes
México, DF.


lunes, 29 de agosto de 2016

Nosotros

Recuerdo que era un martes, o tal vez quiero recordar que era martes, el día que yo considero perfecto para que las cosas importantes sucedan. Caminábamos tomados de la mano por las calles del centro de la ciudad, María ensayaba una sonrisa tímida que yo descubría mientras la miraba con el rabillo del ojo y sonreía también, satisfecho, alegre, seguro. Era el cuarto día de una relación que comenzaba con buenos augurios y presagios de mejoría, es decir, íbamos muy bien. María era un vendaval de emociones, como una tormenta de sensaciones que se sucedían una tras otra sin control ni mesura, en un momento podía pasar del amor más arrebatado al odio más irracional, o del apacho meloso a la total indiferencia. Ese martes todo iba excelente, comentábamos trivialidades y caminábamos enamorados por las calles en una deriva pactada con anterioridad: ni yo diría hacia dónde íbamos, ni ella preguntaría, la sorpresa rondaba el ambiente. Lo decidimos así después de acaloradas discusiones donde ella me reclamaba no querer conocer lugares nuevos y sólo querer frecuentar los mismos a los que iba con mi ex, yo argumentaba que por supuesto que no, que me gustaba ir a los lugares de siempre porque me conocían, me atendían bien y me gustaba la comida o bebida según fuera el caso.  Así que yo me dejaba llevar por el azar y el olfato,  o eso pensé, me traicionó el inconsciente.
-Mira este café ¿se ve bueno no, entramos? Le dije a María.
-Bueno, como tú quieras yo tenía antojo de una cerveza.
-Ah, parece que aquí también venden.
-¿Ya lo conocías?            
-Ehh no, pero en el centro venden cerveza en cualquier establecimiento.
-Mmm bueno.
María bella mujer, dejaba que su sexto sentido la guiara y expresaba una duda legítima, yo conocía ese gesto, en cuatro días de noviazgo había aprendido que era el preámbulo de un registro y análisis de todas mis palabras y acciones, o lo que es lo mismo, a partir de ese momento podría considerarme observado con lupa, debía ser precavido y andarme con tiento, no lo logré.
-Me gusta mucho tomar café, de joven tomaba hasta 4 tazas diarias. Comenté
-A mí no tanto, sólo por las mañanas, ¿aquí está bueno el café?
-No mucho, antes era  mejor, ahora le ponen mucha agua y no sabe bueno.
-Ahh, ¿antes pedías americano?
-Sí, aunque recuerdo que una vez pedí un capuccino deslactosado y me hizo mucho daño.
-Pinche Joaquín, eres un mentiroso, me voy de aquí, lo nuestro se terminó.
-¿Qué paso? ¿Qué hice? ¿Por qué te vas?
-¿No que no conocías este lugar? Seguro venías con tu ex a cada rato, eres un pendejo, no me quieres y no quieres estar conmigo, no me merezco esto, disfruta tu vida.
-Espera, por supuesto que no, me equivoque, este no lo conocía, el de al lado sí.
-Pendejo, tus excusas de siempre, me voy y piensa en lo que perdiste por no olvidar tu pasado.

Mierda, una relación que se caía por un error de cálculo, breve amor que se consumió en la llama de su propia pasión, porque efectivamente, erré por quince metros entre lo desconocido y mi lugar de costumbre, está de más decir que me sentí devastado y sin consuelo, estoicamente, mientras era observado por todos en el lugar, pedí una cerveza (si vendían) y abrí un libro de Pessoa, si me iba a instalar en el pasado más me valía sucumbir de lleno a la melancolía y  brindar por una relación más que no fue y no sería. 

Raziel Jacobo Correa Alvarado
CDMX Agosto 2016

lunes, 1 de agosto de 2016

Ex soltería, o la merma de la trascendencia metafísica

Nada especial: me enamoré a muy corta edad del único ser que me prestaba atención en aquellas épocas. Sin saber cómo ni cuando, había desechado al resto del mundo de mi psique, pues con él, mi primer amor, me sentía completo. Hasta que, por supuesto, llegó la decepción. Un día me comporté como un idiota, deseando enamorarme de alguien que no fuera yo, y el desprecio a mí mismo se instaló en mí cuerpo como una infección que me tumbaba a llorar en la cama. Me perdoné viendo tele, jugando videojuegos, me masturbaba, comía chocolate en exceso… y un día volvió la alegría de vivir. Me reenamoré de mí mismo y el círculo vicioso continuó así hasta que terminó mi relación. Mi primer ex novio quedó muerto después de mi segunda década de vida.
Como deportista de alto rendimiento en la práctica del onanismo, fue un choque espiritual el descubrir las mieles que un cuerpo ajeno podían ofrecerme. Si bien sabemos que la única posibilidad sexual de dos cuerpos es el masturbarse mutuamente, es bien cierto que una conexión espiritual adquiere sentido y pare una entidad metafísica inquebrantable. Débiles espirituales como somos, le damos a la antiquísima y tradicional palabra “amor” el sentido que hoy todos conocemos: beneficios económicos, (yo te pago la cena, tú trapeas; o, los dos trapeamos y los dos aportamos dinero; o sencillamente, nadie trapea ni da los billetes y gorroneamos la siguiente botella); negocio espiritual: yo acepto ver esa película horrible siempre y cuando tu aceptes hacer esa escandalosa porquería en la cama; y así hasta que cada uno se va adecuando a la felicidad del otro y crear una, de inicio, placentera rutina. Después de un tiempo, ocurre que uno carga con ajenos pedazos de espíritu que se le adhieren como un animal pegajoso que ensalivamos con nuestra codependencia. Si el utópico objetivo de soportarse no funciona, alguno de los dos será el primero en huir. En mi caso, con aquel “segundo amor” nos restregábamos a la cara esas plastas pegajosas; nos arrojábamos esas medusas a la cara para siempre volver a mamar de ellas con lágrimas y sangre, además. 
Alguna madre de familia neurótica, con vida sexual deteriorada, y una familia de la que ya no puede arrepentirse, puede acusarme de vicioso, y ante el mundo moral que impera, tendría razón. Sin embargo decidí cortar esa segunda relación sentimental tóxica (mi segundo amor); intenté volver a encontrarme con el primero, conmigo. Pero ese yo, había cambiado. Ya no era el tonto inseguro capaz de poner la otra mejilla por miedo, mas no por virtud. Ahora era un brujo con cuerpo de plomo al que podías inyectarle litros de ron y llenarle la garganta con barbitúricos. Algunos dirán que lo hacía por tristeza, pero no. El Aldo Spazzino que entonces encontré, mi amor renovado, se había transformado en un brujo con buena presencia. Su aspecto con tenis gastados, pantalones recortados bajo la rodilla y un montón de cicatrices no hacían más que atraer mujeres, hombres, contactos profesionales y demás. Era auténtico. Un ser renovado que tenía un mensaje divino. Las voces que escuchaba de otras dimensiones las compartía sin recelo. ¿Delirios erotómanos e intelectuales, divinos productos del alcohol y el clonazepam? Pamplinas. Él ascendía a niveles que pocos han logrado. (No intenten convertirse en máquinas solteras para llegar a esto; no es tan simple). Sin embargo, el poder demoniaco de una sociedad que impide el progreso metafísico-individual, se/nos lo hizo pagar caro.
Tirado en una banqueta; comunicándote con seres amorfos, etéreos y volátiles, aparece un cuerpo; ella no entiende que esto es parte de tu éxtasis divino, pero su calor te cautiva. Un vampiro que no envejece, que dentro de su eternamente juvenil aspecto posee una sabiduría soberbia que te atrapa una vez más. Te devuelve, sin notarlo, al mundo que has abandonado a voluntad. El mundo gobernado por el Diablo. Vuelves a los placeres minimalistas, el de la eyaculación dentro de ella, el de la unión espectral de dos espíritus poderosos pero dispares, ver televisión y enterarse de los últimos acontecimientos de un mundo inexistente, discutir por las sopas maruchan o las ensaladas de coliflor. Manoseando los pepinos que llevarás del súper descubres que tus poderes esotéricos se han esfumado, no sirven ya. Meditas pero sólo escuchas el cuchicheo burlón de los dioses, representado como aromas femeninos. No hay mensajes ocultos en la fecha de caducidad del Ades de piña-coco. Te anulas, te pierdes, te desgarras en silencio cuando no sabes que decir frente a la vampireza mayor, (suegra, en términos seculares). Tu cuerpo de plomo ahora siente nausea al soportar encontrarte con los amigos o ex amantes de tu mujer Escarlata.
Y ahora queda sopesar. Resignarte a la tranquilidad de una película dominguera que culminará en un coito riesgoso, o rehabilitarte en las artes ocultistas que tanto conocimiento te ofrecieron cuando eras una máquina soltera. 
Ser mortal o transmutar, otra vez.




