domingo, 31 de julio de 2011

Daño cerebral (parte I)


Faltaban unos meses para su cumpleaños 27, edad mítica promedio  en la que mueren los roqueros que se convierten en leyenda, pero él aún gozaba de salud suficiente para vivir otros 27 años y no tenía vistas de cumplir las promesas de vida que se hizo a sí mismo en la adolescencia, época en que descubrió su devoción por el Rock. Ahora que su juventud se extinguía, por primera vez pensó en el suicido de una manera auténtica, seria, sin la exageración melodramática que acostumbra montar ante los demás cuando tocaba el tema; pero desistió de la idea, concluyó que su sangre mediocre no era una digna ofrenda para el espíritu del Rock. ¿Quién era él para morir envuelto en esa bandera? ¿Quién era él para emular a Cobain, Vicious, Hendrix, Janis, Bonham, Moon y todos sus ídolos? Todos ellos habían logrado algo grande antes de morir, habían sacudido a las buenas conciencias, habían roto con lo establecido, escrito himnos generacionales, conseguido fama y fortuna, brindado conciertos memorables y consolidado una base de fieles fanáticos antes de romperse la cara en el fondo del abismo. A todos ellos el Rock les había dado a elegir entre una muerte congruente o seguir en la frívola y conformista fama traicionándose a sí mismos. Ellos escogieron la muerte y el Rock los recompensó con la vida y la juventud eternas. Pero él quién era: un don nadie simplemente, un don nadie que no podía morir antes de llegar a viejo; un don nadie a pesar de su buen oído, su feeling y su pulida técnica para tocar. Seguramente el Rock rechazaría y escupiría su vida ofrendada; la gente achacaría su muerte a las causas más comunes entre los suicidas y a los hechos concretos de su vida: una depresión crónica que nadie había notado antes, la frustración, la inmadurez, la cobardía o la incapacidad para dar la cara por su hembra y enfrentar la paternidad como un verdadero hombre. Sin fama que intercambiar por la muerte nadie valoraría la pureza de sus acciones ni el compromiso auténtico de su alma con el espíritu del Rock; ante la gente, los hechos concretos terminarían por imponerse empañando la belleza de los ideales, como casi siempre sucede. ¿Pero entonces qué rumbo debía de tomar en su vida? Su realidad era obvia y evidente aunque él no quisiera verla. Le dolía reconocer que no tenía el talento nato y excepcional que se necesita para el Rock de grandes ligas, lo sabía desde hace mucho pero creía que su pasión auténtica y su técnica compensarían de alguna forma esta carencia. Era buen ejecutante, sí, pero siempre le había faltado el carisma y arrojo de las estrellas de Rock. Era antipático y sin chispa. ¿Y cambiar de género musical?... ¡nunca! prefería volverse burócrata antes que cambiar de estilo, mucho menos volverse huesero, músico de fiestas o músico de cámara, porque pese a todo la única música que le satisfacía interpretar era el Rock, su Rock. Pero ahora no le quedaba más que aceptar el fracaso. Lo más sensato era asumir la inexorable paternidad y abandonar el Rock tal como lo habían hecho uno a uno sus viejos compañeros de batalla, casados ya, con hijos, sin pelo, con barriga desde hace varios años. La solución era aceptar su contradictoria desgracia: Ya que no era digno de morir por el Rock, entonces el Rock dentro de él tampoco estaba en un lugar digno, por eso debía ser exorcizado, arrancado de su alma de forma violenta por su propio bien, igual que se amputa un órgano para eliminar el cáncer que amenaza la vida. Tenía que amputar el Rock dentro de él, matarlo y enterrarlo aunque perdiera una parte de sí mismo, aunque quedara incompleto y parapléjico, matarlo aunque el proceso fuera doloroso.

Con inusual decisión empeñó sus instrumentos, sus amplificadores, sus discos incluyendo las ediciones especiales, esperaba comprarse unos trajes, pagar el peluquero y dirigirse directo a buscar trabajo con el dinero que le dieran, pero la cantidad entregada fue tan inferior a sus expectativas que su ímpetu de cambio trastabilló, se arrepintió. Le dieron ganas de beber para ver si así le volvían a dar ganas de cambiar su vida, o por lo menos para pensar la forma de recuperar sus cosas empeñadas. Se perdió en la primera cantina que vio abierta. Algo bebió que no era bueno porque su mente, hasta la fecha, no recuerda casi nada de lo que pasó esa noche, sólo los enigmáticos ojos miel de aquel viejo con el qué brindó antes de perder el sentido…


Romeo Valentín A. agosto de 2011
Tenayuca, Estado de México

Good Luck Mr. Robert

Tengo miedo, los augurios de la noche me dicen que estoy en el lugar correcto. El cruce de caminos pareciera falso, como dibujado en mi imaginación, la bruma dificulta mirar y respirar, quisiera haberme equivocado y estar desvariando por el terror y el whisky que sigue sin confortar. Falsa ilusión del cobarde, los aullidos de los perros, el sonido inconfundible del silencio y los presagios en el viento confirman lo contrario, es aquí. Espasmos de terror recorren mi cuerpo, por momentos siento el toque frío de la muerte en el hombro izquierdo. Es el miedo, el miedo me hace desvariar, me hace sentir este sudor helado que me recorre la espalda, me atenaza la nariz con aire sofocante e irrespirable. 