 Aldo Spazzino
Ciudad Nezahualcoytl, México

lunes, 13 de junio de 2016

Editorial/EL PADRE

EL PADRE
Este mes en Desencuentros solo hay un Dios, solo uno es nuestro padre, y por supuesto es hombre, jamás una mujer, así lo aprendimos en el Hogar. Nuestro padre es el que manda en la casa, es el prototipo de la masculinidad, guardián de los valores de la familia que es el núcleo de la sociedad desde tiempo de los Romanos. Igual que el Estado y los Gobiernos el Padre ama a todos sus hijos por igual, igual que Dios provee, colma de regalos y dinero a quien obedece su ley, castiga a quien osa desobedecerlo, no duda en mostrar su ira, pero conoce la misericordia y la caridad y perdona a quien se arrepiente. Por eso en un giro sorpresivo y polémico, Desencuentros dedica al Padre este mes de las madres, para que la banda heteronormada se proyecte, se desahogue y nos cuente sus historias y traumas en torno al mandamás, el único, rey del patriarcado. Colaboren.

El Acuerdo

El domingo por la noche todo era tensión en el pueblo, se alargaba el conteo de los votos y todos esperábamos con ansia e incertidumbre que se colgara la manta con los resultados en la presidencia municipal. Por primera vez y en un ejercicio  democrático nunca visto, las candidaturas fueron para tres mujeres que por supuesto representaban las mismas corruptelas de siempre. Daban las dos de la mañana y comenzábamos a sospechar de alguna tranza, Gel ya había amenazado que se robaría las urnas porque no se había apoyado su proyecto y don Camerino estaba borracho y con pistola paseándose por el Kiosco. La gente de la mamarru, como cada año y con la fuerza que le daba tener una de las familias más grandes del pueblo resguardaba la presidencia y exigía que se respetaran los tiempos y las formas. Los demás como decía, esperábamos y comentábamos las incidencias de la jornada:
1.- No se había visto la camioneta con abuelitos que bajaba a votar religiosamente por el PRI y después a cobrar sus 500 pesos.
2.- Por primera vez (muchas primeras veces este año) el PRI participó dividido, los Arteaga por un lado, los de Tehuano por el otro, la candidata era más cercana al grupo de Tehuano que parecía, afianzaba su influencia.
3.- Las agencias que antes votaban en bloque, ahora votaron divididas y se dejaron convencer por las candidatas sin importar el partido que representaran.
4.- Las mamarrus voltearon bandera y no apoyaron a los Arteaga, se percibían vientos de cambio.
5.- La candidata de Nueva Alianza dio despensas chingonas y con un pomo de Tequila Viuda de Romero.
6.-Se vio a Tehuano por la mañana en la agencia de Buenavista platicando con el principal y sonriendo.
7.- Rosa Mata la candidata del PRI mató tres chivos y se esperaba que anunciara comida el lunes.
8.- Don Camerino ya estaba echando tiros en el kiosco y mentando madres.
Los vientos de cambio llegaron de manera anunciada pero rompiendo todos los pronósticos, a las 2:30 de la mañana se colgó la manta de resultados dándole al PRI una victoria más, Rosa Mata fue la elegida, fuera del poder el arteaguismo y su paternalismo charro, basado en los compadrazgos y en la compra de favores y voluntades.  Los jóvenes y las mamarrus brincamos de gusto, no aventamos el sombrero porque ya no eran las épocas ni las horas, don Camerino amagó con dispararle a Tehuano y los de Buenavista se fueron para la sierra satisfechos en el deber cumplido. Un análisis detallado de los resultados demostraba lo eficaz de la estrategia; por 83 votos había ganado el PRI (el mismo número de los serranos de Buenavista) la candidata de la izquierda quedó en un honroso segundo lugar tras arrastrar sus propias traiciones. Los Arteaga que apoyaron a la candidata de Nueva Alianza al ser desplazados del PRI, felicitaban institucionalmente a la ganadora, pero se les veía en los ojos que no soportaban el fracaso y la salida del poder.  Rosa Mata que ya tenía lista la barbacoa para ese lunes madrugador improvisó un  discurso donde resumió diez trienios de hombres en el poder: “Tecomavaca ha tenido puros padres, pero muy poca madre, hoy eso cambia para siempre, nunca más les dirán que tienen  poca, porque tienen y mucha”. Los cohetones tronaron en el cielo y la gente organizo una procesión improvisada, brindamos con mezcal y cervezas, alguien corrió a tocar las campanas de la iglesia y juntos como hermanos le dimos la bienvenida ingenuos a nuestra nueva vida.


 Raziel Jacobo Correa Alvarado
CDMX 2016

lunes, 9 de mayo de 2016

Editorial



La Traición

Cuidado, no importa si es su mejor amigo o amiga, su pareja, su padre, su madre, su hermano o su hijo, sangre de sangre, cualquiera puede darle una puñalada por la espalda, voltear bandera, bajarle a la novia, o quedarse con todas las ganancias de aquel negocio que iniciaron juntos. Pero no se haga el mártir porque usted tampoco es un santo y es perfectamente susceptible a traicionar los acuerdos y chingar la amistad, y es que no todas nuestras decisiones gozan del consenso y aprobación de los demás, quizás se arrepintió, quizá entendió que el camino que llevaba su relación no era el de su preferencia, quizás determinó que mejor no le entraba al negocio y quizás para usted eso fue lo más sensato, pero híjole se jodió la cosa y ya no se habla con esa persona. Y hay más, en derecho (esa disciplina que nadie entiende)  se considera traición a cualquier conducta desleal a la nación, o sea que si usted se manifiesta contra las políticas neoliberales, el aumento al IVA, o pone Chingue su Madre EPN en una pared,  está traicionando a su país.  
Visto así, la traición es una cosa muy fea que la gente no debe hacer, para Desencuentros, que a toda tesis le encontramos su antítesis,   no todo es malo, tal vez usted querido lector/escritor ya tiene determinado su destino hasta las últimas instancias y  tenía armado el plan de vida y nada se interponía en su camino ¿Qué pasaría si lo traicionan los sentimientos? ¿Qué pasaría si de pronto alguien/algo se interpone en ese plan y lo trastoca desde sus cimientos? ¿Y si se enamora de la vecina? Sintió bonito verdad, pues ande, comparta sus traiciones este mes,  que ya es quincena, en Desencuentros.
P.D. En Junio cumplimos 5 años de existencia, la Traición fue el primer tema que tratamos en el blog, lo recuperamos este mes como un ejercicio nostálgico y bonito de recordación. 

domingo, 1 de mayo de 2016

Anónimos

No se amaban pero se atraían, llegaron a quererse pero sin necesitarse; se sabían reconocer como lo que eran mutuamente, formaban parte de la transición del otro, una viga de un puente que conducirá a otro camino, con suerte, mejor que el anterior o, simplemente, distinto. A ella le gustaban los ojos verdes de él, unos ojos sospechosamente semejantes a los del autor del presente texto; a él le agradaban las manos de la chica, de dedos largos y delgados, como toda ella, dedos de pianista desperdiciados en el teclado de una computadora detrás de una ventanilla. Se besaron como siempre lo hicieron durante el tiempo que estuvieron juntos: con convicción. Ellos besaban y tocaban sus cuerpos por el simple hecho de querer hacerlo, por el placer que les producía hacerlo. No buscaban la reciprocidad, que es una forma de buscar la aprobación del otro con quien se comparte la cama y a quien se le confía la desnudez y la intimidad. Aquella noche no fue particularmente especial, lo cual no quiere decir que haya sido rutinaria; lo suyo no duró lo suficiente para que sus encuentros alcanzaran tal estatus. En la habitación la única luz que se colaba era aquella de los autos al pasar, ella descansaba su cabeza en el pecho de él y le preocupaba los tumbos que sentía en la parte izquierda del rostro que estaba apoyada, “¿es normal que sigas agitado todavía?”, pregunto pausadamente sin despegarse; “eso espero”, le respondió él y sonrió sin mirarla. El pecho por fin retomo su ritmo natural; ella se incorporo sobre sus codos y lo miro como aletargada; ella se movía siempre con timidez, como esperando que después de cada movimiento, cada gesto, cada flexión, cada palabra pronunciada existiera una posibilidad latente de desastre. “Lo que no entiendo es cómo puedes ser amigo de alguien como Fabián. Se la pasa faltándole al respeto a Fernanda, es horrible”, dijo ella al fin. “Fabián es de las mejores personas que conozco”; ella respondió con una mirada confundida; “no me mires así. Es la verdad”; “¿Cómo puedes decir eso, que no sabes de todas las veces que le ha sido infiel? ¡¿O es que admiras su comportamiento?!”; “te equivocas en ambas cosas”, le dijo el muchacho y le recorrió la mejilla izquierda con la mano; “¿entonces?”, pregunto ella apaciguada pero curiosa; “no te lo puedo decir; además no es asunto nuestro”; “¿Cómo no va a ser asunto mío si es mi amiga y no quiero verla sufrir?”, dijo ella haciendo gala de esa capacidad de muchas mujeres de cambiar de estado de ánimo en un tris; “créeme que ella no puede estar con una mejor persona, de hecho, he llegado a pensar que Fabián se merece a alguien mejor”, eso ultimo lo dijo el muchacho con la intención de irritar. Ella lo supo al instante y, aun así, se dejo irritar. “Te lo contare, pero solo para que me dejes en paz, ¿vale?”, dijo el para terminar la discusión que nunca tuvo oportunidad de ganar; ella asintió con una sonrisa maliciosa de satisfacción, luego tomo el brazo de él y lo uso de almohada; “pero debes prometer que no le contaras a Fernanda”; ella asintió; “ bueno, es cierto que Fabián nunca ha engañado a Fernanda; pero cuando comenzaron a salir él se dio cuenta de que ella era el tipo de mujer que necesita de una relación tormentosa para estar bien… no me mires así, no tengo la culpa de que tu amiga este jodida”; “eso es absurdo”, dijo ella; “no tanto, ¿Cuántos hombre conoces que le mienten a sus parejas para convencerlas de que les son fieles?, Fabián hace lo mismo, solo que al revés; Fabián le dice que le ha sido infiel para que ella no lo bote… en realidad tampoco se lo dice, solo deja que Fernanda llegue a esas conclusiones por si sola”. “¿Por qué lo hace?”, pregunto ella como intentando entender; “para protegerla, por que la quiere. Prefiere que ella se tambalee un poco sobre su cuerda floja en lugar de dejarla caer realmente. Así, cuando Fernanda ha tenido su dosis de amargura necesaria le devuelve el equilibrio y siguen juntos como si nada hubiera pasado, por que en realidad nada paso”. “Es una tontería. Fernanda ha sufrido mucho con otros hombres y estoy segura de que ella seguiría con Fabián sin necesidad de ese complejo plan para mantenerla a su lado”, dijo la chica de los dedos largos y delgados de nuevo irritada; “lo mismo le dije yo al principio, pero lo cierto es que las personas creen saber lo que quieren hasta que lo tienen enfrente y se dan cuenta de que no es suficiente. O sea, ¿Por qué crees que tu amiga ha tenido tantas malas relaciones que han durado más de lo debido?”. Ella se quedo callada. Después, ella tuvo ganas de besarlo y lo hizo, tuvo ganas de sentir sus manos sobre sus glúteos y lo hizo; él tuvo ganas de pasar sus dedos entre su ondulada melena negra en la que asomaban una canas prematuras (a los veintinueve lo son), al igual que a una chica que conoció alguna vez el autor del presente texto, y lo hizo. Era lo que ambos les gustaban de ellos, que sus ganas estuvieran sincronizadas. 2. Apenas la puerta se abrió ella se coló dentro del departamento como a hurtadillas y busco abrazarlo pero él la esquivo. No insistió con el abrazo, tampoco se puso a la defensiva pero sabía que algo había cambiado, no para bien o para mal. Él le indico con la mano una silla del desayunador; ella obedeció, se sento y se reacomodo el cabello ligeramente entrecano como quien se prepara para alguna actividad física y no tiene una liga para recogerlo. Él se sentó frente a ella y la miro unos segundos alargando el silencio y haciéndolo un poco incomodo; era difícil precisar su estado de ánimo, podía estar molesto o triste o no sentir nada en absoluto. “Le contaste a Fernanda lo que explícitamente te dije que no le contaras”, no había una pizca del acostumbrado sarcasmo; “lo siento, pero estaba muy triste, lloraba por otra conjetura suya y me partió el corazón verla así. La quiero como a una hermana”, ella también estaba seria, aunque podía adivinarse un mezcla de pena y orgullo en su voz; “te dije que no te metieras, que no era cosa nuestra”, sonó molesto, muy molesto; “¡no la iba a dejar sufrir por algo que no ocurrió!”, se excuso ella. “¿Hace cuanto no hablas con ella?”; “como una semana, tal vez menos”; “yo acabo de hablar con Fabián; fue a recoger a tu “hermana” a un motel de mala muerte y la encontró con un ojo morado y los labios reventados…”, parecía que iba a decir algo mas; “no es mi culpa”, dijo ella mirando hacia el piso, “ella…”; “¿está mal?”; se escucho un sollozo a manera de concordancia; “dejo a Fabián y se fue con el primer tipo que la invito a salir”; otro sollozo que quizás quería decir “no digas mas” o “déjame en paz”; los ojos verdes la miraron como queriendo decir “te dije que no te metieras” o “lo siento”, entonces él tuvo ganas de tomarle la mano, como para dar por aprendida la lección, y lo hizo. Ella acepto la mano a manera de tregua; luego se levantaron casi al unisonó y se abrazaron. Ella tuvo ganas de conducirlo a la habitación y lo intento, pero él no quiso. “No tengo ganas”, sonaba cansado, “tal vez otro día… sigo molesto”; ella no insistió, le dio un beso en la frente y se marcho.


Clementino Diogenes

Ciudad de México, 2016




miércoles, 20 de abril de 2016

Pérdida

 
Ahí estaban parados un doctor, un político y un ingeniero. Los tres frente al cuerpo de una mujer sin vida. No paraba de llover afuera, las luces tenues del departamento le daban la apariencia de estar dormida, a pesar de ya no tener signos vitales. Dejó el mundo con una expresión de descanso, de ella sólo queda un cuerpo rígido que viste un blusón blanco de gasa en su sofá rojo, muy mullido.
 