La guitarra en mi mano espera callada, mi amante ingrata, mi desafiante amor, la dueña de mis decisiones, por quien obsequiare lo único de valor que poseo. Espero, llevo horas esperando, los cigarrillos se agotan, la sed es insoportable, otro whisky no caería nada mal, el miedo se vuelve compañero, la oscuridad impenetrable deja de intrigarme, la impaciencia hace su juego y me gasta bromas crueles, es la ansiedad de lo inevitable, la ansiedad del destino que viene a mi encuentro.
Intento tocar un poco para calmarme, nada sale de mis dedos entumecidos, no hay emoción sólo mediocridad, estar aquí es la decisión más honesta, la guitarra se niega a seguirme, esta molesta lo sé, no más, hoy termina. Pagaré, se que pagaré, todo en la vida se paga, pero esto va más allá, me condeno a cada minuto y me aterra la la innegable verdad: no hay otra solución. 

Lo supe en cuanto ese apuesto hombre de traje fino me escucho tocar en el bar, me miro por primera vez sonrió y me señaló:
 
-Tú, mañana al anochecer en la encrucijada- me dijo- no faltes, tus deseos serán concedidos.
 
¿Y qué deseo?, deseo ser correspondido, deseo que mi amante ingrata responda a mi llamado, que sienta lo mismo que yo, que exprese mi dolor, que sepa que mi condenación será ella, para siempre. 
La muerte me toca de nuevo, señala el camino y susurra un par de palabras: ya viene. Observo la nube de polvo cada vez más cercana, esta vez es verdad, no más juegos de la mente ni trampas de la ansiedad. 

Un auto negro con asientos de piel y un olor peculiar se detiene. Es él, el hombre del traje fino, sonríe de nuevo, se delata, no hay duda es él, muestra el contrato en su mano, habla con esa voz que me paraliza la voluntad :
 
- Robert estas haciendo lo correcto. 

Firmo con prisa, manchando de sudor el papel, señala a mi amante ingrata y sonríe por última vez. Sube a su auto negro con asientos de piel y olor peculiar, me mira de reojo, toca su sombrero a manera de despedida, tan sólo dos palabras:
 
- Te espero.
 
Observo la nube de polvo alejarse, de pronto la certeza del destino funesto y el arrepentimiento se apoderan de mí, lo se, lo sabía, mi alma esta condenada. 



Raziel Correa, Agosto de 2011.
Venustiano Carranza, Distrito Federal




Daño cerebral (parteII)


Pese a su terrible borrachera despertó con una sensación de satisfacción, su boca reseca evidenciaba una leve cruda, pero incluso la  tenue punzada  en su cabeza más que molestarlo latía como un recordatorio de que la noche anterior la había pasado muy bien sin nada que lamentar. Se sentía a gusto a pesar de no recordar. El ambiente de la sala en que despertó era reconfortante, lleno de hospitalidad, nunca había estado ahí antes pero había una abrumadora familiaridad que le recordaba a todas las salas de las casas de todos sus viejos amigos, donde alguna vez en su época preparatoriana había pasado la noche. Piso alfombrado, sillones bajos forrados de tela suave con relieves que simulaban piel de serpiente, los muebles de aquel lugar daban una impresión de informalidad, de desfachatez aunque eran visiblemente costosos; lámparas en formas de sol, las paredes eran de corcho adornadas con arcos y flechas y fotografías de roqueros famosos de distintas épocas y varios países. En las fotos pudo reconocer a Jim Morrison, Curt Kobain, Ian Curtis, Jimmy Hendrix, Kate Moon,  Layne Staley  además de varios desconocidos con cara de gente famosa y muerta, pero el único rostro constante en las fotografías era el de aquel viejo de ojos enigmáticos, que al parecer siempre había tenido la misma edad. Un mayordomo entró a la sala y abrió las cortinas de par en par, la ciudad tan impactante como el sol resplandeció en toda su magnitud a través de la ventana, como una Torre de Babel que se volvía líquida y se derramaba feroz e infinita a lo largo del horizonte. El mayordomo lo guió hasta la terraza del penthause, donde el viejo estaba desayunando. Se sentó a la mesa y enseguida el mayordomo le sirvió una copa de champaña con jugo de naranja.

-Felicidades –dijo el viejo alzando la copa- brindemos por tu futuro y por el Rock.

Él se quedó atónito y al ver la mirada de duda el viejo bebió toda la mimosa de una vez.

-A noche hicimos un trato ¿no lo recuerdas?

Había en los modales del anciano una sombra de falsedad,  daba la impresión de ser un adolescente haciéndose pasar por mayor, parecía que detrás de las arrugas se ocultaba un jovencito extrovertido, lleno de vida, como el clásico galán de secundaria con rasgos de niña, pero el roquero pensó que era un simple viejo maricón esforzándose por no mostrase amanerado ni quebrar su voz.

-Jacinto ¿verdad? Ese es tu nombre- agregó el anciano.

- Sí, así me llamo, pero siempre me han dicho El Perro, así me gusta que me digan.

-Tienes razón. Jacinto es el nombre de una flor hermosa y me trae tantos recuerdos… pero El Perro es ideal para un músico de Rock. En fin, Perro, ayer me juraste que estabas dispuesto a morir por el Rock y tus palabras me sonaron sinceras, lejos de las balandronadas que acostumbran los borrachos, te salieron del alma y decidí darte una oportunidad. Mañana mi asistente te hará llegar el contrato formal para que lo firmes, pero el verdadero pacto, el de caballeros, lo sellamos ayer, no lo recuerdas pero no importa, puedes retractarte ahora si quieres -Mientras hablaba, el viejo firmó un cheque jugoso y se lo entregó al asombrado Perro.

- Pero qué es lo que tengo que hacer- respondió Jacinto incrédulo.

- No te preocupes, en efecto me gustan los músicos, más los roqueros, y aún más los que están dispuestos a morir, pero descuida, no soy un simple viejo maricón como tantos en la industria. No pido algo que no quieras, sólo que estés dispuesto a componer grandes canciones y llegado el momento morir por el Rock… además de una parte considerable de las regalías de tu música, tu mercancía y tus conciertos, pero eso no es ninguna sorpresa ¿verdad? Así es la industria y tú no tienes nada que perder; según me comentaste ayer, tú vida es una mierda y no tienes talento. Yo puedo arreglar eso.

- Mi vida puede arreglarse con este cheque, ¿pero el talento?

-Ja ja. Por favor toca algo para mí y verás.

El mayordomo conectó a un viejo amplificador de bulbos una guitarra eléctrica que más parecía una pieza de museo. Un instrumento con características modernas y antiguas, atemporal, al verlo bien podría pensarse que fue construido ayer o hace mil años. Al tener la guitarra entre sus manos El Perro sintió amor, la abrazó como a un hijo recién nacido. Acarició las cuerdas brillantes que parecían de acero templado, acarició el cuerpo de madera suave que tenía tallados relieves a modo de caparazón de tortuga, como homenajeando a la primer lira, la que Apolo recibió de Hermes. Era un trabajo artesanal impecable, olía a madera con barniz de manzana, agua de río y cuero curtido de res. Una fuerza sobrenatural empezó a guiar sus manos marcando acordes que parecían caricias. El sonido era la voz de la “totalidad”: el sonido absoluto, porque más allá de distinguir exactamente las tonalidades por su nombre y apellido –Fa mayor, Do menor7, La sus4, Re 5aumentado, etcétera- podía captar los matices más sutiles. Pudo escuchar cómo tronaba el roble y cómo la madera absorbía las impurezas de cada acorde; pudo escuchar una a una sus huellas digitales raspando el entorchado de las cuerdas como grillos frotando las patas. Al presionar sus dedos sobre las cuerdas y las cuerdas sobre los trastes, pudo distinguir claramente el sonido de la madera repeliendo los embates del acero, y del acero doblándose al chapotear con la piel, y a la piel estrujando a la carne, y a la carne estrujando los huesos de los dedos. La guitarra se volvió parte de su tacto. Pudo escuchar la luz vibrante del amplificador y la corriente eléctrica fluyendo por los cables; En la reverberancia de la bocina y de los bulbos pudo distinguir el eco del Big Bang oculto tras el sonido de la luz que se desmoronaba como galleta o arena. El amplificador se volvió parte de sus oídos. Todo matiz eran captado por sus orejas, se trataba del sonido de la materia, del sonido de la naturaleza en bruto,  el alma viva de los objetos, la interacción de las cosas, era la música más allá del Rock y de la Cumbia, la música en estado puro, armonía desnuda, ritmo desnudo, melodía desnuda: era la música primigenia de los átomos.  Las vibraciones atómicas tomaron el control de la cabeza de El Perro y se mezclaron con sus pensamientos, con su imaginación, y fue capaz de manejar, combinar y ecualizar a placer cada matiz escuchado. Saturó los matices metálicos e hizo de la electricidad su eje central. El resultado fue una distorsión con la potencia de un rayo, que al tocar en notas agudas sonaba igual que el llanto de Medusa, y como el rugido de Cerbero al tocar las graves. Había convertido la música pura en Rock. La energía llegó hasta su garganta y estómago y comenzó a interpretar una canción descarnada de Rock que iba componiendo al momento, una canción improvisada que bien pudo haber sido un hit póstumo en la radio y un himno generacional.



Terminó de tocar y su mente estaba despejada, jamás en su vida tuvo otro momento de similar claridad. Descubrió que si bien el Rock era lo que más disfrutaba, la música era algo mucho más profundo. El Rock era una actitud, una doctrina que habían seguido algunos músicos talentosos. No todos los músicos buenos eran roqueros ni todos los roqueros eran buenos músicos. La música y no la muerte era lo que hacía grandes a sus ídolos. Lo demás eran mitos inventados por la industria.

-Podría morir en congruencia con el Rock, pero estoy más dispuesto a vivir por la música. La música es todo. Lo he comprendido.

- Aún estás bajo el efecto de la guitarra y el sonido de los átomos, por eso hablas así- contestó el viejo desilusionado- ya sospechaba que tu alma no estaba dispuesta a morir por el Rock y este instrumento ha servido para revelarla. Eres un “pouser” como los demás. Indigno de morir por el Rock.

-La muerte no es lo que hace que la música sea buena, no necesitas morirte para ser un buen músico y los roqueros son a final de cuentas músicos que hacen un arte  congruente con su estilo de vida. Es la congruencia y no la muerte lo que los hace auténticos, humanos irrepetibles.