El político encendió un cigarrillo, y el doctor apretó sus manos con fuerza, mientras no apartaba sus ojos de ella. El ingeniero estaba furioso, se veía en su mirada.
-No llegué… dijo el ingeniero bajando la cabeza.
-Nadie llegó a tiempo. Contestó el político. Nunca nadie supo llegar a tiempo.
-¿Y tú quién eres para decir quién estaba a tiempo y quién no? ¡Mírate! ¡Fumando no se resuelve nada! eras el que estaba más cerca, vivías en la misma ciudad que ella, yo no, nunca pude estar cerca, pocos momentos me unían a ella, en todos ellos ella me hacía brillar… y eso es más de lo que puedes decir.
 El político dio media vuelta, lo miró a los ojos, le ofreció uno de sus cigarrillos, el ingeniero lo tomó sin dejar de mirarlo con desdén.
-¿Más tranquilos no? No creo que ella tuviera pensado que nos conociéramos, sin darnos cuenta todos sabíamos de la existencia de todos nosotros en su vida, ella nos contaba, por tanto, tenemos sólo la versión de ella. No voy a juzgarlos, y no quiero que lo hagan conmigo. Ella era lo más hermoso que había conocido, me regresó la sonrisa y las ganas de hacer cosas inimaginables, y aquí entre nosotros, para mí esto es como un segundo abandono, hace no mucho ella me dijo adiós y ni me dejo entrar aquí.
El ingeniero se llevó las manos a la cara.
-Quiero llorar pero no puedo… a mí igual me dijo adiós antes de partir esta vez para siempre. Tenía bien planteado despedirse.
-… es… es hermosa. Muy guapa, parece dormida después de haberse quitado la vida. Yo… yo nunca estuve para ella, ni aunque yo era al que más esperaba, no lo digo por resaltarlo, ni verme superior, sólo que no puedo creer que ya no está. Tenía esperanza de regresar de mi viaje y hablar… sólo hablar, que me perdonará por dejarla sola tantas veces… ni allá pude olvidar el sonido de su risa… díganme que no está fría, díganme que los contrato, que los hizo venir para darme una lección… lo merezco, pero no me digan que no la voy a escuchar más… Dijo el doctor y se abrazó a ella con fuerza… Yo te soñé, yo te soñé ¡Yo te soñé! Querías que viniera a verte. Te soñé antes de bajarme del avión… vine después de mi vuelo a escucharte… y ahora tú, tú… el llanto ahogo su voz…
-¡Eres el rey de los imbéciles! si la hubieras dejado en paz cuando ella te dijo habría hecho su vida normal, no se habría deprimido así, eres el que menos puede decir aquí algo. Yo también soñé con ella, vine a trabajar unos días aquí y me pareció bueno verla… y me dices que no está. ¡Nadie planeo nada! Gritó el ingeniero más que furioso y empujó al doctor para quitarlo de encima del cuerpo.
Todo fue muy rápido….a continuación el doctor contestó el golpe al ingeniero, asestando en su barbilla, dejándolo caer sobre un escritorio lleno de libros y revistas pasadas, el ingeniero se estaba incorporado para rematar con un puñetazo, cuando el político se levantó con fuerza de la silla y saco un revolver de su blazer.
-¡O se calman o ahorita mismo los mando a la chingada! ¡Más respeto por favor! ¡Nadie está aquí para pensar quién fue mejor o más importante en su vida!
Bajaron las manos y se sentaron, el doctor lloraba en silencio, y el ingeniero seguía en una negación profunda irascible e impredecible.  
 -Yo también la soñé, después de tanto la vi en mi sueño, se veía hermosa… me invitaba a pasar a su casa, preparaba té, me hacía reír como nadie y traía una blusa que le dejaba ver todo, me encanta recordarla… me sentí inspirado toda la semana, y la volví a soñar más veces… al final decidí venir después de soñar con ella diario… se aparecía en todos mis sueños, pensé que me volvía loco… apesadumbrado volteó y con la voz entre cortada dijo… nadie podía salvarla, nadie aquí es el hombre que ella necesitaba.
De repente del cuerpo de ella comenzaron a brotar grandes y robustas enramadas que los abrazaron a los tres, con fuerza y con cariño apretó cada uno de sus músculos contra las espinas que brotaban de las fuertes lianas que ahora los tenían atados, inmovilizados el dolor los iba a hacer gritar, pero el miedo y la impresión podían más. Esto no es lo que ellos habían soñado. Ellos no estuvieron presentes en el final de su vida humana, pero ella estaría presente devorándose la de un doctor, un político y un ingeniero.


Viridiana Santana
Ciudad de México, 2016


lunes, 18 de abril de 2016

Nos traicionó la Ropa

María y yo ensayábamos por cuarta vez el amor, libres de prejuicios y con la conciencia tranquila de quien emprende una aventura más,  era nuestro afán de intentarlo y nuestras ganas de estar juntos lo que nos impulsaba, dicen que la tercera es la vencida, en este caso y por cuestiones de logística (teníamos la casa sola) tendría que ser a la cuarta. Se nos pasaron las copas, ese eufemismo tan nuestro para no decir  que nos caíamos de borrachos, pero es que sólo así se nos quitaban los miedos y la vergüenza de vernos desnudos (aunque me choca quitarme las calcetas) y comprobar que somos bellos en nuestra imperfección. Debo reconocer que a María la voy conociendo de a poco,  a cada intento conquisto una isla más de su anatomía, la primera vez los labios, la segunda las nalgas, la tercera los senos, espacios y lugares que  gracias a su infinito cariño son conquistas progresivas e irreversibles,  en esta ocasión combinaba besos con caricias intercaladas a los lugares mencionados  y esperaba por fin declararme el vencedor de la lucha y dejar mi marca y bandera como legítimo vencedor de la batalla.  Ascendimos desde las múltiples capas de embotamiento, ensayando nuevos besos y nuevas caricias a nuestras muy definidas dimensiones, uno debe recurrir a la creatividad cuando el cuerpo es una zona perfectamente delimitada, un terreno minado donde un paso en falso puede significar la muerte de la magia y el deseo. María parecía dispuesta, por primera vez me dejó llevar su mano a mi pecho y a la parte baja del ombligo, respiraba fuerte y los labios rojos me decían que nuestras libidos se encontraban en perfecta comunión, cuando me disponía a dar la estocada final y aventurar el lance heroico que culminaría con nuestro deseo  ella soltó la bomba.
-Hazme el amor. Estoy peda.
-Yo también ¿estas segura?
-Sí, no me voy a arrepentir y no lo voy a olvidar
- Yo tampoco.
-Apúrale, no quiero que me piquen los zancudos la espalda.
-Voy, es que no sé dónde está el broche de tu brassiere
-Mmmmju, te ayudo. Me dijo mientras se quitaba la blusa rápidamente y me apuraba a lo mismo.
-Quítate la camisa.
-Voy, es que no veo ¿prendemos la luz?
-No, no quiero que me veas, estoy gorda.

Cabe mencionar que nuestro diálogo se dio entre varios intentos de hacernos entender, la borrachera nos impedía articular las palabras de manera adecuada, esta versión es lo que pude sacar en limpio noches después, con la mente clara y las ideas frescas. Ella me recriminó.
-Cómo serás pendejo, ni un brassiere sabes quitar.
-No es eso, es que este está raro.
-¿Te quito el pantalón?
-Sí, no veo nada.
-No puedo, traes cinturón, ahh olvídalo.
-Espérate.
-No, se chingó.

No pudimos, no supimos quitarnos la ropa ni los miedos, si, toque partes de su cuerpo que no había tocado antes y descubrí que quizás estaba perdidamente enamorado de María, pero el objetivo principal se había esfumado. Nos miramos tiernamente a los ojos (como para decirnos un no te preocupes, habrá más chances) y nos abrazamos para dormir juntos, no nos quedaba otra. Mientras yo reflexionaba sobre mi estupidez y falta de pericia, María comenzó a resoplar pausada y plácidamente, dormía el sueño de los inocentes. Y fue ahí, justo en ese momento lleno de cavilaciones y dudas donde tuve la epifanía que me hizo falta minutos antes, la gran revelación que hubiera llevado a buen puerto la nave y que me tendría para ese momento roncando en los estertores del deber cumplido: el brassiere se desabrochaba por adelante.