- Esto no se trata de congruencia, se trata de negocio y así es el mundo. Si haces buenas canciones de rebeldía te vuelves un rockstar, yo me encargo de eso aunque no tengas talento. Sí un rockstar muere en el apogeo de su carrera se vuelve un mito y los mitos venden más discos que los rockstars vivos. A eso se reduce el asunto. Lo único que necesito es un enajenado que esté dispuesto a morir, pero ya veo que ni para eso me sirves.

- Yo no quiero ser un producto y no quiero ser más un enajenado.

- No hay trato entonces... detesto que me hagan perder mi tiempo- el viejo se sacudió las moronas del desayuno, se limpió la boca con un pañuelo blanco, se paró de la mesa y revelando una sonrisa maligna pronunció un conjuro.







-Te maldigo para el resto de tus días.

El anciano chasqueó los dedos. Un calambre quemó la mitad del cerebro de Jacinto, la fuerza de la parte izquierda de su cuerpo murió, se evaporó, se desconectó de tajo. El zumbido del amplificador se le hizo insoportable y la guitarra que reposaba entre sus manos perdió de pronto su significado, se convirtió en simples tiras metálicas amarradas a un madero.



Romeo Valentín Arellanes

Tenayuca Estado de México, agosto 2011


viernes, 8 de julio de 2011

EDITORIAL


TRAICIÓN



El infiel, el mentiroso, el esquirol, el espía, el infiltrado, el adúltero, el amigo desleal, el transfuga político, el incongruente, el desertor, el que rompe una promesa, el soplón, el sapo, el chivato, el Judas, el publicista, el converso, el arrepentido, el incumplido, el mercenario, el saboteador, etcétera, son adjetivos con que en distintas jergas  se califica a los traidores. Los traidores son despreciados por la sociedad  que, paradójicamente, también alaba y fomenta las virtudes de quien es hábil e ingenioso para el engaño ¿Los traidores son malvados y mezquinos o simplemente víctimas de las circunstancias; son ambiciosos mercenarios sin principios o astutos artífices de estrategias políticas; merecen el repudio o la admiración? Al parecer la mayoría se inclina por el repudio a los traidores, tal vez por inercia o por dolorosas experiencias personales ante ellos. En fin, en este blog habrá espacio para todo tipo de historias sobre traidores y traiciones. Este mes queremos sufrir el dolor de diversos fuegos amigos y, por qué no,  ponernos en los zapatos de los más variados Judas.



Mantén algo vivo

Eres demasiado grande (y no se refería al peso o tamaño), dijo Alfonso la última vez que vio los grandes ojos de Lina. Él, se desvaneció. Pasó la primavera, concluyó un duro verano, y se olía la cercanía del otoño. 
Los días eran blancos y lluviosos; hasta hace poco Lina aprendió a disfrutar el caminar bajo la lluvia, en realidad, estando todavía con Alfonso detestaba que cuando caían tremendas trombas en la ciudad los adoquines mal puestos de las banquetas le salpicaran sus caprichosas pantorrillas. 
Después de algunos años de compartir complicidades, chistes locales, de reinventar sus almas y crecer juntos, Lina, pensó: “En ese último tiempo y espacio en común con Alfonso se dijo lo más sincero y doloroso desde hace ya algún rato.” 
Las vivencias experimentadas por Lina a sus escasos pero agudos 36 le habían clavado una idea en la cabeza, “La honestidad no se halla en cualquier persona, y muchas licencias se toman para lastimar a los que más se dice y cree amar”. Le tomó un par de meses reconocer que Alfonso había huido; y, sin duda alguna, había dejado claras señales desde hace algunos cielos atrás. 
Un jueves 27 de enero ya caída la noche, Lina, recorrió el barrio de Santa María la Ribera, siempre le fascinó la magia y encanto de sus calles, sus casonas porfirianas, y su bellos callejones repletos de jacarandas. Miraba a lo alto, por última vez, las ventanas circulares que tanta curiosidad le despertaban. Cuando llegó al departamento de la calle Naranjo sólo tenía en mente recoger a Magnolia. 
Al subir las escaleras se percató de su gran ausencia. Entró al que alguna vez fue su hogar, esperaba encontrarla reposando en algún brillante rincón. Echó un vistazo en la estancia ya vacía, en la dolorosa recámara, en el baño impávido y sucio, sólo quedaba la cocina. Lina se quebró al ver a Magnolia muerta en el fregadero helado, ni una sola de sus hojas estaba viva, Alfonso no había cumplido lo prometido. Por fin comprendió, algo estaba roto, Ella.



Eve Alcalá González
México Distrito Federal. Julio de 2011

Comprada traición.