Raziel Jacobo Correa Alvarado 
Un martes de abril en CDMX 2016

jueves, 14 de abril de 2016

Casa chica

Martha era insoportable "esos días" amargaba el ambiente de la casa, se podía respirar el peligro al simplemente abrir la puerta, el aire tenía filo como de navaja de peluquero, cualquier fino movimiento, un estornudo, el rechinar de las suelas de mis zapatos, masticar un poco duro la comida, o el ruido de las gotitas de pipí cayendo en la taza porque la puerta de baño quedara entreabierta, bastaban para desatar a Las Furias y despertar el agresivo animal interno de Martha. Mi casa no era mi casa "esos días", estaba lejos de ser el refugio y la fresca sombra que todo hombre necesita para descansar del trabajo y en general del mundo. Comencé a refugiarme en los bares "esos días" y después cada vez con más frecuencia en el departamento de Yadira.
Yadira tenía otro tipo de animal al que me gustó despertar, su departamento calientito y bien equipado era un gran refugio provisional durante "esos días", no había reglas en su cama, no había mal humor, había alimento suficiente y muchas ganas, mucha disposición de su parte. Podía estar ahí un par de noches al mes sin en realidad dar una buena excusa a Martha, quien parecía más tranquila sin mí "esos días" y no me preguntaba si en realidad estaba yo donde decía. Pero uno de "esos días" encontré a Yadira de mal humor, había dejado de tomarse las pastillas y el ciclo se le alteró. Yadira fue peor que Martha ese día. Comenzó a hablarme de estabilidad y de planes para el futuro y para la vida. Ya no le bastaba verme solamente "esos días". En el fondo pensé que lo decía por estar en “esos días” pero intenté darle gusto, ajustarme a su calendario y ella fue feliz un par de meses. El problema fue que Martha fuera de "esos días" se comportaba como una mujer normal, mostraba sus sentimientos, asumía el papel que le correspondía, me quería solo para ella y le importa mi paradero. Me confrontaba y se ponía de mal humor como si estuviera en "esos días", quería revisar mi teléfono, lloraba y eso era algo que yo tampoco quería, así que no pude cumplirle a Yadira y terminé por verla sólo cuando se podía, inventando cada vez pretextos más tontos a las dos. Seguimos juntos pero mi vida fue una pesadilla, ambas se intuían e intentaban comunicarse a través de mí, me sentía como un objeto en disputa, ambas me arañaban y mordían para marcar mi cuerpo, me escondían su ropa íntima en el saco, solo faltaba que, perdonen la expresión, me orinaran como animales para marcar su territorio, la tregua llegaba únicamente "esos días" en que las dos parecían estar más a gusto sin mi mientras yo me refugiaba solitario en el bar. No me gustaba la situación. Traté de convencer a Yadira de que se volviera a tomar las pastillas y que todo fuera como antes. Me preguntó si yo era casado. Su comentario me causó agruras y una risa burlona. A partir de entonces Yadira se radicalizó y se volvió especialmente insistente, le llegué a contar hasta 50 llamadas en un día. O le pones un alto a esto o nos divorciamos, dijo Martha y al día siguiente se largó temporalmente a casa de sus padres.
Fui al departamento de Yadira sin avisar decidido terminar la relación, pero ella me recibió con besos, abrazos y una hermosa sonrisa. Caray, eso era todo lo que yo quería, lo que necesitaba, Martha no era perfecta, era mi derecho tener un refugio un lugar de fuga con Yadira. Entre besos y abrazos, acostados después de hacer el amor como hacía falta, insistí en el tema de las pastillas. Le expliqué que era lo mejor, pero ella no entendió el por qué, parecía algo ilógico. Me dijo que si temía un embarazo podríamos usar preservativo. Mi silencio despertó a Las Furias al animal agresivo de Yadira, se desprendió de mis brazos y se levantó. Ya dime la verdad, exigió. Yo estaba tranquilo por fuera pero mi cabeza era un remolino. Hay cosas que no deben decírsele jamás a un hombre tranquilo, yo nunca he querido ser un animal. Tampoco me gusta ofender ni decir groserías. Le advertí a Yadira que bajara la voz y que midiera sus palabras. ¿Y qué me vas a hacer? Me retó. Me levanté. Le di una cachetada que la tiró. En sus ojos vi rencor y deseos de venganza. No podía dejar así las cosas, no podía decir "se me escapó" como esos animales que actúan agresivos impulsados por el miedo y la desesperación, tenía que demostrarle que soy un hombre con el que no se juega y sabe lo que hace. Le di una patada en el estómago, solo para ganar tiempo y dejarla sin aire, no para lastimarla, la levanté de los cabellos, le apreté la garganta y la puse contra la pared, murmuró que la soltara por favor, en sus ojos había miedo en vez de enojo, tristeza en vez de rencor, supe que había ganado y entonces hablé. Le advertí que no me gustaban sus preguntas, pero también le dije que la amaba y la necesitaba, le prometí que tendríamos estabilidad pero sería a mi manera, con mis reglas los días que yo quisiera. Apreté su cuerpo desnudo contra mi cuerpo desnudo, le separé las piernas con mis piernas y la besé en la boca.




Romeo Valentín Arellanes
Ciudad de México, antes Distrito Federal, abril de 2016

domingo, 27 de marzo de 2016

Editorial




Los Viajes
A Gilberto Joel Silva Arellanes, alias el Base.

Un viajero no es lo mismo que un turista, hasta la cámara de hoteleros, restauranteros y otros servicios turísticos los define distinto: un turista permanece fuera de casa por un tiempo bien definido, bajo un plan de viaje estructurado y planeado con meses de antelación, lleva a la esposa y a los niños y siempre guarda un poco de dinero para comprar los tamarindos y los llaveros de caracol que dicen "Recuerdo de Acapulco", o para verse cotorrón una playera con un niño triste que dice “Mis tíos fueron a Veracruz y sólo me trajeron esta pinche playerita". Generalmente viaja en paquetes que incluyen todo, la visita a la cascada, la entrada al ecoparque, el desayuno continental y folletos de lo que vale la pena ver y probar,  incluso se puede saber cuánto dinero va a gastar. Con los viajeros los hoteleros y los restauranteros nunca saben que esperar, no se sabe por qué abandonan su casa, ni cuánto tiempo estarán fuera, el viajero no tiene una fecha de regreso y los motivos de su viaje pueden ser diversos, son un misterio. Ya sea hombre o mujer casi siempre va solo, aunque vaya acompañado, porque en el viaje siempre hay una enseñanza, o una introspección, aún cuando no se busque o no sea el fin. Por supuesto también se requiere de presupuesto, de iniciativa, o de una razón suficientemente fuerte para alejarse de la comodidad de lo conocido y aventurarse en otras tierras y horizontes. En estricto sentido la vida es un viaje (no estamos pachecos), nacemos con el boleto de ida comprado, pero según Alex Lora “no sabemos ni cómo ni cuando el destino nos va a tocar”, o lo que es lo mismo, del viajero no sabe para dónde va, ni de dónde viene. Visto así, un viaje puede ser cualquier desplazamiento de nuestro cuerpo o mente hacia cualquier parte, desde los sueños que tenemos cuando viajamos dos horas en el camión hacia Chimalhuacán, hasta los malviajes de las primeras veces que combinas la mota con el alcohol, o sea que para viajar se necesita decidirse, o necesitarlo. Este mes en Desencuentros le damos cabida a las crónicas de sus paseillos, de sus vacaciones en Europa con los primos, de sus excesos con los viáticos en los restaurantes de París, de las comisiones para ir a capacitar al personal operativo de la delegación Sonora, de su primera empeyotada en Real de Catorce, de su luna de miel en Sayulita y del festival playero para el cual adelgazo y se compró un nuevo traje de baño. Si lo prefiere, aceptamos también la reseña de su trajinar diario en el metro, el microbus y la combi, la reseña de la plática en el taxi,  o de ese viaje sin retorno que es la muerte.  

Campeche en mi cumpleaños



Soy una persona muy sentimental y un poquito especial, por no decir sangrona, en mis cumpleaños, siempre organizo una fiesta en mi honor a la cual invito a todos mis amigos para bailar, cantar y brindar, no me gusta estar sola o sentirme ignorada ese día. Ese otoño del 2011 no sería la excepción, pues no era un cumpleaños cualquiera, era mi primer cuarto de siglo, tenía que celebrarlo de manera gloriosa y monumental, pues para mi esa edad es donde tu vida empieza a tomar más forma, hay más estabilidad económica y aun cuentas con la juventud suficiente para disfrutarla y seguir haciendo tonterías, aunque claro, con mayor responsabilidad, pues a esa edad también empiezas a prepararte para llegar como un triunfador a los 30, la gran edad de la madurez, cada uno de tus pasos en los últimos 5 veintes marcarán el camino para llegar hasta ahí, es por eso que para mi era tan importante ese cumpleaños.

Yo contaba con un modesto empleo muy a mi gusto, el ideal para mis 25. Todo pintaba a que ese cumpleaños iba a ser perfecto, pero no fue así; una semana antes del gran día se me informó que tenía que trasladarme a Campeche por 2 semanas para atender asuntos urgentes de mi trabajo. Lloré, supliqué, intenté hacer cambio con mis compañeros, hablé con mi jefe, pero nada funcionó, todos me contestaban con un "no, lo siento". Mi familia y amigos me dieron ánimos diciéndome que a mi regreso festejaríamos y a todos les contestaba con un "no es lo mismo" mi cumpleaños caía en sábado, era un excelente día para festejar y todo se había arruinado ¿qué iba a hacer en ese lugar sola en mi cumpleaños?.

Pues bien, de lunes a viernes estuve en depresión total. En el trabajo rehusaba las ofertas de mis anfitriones para llevarme a conocer la ciudad, iba del hotel a la oficina y de la oficina al hotel.