Nada más había que poner atención a su mirada dispersa para saberlo, y no era de suponerse, cómo se puede suponer un hecho, pero aún así subió las escaleras con él.
Tocaba ansiosamente su bolsillo, podía sentir el bulto a través de la tela áspera del pantalón; subía las escaleras sin parar en los descansos, el sudor que le venía era frío, no el del cansancio confortable en las piernas, si no, aquel agotamiento que entumece los músculos enfermándolos de reacciones contrarias que terminan por anularse ahí en donde el hilillo de voz se le va haciendo un escandaloso grito de alerta, hasta acabar las escaleras y llegar de frente a la meta.
Su acompañante toca la puerta con la extremidad rayada por aficionados, la mirilla se abre y un ojo se asoma, desde fuera del edificio viene el sonido de un auto frenando bruscamente, la saliva se vuelve difícil de tragar, tienes el dinero, pregunta el ojo, el sudor en sus manos le imposibilita actuar con naturalidad, cuanto quieres, adelanta el ojo mientras el Rayado se limita a supervisar la escena con visible experiencia, si aquí lo tengo, te alcanza para medio, contesta el ojo al ver el tamaño del bulto, pero me dijeron dos, el Rayado chasquea la lengua y mueve la cabeza, un acto reflejo le hacen sentir su propia lengua seca y un portazo venido de fuera lo devuelven al dilema, dámelo entonces, el ojo apenas y abre la puerta, toma el bulto y azota la puerta.
Los minutos alargados, se escuchaba una ambulancia afuera, aunque podría ser... el Rayado lo miraba desde arriba aventajado por su altura como águila apunto de cazar ... las piernas brutalmente agotadas apunto de vencerse y dejarlo caer ... la puerta se abre y el ojo transformado en una mano venosa le extiende un nuevo bulto, la puerta se cierra en su cara sin discusión alguna, las sirena suena más cercana, las escaleras se mueven rápido debajo de sus piernas que de pronto recobran con naturalidad el movimiento, el bulto se cae un par de veces pero lo recupera, el sonido de la sirena ocupa casi todo pasillo de las escaleras, el Rayado se pierde en algún piso intermedio y él continúa solo hasta la planta baja, el sonido de la sirena ya es innegable, abre la puerta y mira de frente las luces azules y rojas, se estampan parpadeantes fuerte en su rostro que intenta esconder cuidadosamente hasta que la patrulla se aleja. Entonces el camino a casa se vuelve su redentor y cómplice, el único acompañante que le entiende, ellos no saben, dice, su cabeza no les alcanza para entenderlo, porque es la mejor salida, porque el mundo me obligo, yo que tengo que ver ,piensa con cara de indignado, con las muertes yo que tengo que ver con el daño, ellos lo provocaron, no yo; el hilillo de voz le disculpa, le va haciendo desacelerar el pecho, hasta que el fantasma se acerca desde las sombras, el metal frío e impersonal llega hasta su cuello y las palabras son pronunciadas para hacerle temblar nuevamente, pero ahora sin una sirena que le acompañe.