Llegó el viernes 21, eran las 23:50 y yo veía tele, dieron las 12 y oficialmente ya era mi cumpleaños, comencé a llorar, sonó el teléfono por una llamada de mis padres poniéndome las mañanitas y yo lloré aun más, como dije en un principio, suelo ser muy sentimental en mis cumpleaños. Yo no quería estar ahí, quería regresarme pero nada podía hacer.

Al día siguiente mi celular y el Facebook estaban llenos de mensajes de felicitaciones que en vez de alegrarme me deprimían más porque me hacían extrañar mi casa, familia y amigos.

Como a eso de las 12 de la tarde, me dieron ganas de salir, mínimo a comer así que me metí a bañar y me arreglé, no de la manera más coqueta y bonita como suelo hacerlo en mi cumpleaños, pero si de una manera decente para salir.

Fui a un lugar cerca del centro y mientras comía me di cuenta que en verdad era un lugar bonito donde podría pasármela bien si no fuera porque estaba sola en mi cumpleaños.

Cuando terminé, un chico del módulo de turismo que está enfrente de la catedral me abordó diciéndome de un fabuloso viaje en un barco pirata. Pensé que sería buena idea, no era la legendaria fiesta que tenía planeada, pero bueno, también una tiene que madurar no puede embriagarse eternamente en cada fiesta de cumpleaños que tiene, a parte, qué otra cosa podría hacer, así que compré el boleto.

Miré el show de piratas sola tomando una cerveza, el cuadro más deprimente que habría imaginado para ese día, era alrededor de las 6:30 de la tarde, el sol comenzaba a ocultarse en el mar, regalándome un bonito atardecer de cumpleaños. Un grupo de jóvenes que iban ahí haciendo alboroto y bebiendo cerveza notaron mi nostálgica mirada hacia la puesta de sol y me gritaron "¿hey estás sola, quieres una cerveza?" sonreí y en automático dije "sí, es mi cumpleaños", esas únicas palabras necesité para que todo el grupo empezara a gritar y brindar conmigo. El barco atracó como a las 8, aun era muy temprano para ir a dormir en un sábado de cumpleaños, así que me fui con ese grupo a un cantabar, ahí el festejo de cumpleaños se puso en su máximo esplendor, los meseros llevaron un pastelito con una vela y me cantaron las mañanitas, después siguieron apareciendo más cervezas y botellas de alcohol, recuerdo haber cantado muchas canciones, no recuerdo con exactitud cuantas, pero de seguro canté alguna de Alejandra Guzmán, siempre cantó rolas de ella; también recuerdo haber estado en el baño ayudando a una chica a vomitar y también haber vomitado yo, después de eso nada es claro, solo más música y más alcohol, me quedé dormida un rato en el sillón del cantabar, después recuerdo estar caminado por el malecón, todavía estaba borracha; todos mis compañeros de festejo seguían ahí conmigo, borrachos igual que yo, algunos aún traían en vasos de plástico la famosa caminera. No tengo una idea clara de cómo llegamos ahí, solo se que ahí estábamos y justo en frente de la Novia del Mar empezó a amanecer, uno de ellos se acercó a mí y me dijo, "ya no es tu cumpleaños" y empezamos a reír. 

De ahí me fui al hotel, me despedí de todos como solo los buenos borrachos se despiden, diciéndose cuánto se quieren, lo bien que la pasaron y lo mucho que se seguirán hablando; promesas que no cumplí pues mi celular se perdió en la fiesta con todos los teléfonos de mis nuevos amigos y por más que intentaba no podía recordar en qué hotel estaban ni cuándo se regresaban.

Ese domingo me la pasé recuperándome de la cruda y la siguiente semana volvió a ser del hotel a la oficina.

Por fin el día de volver llegó y en casa esperaban regalos y felicitaciones atrasados. Ya no hice fiesta, la verdad no tenía ganas, además ya había festejado; aunque cuando conté de mi festejo muchos me regañaron por mi imprudencia de embriagarme sola con desconocidos y tan lejos de casa, "qué querían, no tenía con quien festejar" era lo que respondía.

De eso ya pasaron 5 años, ahora mi próximo cumpleaños es el número 30 esa edad a la que a mis 25 la veía como la gran edad y si me preguntan si estoy llegando como triunfadora a las 30, diría que no se trata tanto de eso, más bien de fluir. algunas cosas no cambiaron, sigo igual de sentimental que a mis 25 pero un poquito menos berrinchuda, descubrí que no todo se puede controlar, también ya no me afecta tanto la soledad, al contrario ahora la disfruto, a parte ya vi que puedo hacer amigos perfectamente bien en los viajes y que la verdad eso de la edad no es tanta bronca, da igual los 28, 29 o 30, en cada año sigo cometiendo errores y haciendo tonterías como a los 18, pienso que lo importante es vivirlos con sus malos y buenos momentos; aunque bueno, hay algo que si no puedes seguir haciendo eternamente como a tus 25 y eso es tomar alcohol, las crudas ya no son como antes, por eso mis cumpleaños ya son cada vez más tranquilos y no como esa vez en Campeche, que de recuerdos confusos me quedé con una velita de cumpleaños que encontré tiempo después guardada en mi chamarra.

Lic. Sandoval
Atizapán de Zaragoza, Edo. Mex.

martes, 22 de marzo de 2016

Paz interior


Abrí los ojos, me costó recordar en qué ciudad estaba, había despertado en otro cuarto de hotel desconocido. Fijé la mirada en el techo y tuve el presentimiento de que algo malo pasaría. Me juré a mi mismo que guardaría la calma. Solo falta un día, este día, con esa idea en la cabeza me calmé. De pronto nada me importó. De un tiempo a la fecha puedo ser indiferente a casi cualquier cosa, me gusta pensar que no es egoísmo sino una facultad adquirida con los años y la experiencia. Pienso que la paz interior de la que hablan los monjes budistas debe ser una especie de indiferencia ante absolutamente todo, hasta a uno mismo. Me mantuve tranquilo cuando la recepcionista me cobró indebidamente la habitación. Debe haber un error señorita, la habitación la pagó la empresa con anticipación, según entiendo. Debí hacer un escándalo, llamar a la oficina para aclarar pero ni si quiera lo pensé. Extendí la tarjeta de crédito. No tendré dinero al final de la quincena, pensé, pero qué más da, si mi vida no es muy activa fuera del trabajo últimamente. Señor olvidó su factura, gritó la recepcionista, pero le dije al conductor del taxi que no se detuviera.

Ya en el mostrador, al tratar de documentar mis maletas me dijeron que el vuelo estaba sobrevendido. Pero ya está pagado, les recordé, lo debió pagar la empresa con anticipación. Lo sabemos señor y lo sentimos, por eso en compensación, si aborda el siguiente vuelo en vez de este, le daremos dos boletos gratis para un destino nacional, válido todo el año, ¿no le gustaría tener unos boletos gratis para sus próximas vacaciones en pareja? ¿Para qué me sirven ya dos boletos?, mi destino es abordar este avión, pensé. Un señor detrás mío intuyó mi negativa y se apresuró a pedir la oferta. ¿Puedo tomarlo yo? Solo si el caballero acepta, dijo la del mostrador. Les sonreí y decidí abordar el avión que me correspondía.

Las azafatas estaban nerviosas desde el principio, peleaban entre sí discretamente, a un volumen bajo pero estoy seguro que lo hacían. Se arrebataban las cosas y salían y entraban constantemente de la cabina. Los demás pasajeros tal vez lo notaron o tal vez no, pero yo sí. Todo lo estaban haciendo con demasiada prisa, la azafata ni siquiera dio completas las instrucciones de qué hacer en caso de accidente y tampoco las dio en inglés. Pero a nadie pareció importarle, tal vez todos las sepan de memoria como yo -las salidas de emergencia están a los costados, siga el camino de lucecitas amarillas, debajo de su asiento hay un chaleco salvavidas, colóqueselo primero usted y luego a los niños o adultos mayores; si caen las mascarillas del techo, también, primero usted y ayude a su compañero si es menos hábil- o tal vez todos están seguros que llegarán con bien a su destino.

Esta aerolínea está cada vez peor, dice mi compañera de asiento y pienso que tiene razón. La vez pasada solo me dieron unos cacahuates joven, ahora vea, hasta le tiran a usted el café. Le sonrío. A mi edad ya no quiero seguir viajando así, es muy pesado… ¿usted tiene hijos? Un movimiento brusco y mi compañera de asiento grita “ay Dios mío”. El piloto alerta a la tripulación y pasajeros que pasamos por una zona de turbulencia. Ya ve cómo cada vez es peor joven, se supone que deben avisar de la turbulencia desde antes y no ya que se siente. Vi a las dos azafatas hasta la punta del pasillo estaban una al lado de la otra en sus asientos de seguridad, no peleaban ya, estaban tomadas de las manos. Ay Dios mío, gritaron más pasajeros y mi compañera de asiento se puso a rezar en voz alta. Un nuevo brinco del avión la hizo rezar más rápido hasta ponerse a llorar, otro brinco y mi compañera casi se ahoga con su llanto. Todos gritan, algo truena y las mascarillas caen del techo. Hay lágrimas escurriendo por los cachetes de las azafatas. La gente no sabe qué hacer con las mascarillas, las enredan y desenredan sin poder respirar. Mi compañera solo aguanta la respiración, suda y se aferra a su asiento. Me logro colocar la mascarilla y logro también colocársela a ella. No habla, me aprieta la mano, me clava las uñas. Le digo que se calme, que independientemente de lo que pase, nosotros estaremos mejor.




Romeo Valentín Arellanes
Ciudad de México, marzo 2016.


lunes, 21 de marzo de 2016

El primer amanecer




Para Fabrizio Alejandro

Voy camino a ninguna parte, pero debo saber llegar.
“Camino a ninguna parte”, Los Estrambóticos


A media noche, la oscuridad se fuma en una bocanada, pero no desaparece con el humo, aparenta ser eterna con cada parpadeo y efímera en el cielo como una estrella fugaz. Camino sin estar seguro de que existe un destino. Sin madre, literalmente sin madre, no hay hogar. Ahora la abuela también está muriendo y yo vuelvo con él, con quien se dice mi padre.
Los otros pasajeros me miran como un maldito bicho raro, como si nunca hubieran visto a un chavo fumar, de seguro sus jodidos hijos están más apestados que yo por este cigarro. El chofer del ómnibus nos acarrea, los nueve pasajeros abordamos. Me hundo en el asiento; esta paradita me cayó mal, pues el frío traspasa fácilmente el cuero negro. Noviembre siempre es así, con las estrellas perdidas en el frío. Acomodo mi guitarra, mi “negra”, para evitar que se caiga del asiento. Veo por la ventana y recuerdo la primera vez que mamá perdió el cabello, de hecho muy apenas recuerdo los rizos cafés por su frente, estaba cansada casi todo el tiempo, se quedaba dormida en los sillones y a veces me obligaba a tomar la siesta con ella. Yo renegaba, lloraba y trataba de hacer un buen trato para escapar de la alcoba, pero poco a poco, al llegar de la escuela, ya era hora de la siesta. Y en la noche, después de esas fantásticas historias donde éramos estrellas de rock, ella tocaba frenéticamente la guitarra de aire, se acababa El son del dolor y comenzaba mi canción, me cargaba por unos segundos y, si no estaba él, subía todo el volumen y cantaba: “Nunca supe cómo bajarte a ti una estrella, pues mi reino no pasa de la azotea”. Me devolvía a la cama, y mil besos después, me dormía.
Creo que siempre he soñado con ella, a pesar de todas esas patrañas que me cuenta mi abuela. Yo nunca vi a mamá con un cigarro en la boca y ella me amaba, me amaba, no me la imagino fumando mientras estaba embarazada; y si fuera cierto, todos y todas fuman en la familia, es más culpa de mi abuela que de ella. Además el cáncer le dio en el colon, no en los pulmones. La abuela sólo lo dice para que yo deje de fumar, como si ella misma pudiera dejar de hacerlo; pero no creo que eso pase, es nuestra única escalera al cielo. Llevo conmigo todos los casetes de mamá: Rock en tu idioma y muchos clásicos en inglés. No sé por qué mamá nunca aprendió a tocar la guitarra, por qué en vez de ser una rockstar se casó con un viejo amargado diez años mayor que ella: se conocieron, salieron y no sé exactamente su historia, a la abuela nunca se la contaron, ella sólo sabe que por mi llegada mamá dejó la universidad. Quizá su historia en algún momento fue de verdadero amor. Lo único que lamento es que los CD están remplazando a las cintas y en la casa de la abuela se queda la casetera; ahora los escucharé en solitario, en mi walkman. Igual y en la ciudad de México las encuentro en disquito para cualquier reproductor láser.
Cuando los rizos de mamá volvieron a crecer, yo aprendí a leer, hacer cuentas y hasta la tabla del cinco. Ella me llevaba todos los días a las clases de batería, porque en nuestro grupo, yo era el baterista, él el bajista y ella la guitarrista. Tocaríamos todas sus canciones favoritas, conoceríamos a mi tocayo Alfonso André y nos echaríamos un palomazo, como grandes amigos. Todas las noches “ensayábamos”; para ese entonces mamá dejó de cantarme la misma canción, sólo me cantaba con las que podía tocar furiosamente su guitarra de aire y sacudir su corto cabello. Yo siempre quería más, pero teníamos que detenernos antes de que él llegara, lo único que me hacía dormir era la promesa de que el día siguiente sería más emocionante.
—Mira qué tarde es y no hay rastros del sol; si no te duermes no podrá amanecer, así que cierra los ojos para que el sol vea que estás dormido y se anime salir.
—Pero ya quiero que sea de día, mamá —qué tarado me veo, ojalá nadie haya escuchado que hablo solo y dormido. Mejor me levanto. Todos los pasajeros parecen estar soñando cosas inquietas. Camino hasta el final del autobús, tengo más sed que ganas de orinar, pero entro al baño. Aquí sí se siente la velocidad, ¿así cómo puedo orinar? Seguramente sentado, como indican los dibujitos en la puerta. Sólo me miro en el espejo. ¿Qué demonios hago aquí? No tiene sentido que deje a mi abuela, que deje mi casetera, que deje que me manden con él. Aún retumban en mi mente las súplicas de mi abuela diciéndole que soy un buen chico, que puedo recomenzar la prepa allá, que está muy enferma, que ya tiene los labios morados, que muy apenas la cuidan a ella, que me reciba con su nueva esposa y sus dos hijos, que después de todo yo también necesito un padre.
Me veo en el espejo, casi no puedo mantenerme de pie. Dicen que tengo los ojos de mi mamá, casi no la recuerdo: me es muy difícil no mezclar los momentos de cuando ella tenía cabello, con la imagen de su cabeza cubierta por los pañuelos multicolores. A menudo necesito recordarla mientras veo algunas de sus fotografías de cuando yo nací, con su pelo hasta la cintura y su piel sin manchas. Sus ojos combinaban con su cabello y tenía la misma nariz que la mía, larga y delgada. ¿Qué dirá él cuando me vea? ¿Se acordará de ella?
Regreso a mi asiento. A la noche le cuelga un rato y al viaje unas ocho horas. A veces, cuando se me antoja un cigarro, en un flashback, veo a mi mamá fumando y hablando al mismo tiempo, pero nunca encuentro ese momento exacto en mis recuerdos. Ya no sé, quizá simplemente era cierto.
La segunda vez que mi mamá perdió el cabello, todo fue tan rápido, tan oscuro y mi memoria lo resume en sólo tres actos: en el primero ella está vomitando, hincada en el baño, con la luz apagada, yo la enciendo, ella voltea y me dice que todo está bien; en el segundo, ya no tiene cabello, se mira en el espejo con una enorme cicatriz en su vientre hinchado, sonríe diciendo que parece negrito de África; en el tercero está acostada en su cama, se escucha mi canción, con la que siempre me dormía la primera vez que perdió el cabello, me abraza y me canta la primera estrofa, me suelta; yo me levanto y toco la cabecera con mis baquetas, entonces entra él y me dice que deje mi escándalo, que mi mamá necesita descansar. Después de ese día no la volví a ver.
Desde entonces estuve con la abuela. Pasaron los días. Él venía muy pocas veces a verme y en una de sus visitas, de no más de diez minutos, me trajo un walkman, todos los casetes de mi mamá y un par de baquetas nuevas. Sólo me dijo que ella me las mandaba, que ahora eran mías. La abuela lloraba gritando, que por cuidarme, no cuido a su hija; a él se le quebró la voz por unos segundos. No quise escucharlo más, me coloqué los audífonos y corrí tan rápido que en un instante ya estaba en el patio. La noche comenzó a apoderase de todo, inclusive de mí y del rock a todo volumen. Mi corazón latía tan rápido, sólo podía llorar, pero en un instante paré de golpe, entonces vi las estrellas de noviembre y parecían brillar más que nunca. En ese momento creía firmemente que mamá seguía viva, pues las estrellas como ella seguían brillando. Me quedé mirándolas, mientras la batería estallaba en mis oídos y el bajo retumbaba en mi estómago. Ella tenía que estar viva.
Ahora ya no me deslumbran las estrellas, trato de no verlas, porque cuando la inmensa energía irradiada por una supernova nos cautiva, sólo significa que ha muerto años luz atrás. Menos toco la bataca, pues la abuela administraba demasiado bien el dinero que él me mandaba y nunca lo desperdició en tontas clases de ruido. También controló casi todo mi tiempo, así que en  secundaria, no iba a clases, para aprender a tocar la guitarra y fumar atrás de los salones. Para segundo año, la abuela aceptó que entrara a la rondalla, mientras no descuidara mis tareas. Creo que lo permitió porque a la familia se le pasó la lástima por mí. La abuela dejó de cuidarme y defenderme todo el tiempo, entonces me convertí en el jodido hijo del dominio público: todos tenían el derecho de regañarme, pero sin la obligación de darme algo, pues no eran mis padres. De cualquier forma nunca tuve que pedirles nada. Él me regalaba lo que yo pedía en cada navidad y quinientos pesos para mi cumpleaños. Así que la navidad pasada me mandó mi guitarra eléctrica, mi “negra”, y el amplificador. Nos volvimos inseparables, por eso mi negra va a un lado mío, entre la ventana que muestra la noche y yo. Aunque en vez de púas me mandó un par de baquetas, él lo recordó: en nuestra banda yo era el baterista. En ese instante me sacó de onda, y esa navidad, el sonido de una batería volvió a estallar en mi cabeza. Supongo que por eso estoy en este autobús, tratando de sentirme unido a él, imbécilmente quizá, después de ocho años.
Sé que es una razón estúpida. Pero supongo que soy estúpido. Porque desde el funeral de mi mamá no volví a tomar unas baquetas. Tampoco me acerqué a verla en el ataúd, sólo me paré detrás de las cortinas. Le di lástima a la abuela, me rescató de esa tela gris: aún recuerdo su rostro rodeado de canas y el resto de su cabello café detrás de sus orejas, sus ojos cristalinos mirándome; ésa fue la última vez que me cargó, yo le dejé el hombro empapado y entonces regresamos a casa. Al llegar, sólo miré por la ventana hacia la calle. La abuela fumó en silencio toda la tarde en la cocina. Se hizo de noche. Vi que él llegó, bajó con una maleta de su carro negro. Entró a la casa, trató de no verme y habló más de diez minutos con la abuela. Yo seguí en la ventana, con la cara fría y el walkman con la cinta atorada. De cualquier forma no escuché lo que decían. Él se me acercó, me abrazó y se fue. Quise correr tras él, pero sólo toqué el vidrio con las baquetas. La abuela me las quitó y me dijo que odiaba ese ruido, regresó a la cocina y yo volví a la ventana. Él no se detuvo por mí, ni siquiera volteó, subió a su auto y arrancó. Con la cara helada y sin cerrar los ojos, pasó, el sol apareció. Y yo, tan estúpido, pensé que no iba a salir hasta que yo pudiera dormir. De nuevo el llanto de niño estúpido, que ahora no vale nada.
En la camionera, la abuela se despidió de mí. Me abrazó tan fuerte que pensé que sería eterno. Esta vez ella mojó mi hombro y yo la cargué por un minuto. Me sonrió y dijo que todo estaría bien. Entonces me dieron ganas de llorar, pero no lo hice. La abuela con todo su cabello canoso, me envió lejos para que yo no la vea sin pelo, para que no volviera a vivir lo mismo. Mis tíos le insistieron que era tarde, que me dejara ir ya. La abuela sólo se detuvo para decirme que dejara de fumar o fumara lights. Supongo que recordó que me quitó mis baquetas.
  Mamá siempre dijo que la noche me pertenecía; el sol no saldría si yo no dormía, pues las noches son de las estrellas como yo, como nosotros. Y yo le creía, de verdad le creía, así que cerraba los ojos para que volviera a ser de día, porque además así comenzaban nuestros sueños y terminaban en un gran concierto de rock, más que mágico. Pero el sol sale cada madrugada pese a que yo siga despierto y mire por la ventana, con el walkman a todo volumen. Aun así, a veces me aferro a sus palabras aunque el amanecer me alcance sentado de camino a ninguna parte, sin que yo cierre los ojos y el sol simplemente salga somnoliento de entre las noches frías de noviembre y las estrellas que se desvanecen entre un cigarro y otro.