Por:  VH. Swich
EdoMex. 15 Julio 2011

En el bosque

.
Internado en el bosque, despertando de un profundo sueño me encontré con un animal que postrado frente a mí, miraba con sorpresa. Le dije después de rasgar el suelo con las uñas que me hallaba perdido y caminaba hasta encontrar una persona con la que pudiera estar. No sé con qué lenguaje, tal vez con el que usan los animales, trataba de comunicarle cómo fue que  en otro tiempo me interné en las calles como ahora en el bosque; cómo después de ser feliz recibiendo el cariño de un gran ser humano, tras haber cambiado sus sentimientos me arrojaría a ellas sin alguna forma de poder  explicarlo pues carezco de memoria y de razón.
Sólo sé que vagué  por las distintas calles de distintos pueblos; en ocasiones fui parte de algún grupo que también vagaba, en ocasiones buscábamos nuestro destino, y en otras, sólo aguardábamos la noche. Volvía amanecer y temprano como gitanos emprendíamos el camino sin rumbo.
A veces solo esperábamos los designios que nos hacían saber que no éramos dueños de nuestros rumbos, también reñíamos o jugueteábamos, casi siempre buscando alimento juntos aunque era mejor encontrarlo cada quien por su parte, era entonces cuando nos separábamos por días y semanas; el animal que encontré escuchaba atento.
Una ocasión  me fui de ellos por mucho tiempo, andaba con la noche fría y la  bruma no me dejaba mirar mucho por delante, solo escuchar mis pisadas; después de un rato logré ver una luz que en otro instante en lugar de iluminarme me cegó. Lo siguiente que vino -expliqué al atento animal- fue un estruendo de huesos y músculos, ruido que desde dentro de mí aturdía el equilibrio, luego de mí un  cuerpo caliente y sangrado con disminución de las palpitaciones y dolor grande como la bruma que me envolvía.
Se escuchó que alguien habló, movió  la carne y al percatarse que la carne tenía vida subió el cuerpo mal trecho al carro que en otro momento era el tirano que me envestía. Zumbido  y respiración lenta era de lo que me percataba además de los movimientos hostiles que volvían a envestirme ¡ah!  y el ruidoso motor. Llegamos a algún lugar no muy lejano del percance, se apagó el motor y el responsable de la situación atroz me bajo del carro y me instalo en un cuarto que no permitía un halo de luz, me puso entre periódicos y me cubrió con una vestimenta vieja y polvorienta.
Mucho tiempo no supe de las formas de la vida, solo lo que el golpe dejó: cabeza extensa, ojos hinchados, dolores en el cuerpo y  cancelación en el andar; también frío, hambre que no era saciada del todo con el agua ,la  leche y el pan duro que proporcionaba el presunto asesino, ahora cuidador y captor que consideré buena persona, pues se hallaba enmendando su falta. Nunca intercambiamos comunicación solo entraba y tiraba la comida yo permanecía como carente de lenguaje.
Extrañaba a  mi grupo más que las calles, los únicos que podrían saber de mí. Una de las reglas del grupo recordé , era  no acercarnos a las personas, pues no era bueno confiar en ellas, siempre me negué a obedecer esta regla y lo hacía con cuidado, negaba que las personas seres pensantes y de razón acudieran a los más grandes atropellos. Dentro del cuarto oscuro  pensaba mucho en la persona que una vez abrió  su corazón y luego me abandono; el animal que escuchaba ahora parecía tener compasión de mí y seguía dispuesto a escuchar pues ahora  se encontraba  en una postura cómoda y con las orejas bien paradas.
Una vez que mi postura se ergio y huesos y músculos parecían haber recobrado su postura, la mostré  a mi captor haciéndole ver que era tiempo de salir y tenía la idea de al salir pasar a visitarlo en ocasiones. El hombre se percató que mi estado de salud era bueno y evidenció que tal recuperación me hacia un tanto chonchito.
Una tarde poco después del encuentro descrito escuché el mismo motor cerca de la puerta; la misma se abrió dejando entrar luz que agobiaba mi penumbra, enseguida  entró el captor y restaurador de huesos y me subió al carro que había ocasionado  todas estas circunstancias.
Se veían bien las calles, el parecía satisfecho de  mi nueva condición; llegamos a un terreno amplio, paró  el carro descendí de él  y solo miraba a mi rededor, todo pintaba bien hasta que la escena feliz se deshizo cuando ato a mi cuello un lazo y me llevó hacia un portón en donde me esperaba un hombre que advirtiendo su vestimenta parecía  carnicero. Se saludaron y  dijo mi captor: aquí te entrego al canino está recuperado y rechonchito como los anteriores, más buena carne para tus comensales   ya conoces la tarifa por estos kilos de más.
El corazón de un canino sabe de cariño y la cabeza no conoce la razón sólo el instinto y este lo guía hasta encontrar cariño y compañía: me encontraba en una segunda ocasión en que resultaba traicionado  por el ser humano y seguía creyendo que la compañía entre un ser humano y un perro era justa y daba dimensión al mundo entre personas y animales, pero sabía que encontrarme un momento más en el mismo lugar perrificado como estaba no saldría en cuatro patas.
En tanto negociaban creyeron atarme bien a un pilar y apresuraban a salir de la gran bodega que almacenaba cuerpos colgados de otros más que cayeron como yo  en este destino grotesco. Les vi salir a los dos tiranos  y después de traer la imagen del anterior dueño los ojos de este canino solo pudieron expresar  enorme tristeza; lanzando un ladrido lastimero este choncho pero ágil animal vino a realizar un movimiento que permito abandonar  la atadura y entre una rendija de lamina doblada del armazón de la bodega se puso fin al cautiverio en cuatro patas.
El captor fue testigo de este desenlace: miró y sabiendo no poder retener mas al animal, quieto solo observó la huida esbozando la misma sonrisa de otro momento como advirtiendo que más tarde lo pescaría. El can paró un momento su fuga para observarle buscando hallar en la persona algo de arrepentimiento en ella y no la halló. Así se acudió a la huida sin voltear.
El bosque resultó un buen refugio del mundo de los humanos, ahora frente al animal que escuchaba atento a este canino que sabe que el destino de los hombres y algunos animales son encontrarse y repelerse y nuevamente buscarse como resulta las mismas relaciones entre las personas. Este canino advierte  que su camino a emprender es hacia otra persona que lo ponga rechonchito sin temor a que sea vendido, la persona alimentará al canino a cambio de protección y en algunas ocasiones  compañía.
Tu animal del bosque ¿cómo podrás entender esta relación ?advirtió este canino al zorro, mejor huye porque tal vez la siguiente ves que nos encontremos y yo con un nuevo amo me pida guiarle hasta a ti para darte muerte pues mi instinto es fiel a él. Escuchando  esto el zorro, animal oriundo del bosque huyó al sentirse traicionado después de atender con atención la historia del canino.