Tania Plata
Durango

Publicado originalmente en: Malcriadas Miniatura, Nitro/Press


viernes, 18 de marzo de 2016

Semana Santa

Escogimos Tepetongo porque a nuestro parecer es el mejor balneario de México, nada que ver con las nacadas de la playa en el Zócalo donde todos los gordos y prietos se van a dar sus baños de pueblo y agua puerca, Michoacán  con su clima benévolo y su aire limpio ofrece mejores opciones para una familia como la nuestra, que no es grande, pero tampoco pequeña, que no es adinerada pero tampoco pobre y que siempre se ha preciado de tener  buen gusto en sus vacaciones. Me chocan los chilangos son bien nacos,  todo ensucian y llenan de caca y basura. Nosotros no,  venimos de Veracruz con nuestros valores bien aprendidos, humildes pero conscientes, nada de andar tirando la basura en la calle, para eso llevo yo mis bolsas del super. Debo reconocer que este año nos costó más trabajo el ahorro, es que ya somos 10 en esta casa y los cimientos y los dineros no aguantan tanto cuarto ni tanta escalera de caracol, es curioso, pero a veces me parece que vivimos en un laberinto, cuando quiero ir a mi cocina y me equivoco de escalera, termino en el cuarto de mi sobrino. Pero bueno, le decía vecina que nos vamos a Tepetongo y que casi no juntamos para las vacaciones,  desde que está la cosa esa Uber  ya no nos va bien con el taxi, mi marido se aplica y a duras penas saca 500 diarios, pero trabaja desde bien temprano, se cansa bastante y gasta  mucho en gasolina. Yo antes en semana santa estrenaba traje de baño y sombrilla pero este año llevare los viejos, mis nietos se bañarán en su trucita que la verdad pasa muy bien por traje y no comeremos en restaurantes, puros sándwiches, arroz y huevos duros que llevo, no se crea nos daremos nuestros lujitos, mi marido ganó una apuesta y tenemos una reja de cocas, mi consuegra junto de su pensión y coopero para unos bombones que pensamos asar en una fogata a la luz de la luna, le digo sencillitos pero llenos de detalles nuestros días de descanso. Sólo espero que no se llene mucho, ya ve que la gente es tan así, que no respeta y para decirlo claro es bien atascada, alguna vez fuimos a la Ola en Chapultepec pero no se imagina, llenísimo, el agua toda miada, los refrescos bien caros y la gente bien naca ahí toda amontonada. Usted no sale, que triste, tanto chingarse trabajando en el puesto de quesadillas y ni un descanso, ¿su marido es bien borracho verdad?, afortunadamente el mío me salió bien trabajador, feo pero trabajador y ya ve, en esta casa todos trabajamos, usted se para las chingas sola, ni cómo ayudarle. Yo creo que es necesario darse esos descansos, sino se va a morir usted bien joven,  dígale a su marido que deje de chupar y que la lleve a pasear aunque sea al Zócalo,  a lo mejor a usted si le gusta la playa que ponen y se mete a bañar. Pero bueno la dejo, que nos vamos mañana temprano y no he puesto los huevos a cocer, Tepetongo no me va a fallar, le digo, yo me considero una persona que sabe apreciar lo que ve y vive,  por eso sé que esta Semana Santa nos vamos a divertir mucho en familia , ya después que sea lo que Dios quiera.
Raziel Jacobo Correa Alvarado
CDMX  2016