Guillermo Castillo Miranda
Villa de Canalejas, Edomex,  julio2011

En el espejo

6 a.m. el despertador sonando con alguna de las tantas melodías ridículas comunes en aparatos viejos; zapatos de tacón del número 8 color negro, traje sastre color gris ajustado al cuerpo, blusa aperlada de manga larga, medias negras, anteojos de pasta; convertida en una mujer elegante y por tanto, convencional, Samantha Fernández se alistaba para ir al trabajo como cualquier día para responder al sin fin de exigencias de su jefe, Manuel, un poderoso y obsesivo empresario  quien la había adoptado como asistente años atrás cuando aún era alumna suya en una aula universitaria.
Samantha, no sólo se había convertido en su asistente y mano derecha como resultado de su singular eficiencia en el trabajo, sino también en su amante lo que la había obligado a adoptar una personalidad gris para pasar desapercibida por el mundo y poder sobrevivir en la clandestinidad. Manuel, un hombre acostumbrado a tenerlo todo a manos llenas, complacía las necesidades materiales de Samantha pero poco se preocupaba por ser un apoyo emocional para ella. Su vida estaba hecha y definida, sabía sobre qué vientre quería morir. Y si scumbía a las provocaciones de Samantha en realidad era porque nadie como ella le hacía tan buen sexo oral.
Y a pesar de los incontables momentos en los que había estado a punto de estallar por sentirse sola, vacía e ignorada, Samantha había conseguido controlar la ansiedad que le provocaba ser la amante de Manuel y por convicción, decidió seguir a su lado sin pedirle nada a cambio más que placer sexual. Una tarde, Samantha se disponía a realizar unas gestiones bancarias, encargo de su jefe, cuando se percató que en la fila, detrás de ella, se encontraba la mujer que había sido amante de su ex esposo, aquél hombre que le había marcado la vida 4 años atrás.
Con el temple que caracteriza a una asistente ejecutiva, Samantha volteó para saludar a Sara. Intercambiaron una charla breve. Samantha salió del lugar. Llovía y el olor a tierra mojada despetaba a cada segundo su nostalgia y abría un poco más esa herida que en realidad nunca cerró. Subió a su auto abrumada por el golpeteo de la lluvia en las ventanas mientras la desesperación le impedía  respirar, queriendo escapar. El recuerdo encabronado de esa mujer la obligó a recapitular nuevamente el collage de aquella noche; Ella entrando por la puerta de su casa, un par de copas de vino en la sala, Sara y David entregándose, una cama de hospital y las piernas amarradas sintiéndo un gancho al interior de la vagina, sangre por todas partes. La traición, un hijo perdido, un intento de suicidio y aquellas ganas inevitables de morir y de matar.
Regresó a su casa. Tomó una ducha y se puso el vestido favorito de Manuel arreglándose como nunca antes. Tomó su abrigo, un disco de Sade y una maleta en la que guardaba un arma 9 mm. que había comprado meses atrás para su protección personal.  Subió al auto y se dirigió a la oficina de su amante. Espero hasta que todos se fueran para entrar a verlo; él la esperaba con deseo, con la emoción que provoca lo clandestino, lo prohibido. Entró por la puerta, sugerentemente lo beso en la boca, abrió las piernas y le pidió susurrantemente que la penetrara sin quitarse la ropa, él lo hizo, cogieron perversamente. Cuando él eyaculó ella sacó el arma de la bolsa del abrigo y le disparó en la cabeza bajo la mirada de asombro y miedo de aquél hombre poderoso. La canción de fondo enmarcó la escena, no ordinary love de Sade.
Eran cerca de las 10 de la noche y estaba de regreso en casa, con un nudo en la garganta se miró al espejo, definitivamente no era la misma que hace 4 años. La traición la había marcado, había decidido jugar el juego de ser la amante, saber qué se siente, cómo se vive. Las ganas de morirse habían pasado, ya sólo quedaba el placer que provee la justicia por propia mano.

Rita Balderas Zavala
Tlalnepantla, Estado de México.

Lunares


Recuerdas que lo entregué todo, no es por ser víctima de las circunstancias, pero lo entregué todo, no solo a ti sino a cada uno de los chicos que aparecieron en mi camino con las señas particulares de algún lunar que pudiera detectar a primera vista.
Entonces apareció el chico del lunar en los labios, el cuello, las manos, los párpados, cada uno buscando una extensión. Enamorada como si fuera la primera vez otorgaba el poder por tener la seña. Algo así como la profecía que me salvara de una mala vida. Que me salvara de todo. Desde niña me habían dicho que siguiera la luna y ella me seguía a mí, lo sé. Todos tenían la marca en el nombre o en la piel, sin dudar a cada uno se lo entregué todo y digo “todo” porque me entregué a mí misma.
Olvidando cada una de las promesas hechas en días soleados, la luna siempre llegaba en el cuerpo de tantos hombres que de repente me perdí, lo mismo hice para encontrarme, hice que muchos otros me recobraran en partes: un ojo, un oído, las piernas, las manos, los pies, el cuerpo, la nariz, la boca, el cabello, cabeza, pero un día llego alguien más con un corazón para dos, él no tenía ninguna seña particular, era blanco.
Hoy con partes de todo sé que así también fui, la luna me utilizó para construir a los demás, mientras los otros me construían a mí.
Me partió en miles de pedacitos que se desintegraron cual supernova expansiva en el universo estrellado, es por eso que de nuevo me veo en tus ojos y en los demás que he besado. Tampoco culpo a la luna, hoy siento que solo yo me he traicionado, y solo por haber seguido a la luna desde que nací un noche de lluvia. Le creía todo y me perdí.
Él- ¿Dime con qué te quedaste?
Ella-Me quedé con todo y luego también me perdí.
Él-¿Quieres encontrarte de nuevo?
Ella-Sí, pero no a través de ti

Temis Laguna
Mex. DF
Julio 2011

jueves, 7 de julio de 2011

Me traiciono

El tiempo, ese gran aniquilador de acuerdos, el tiempo ese pequeño universo para alojar instantes cuando de instantes se concibe así mismo. Entrada la buena  noche me hice una promesa. No buscarte más en mis silencios, no pensarte en mis recuerdos, no atender a tus llamados, no acudir a la somnolencia, no quedar con hambre para el atracón. Antes de que termine el día deseo llamarte y contarte mi sentir; lo hago pero no contestas, abro el refrigerador para darme un atracón, lo hago sin remordimiento. Como insecto que busca la luz enciendo la caja tonta. Mi índice juega sobre el control que brinca canal tras canal, me sumerjo en su hastíos y abruptos que aniquilan mis ideas. Deseo aniquilarme  he roto  con mi convicción .Que la oscuridad acuda a mí para perderme en ella, para no saber de mí.

Guillermo Castillo Miranda
Villa de Canalejas, Edomex. Julio 2011

viernes, 1 de julio de 2011

3gp


Y ahora soy una puta.
Una vil, asquerosa, barata, fea, jodida, mugrosa, sidosa, arrastrada puta.
A veces me pregunto ¿cómo pasó?, no por que no sepa cómo pasó sino ¿cómo me pasó a mi?
Primero me mandaste un mensaje, no se como conseguiste mi celular, de seguro se lo pediste a Tania y ella queriendo manejar mi vida, se apresuro a darte mi número, me la imagino con sus braquets sucios de pan bimbo y atún, expulsando una masa que sale proyectada hacia tu rostro con partículas de saliva, su lengua veloz y su risa fingida, todo para que ahora no me dirija la palabra.
Ahora imagina tú que vas por el pasillo y que mientras caminas, los pequeños grupos de gente que dejas atrás se empiezan a reír, que cada 3 pasos se conforma una pequeña estela de murmullos.
Tu mensaje decía me gustas mucho, obvio no reconocí el número.
No me emocioné, ni estaba ilusionada, ni siquiera te puedo decir que había notado que existías. Lo primero que pensé fue que el mensaje me lo había mandado Roberto. Desde que lo corté estaba de insufrible, me hablaba por las noches, me dejaba rosas cortadas de el jardín de alguna de sus vecinas, me mandaba dulces y yo lo odiaba, por que odio a la gente que se arrastra, que no tiene los pantalones para entender que se acabó.
Yo tengo los pantalones y sé que se acabó, que toda persona que me vea, va a pensar esta vieja es bien puta, antes de siquiera cruzar una pinche palabra conmigo, por que creen que ya me conocen.
Pasó una semana para que me agregaras a tus amigos en el face, pasaron dos días para que me dejaras el primer mensaje, pasaron como cuarenta mensajes para que te respondiera, no te respondí por tu linda cara, mucho menos por tus pinches gustos musicales, te respondí por que la pendeja de Tania me convenció, por el chat me engatuso para que te contestara..
Basto un - ;p - para que tuvieras el valor de chatear conmigo, para que te metieras siempre a la hora que estaba conectada, para que poco a poco te fueras ganando mi confianza, no soy una romántica pero, quién no cae con un tipo que no te da la razón pero te apoya en tus tarugadas, con alguien que se quiere hacer el rudo pero sabes que es inofensivo, con un idiota que te escucha pero te deja en claro que no quiere ser tu amigo.
Pero tú no me convenciste, me convenció Tania, Alejandra, Mónica. Dulce me dijo que ella sí andaría contigo, pero cuando pasó fue cuando Sandra me dijo que le gustabas, cuando Tania confirmo que a Sandra le gustabas mucho y cuando decidí partirle el corazón a Sandra. Al día siguiente, después de encajonarte para que me preguntaras te dije, sí, va, ando contigo.
Y yo se que te enamoraste, que te sentías soñado de pasear conmigo, cada vez que me veías llegar a la escuela ponías una cara de felicidad que iluminaba el pasillo, cuando me besabas abría los ojos y tu rostro era de alguien que anhelaba no estar en otro lugar, si no conmigo.. Y yo también me enamoré.
De los labios pasamos al toqueteo, a los calzones mojados y los arrimones desconsiderados, pasamos a que trataras (sin éxito) de meterme el dedo, a que hiciera el intento de engañar a mis padres con el pretexto de ir a una pijamada para estar contigo, pasamos hasta donde te dije basta. Apoco creías que con tus mentiritas piadosas de -nada más la puntita- me ibas a convencer, la puntita le ha hecho 3 hijos a mi hermana y los niños ni a sus padres conocen.
Pero mi hermana no es puta, la puta, la vergüenza de la familia soy yo..
Y la verdad Tania me convenció, me dijo que no era justo, que pobre de ti, me dijo pobre Augusto imagínate las chaquetotas que se ha de hacer, me dijo que ella también había grabado un videíto para Diego, que nada más era de mostrarse tantito, me dijo que Katia y que Lorena también tenían uno, me dijo no era porno que tampoco de mostrarse mucho. Lo demás ya lo sabes lo grabamos en el baño, no dura mucho, lo viste y sé que tu no lo compartiste.
Pero me imagino lo que paso, Tania, la pendeja de Tania no lo borro, le presto su celular a Sandra que como no tiene vida, ni dignidad, ni nada, lo mando a un correo, al correo de su padrote o de algún amigo y de ahí me volví famosa con mi falda gris Oxford a la mitad de las rodillas, con mi suéter verde levantado y diciendo tu nombre, diciéndote te amo.
Y ahora que no salgo, que no tengo internet, que no tengo teléfono, ahora que la gente me señala, que mis padres no te dejan hablar conmigo, ahora que te expulsaron de la escuela, a un mes de que todos me han visto, te pido que si me amas, te ligues a Sandra, te cojas a Sandra y que graves un video que tenga más del doble de visitas que el mío.
Te amo.

Julio Cervantes Ortega
Tlalnepantla  de Baz, Edomex. Julio 2011