lunes, 25 de noviembre de 2013

Editorial noviembre 2013

La vagina

La vagina, más allá de ser ese inspirador “objeto” del deseo, podría ser la representación misma de la feminidad pues no solo sirve para el placer, es la puerta de entrada al mundo de los seres humanos, a excepción de aquellos que nacen por cesárea (algo cada vez más común en estos tiempos modernos). A diferencia de su contra parte el pene, la vagina es más complicada, incomprendida y difícil de manejar, por ejemplo, es bien sabido que para que un pene obtenga una experiencia orgásmica, bastan unas cuantas caricias y movimientos, caso contrario a la vagina. Son muchas las mujeres que han muerto frustradas sin haber encontrado el orgasmo, pues para desgracia de muchas dueñas, la vagina suele ser un tanto caprichosa y tardada en ámbitos de los placeres amorosos. Claro, eso tiene que ver en muchas ocasiones con el grado de aceptación, con los prejuicios sociales, con la doble moral, la vergüenza, las omisiones en la educación y muchas cosas pero afortunadamente, cada vez más vaginas descubren el placer que ocultan, y para tranquilidad de los padres, no es precisamente necesario que alguien ajeno “profane” eso que hay de la cintura para abajo, después de todo, ¿quién mejor que sus propias dueñas para mimar, querer y enseñar a complacer a las vaginas? 

 Sin embargo, el aspecto sexual no es lo único que rodea a la vagina, que sigue siendo una de las partes de la anatomía humana más delicada y sufrida, ¿qué otra parte del cuerpo sangra de 3 a 10 días cada mes, qué otro pequeño orificio del cuerpo se extiende más allá de lo que pareciera posible y expulsa un bebe de entre 1 a 3 kilos y medio?, sin mencionar que ante cualquier ligero cambio en el PH – o sea en la química del cuerpo- o por haber usado una hermosa lencería ajustada la vagina se puede irritar, infectar y enfermar. Por éstas y muchas otras situaciones complicadas a las que se enfrenta heroicamente una vagina, abrimos un espacio en el mes de noviembre, que sirva de liberación para todas esas vaginas calladas. Si usted tiene una en casa cuídela, quiérala y complázcala y si se anima un poco más, cuéntenos su historia.


Vuelvo al sur

Vuelvo al sur

Te canto un tango al oído.

Vuelves al sur, a mi sur.

Empiezas por el norte, 

recorres el este, el oeste.

De mis labios, centro.

A mi cuello, este, cada vez más este.

Detente, te pido, hazlo otro centro.

Sueñas el sur. Quieres el sur. Sientes el sur.

El sur palpita, el sur se humedece. 

Los cuatro puntos cardinales laten.

Todos se vuelven centro.

Todos se vuelven sur.

“Vuelvo al sur, 

llevo el sur,

te quiero sur”.

Y yo no dejo de cantarte,

en medio de susurros cardinales.







Laura Arellano Martínez
México, D.F.
Noviembre de 2013

Enfermedad


Susana fue diagnosticada con una enfermedad psicológica curable y tratable. Su madre lloraba, decía que nunca supo qué hizo mal, pues su seno familiar era todo un modelo a seguir: de clase media alta, con buenos modales, educación de calidad y valores religiosos tempranamente inculcados.

Muchos de sus compañeros del colegio dijeron que ya lo veían venir, que el comportamiento de Susana, sus comentarios y miradas, eran inusuales. La tacharon de rara y loca y su propia familia la consideraba anti-natura.
Las largas intervenciones de la familia, se hacían cada vez más tediosas y repetitivas. Hasta sacerdotes, familiares de los que Susana nunca había tenido noticia y consejeros municipales intervinieron con sermones, pero siempre terminaban en gritos y lágrimas, “todos ustedes son unos pendejos, yo soy normal”, decía con convicción Susana.

Pero fue el psiquiatra  que la visitó por varios meses el que emitió el diagnóstico: La paciente sufría de homosexualidad y debía ser internada a la inmediatez.  Así comenzaron las terapias, con exhaustivas horas y horas de películas de corte religioso moralista, las charlas en círculos de ayuda, los sermones de los visitantes de clero, las repetitivas sesiones en el diván, las visitas de los familiares deshidratados de tanto llorar y las terapias de choques eléctricos.

Fue en el mes de mayo del año 1990, cuando la Organización Mundial de la Salud excluyó a la homosexualidad de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud. La familia entera de Susana se apresuró a sacarla del hospital de cuartos acolchonados.

Hubo multitud de gente, los familiares abrazaban a Susana, el médico no dejaba de dar explicaciones a los periodistas haciendo referencia a los informes publicados en institutos de Europa y Estados Unidos. Susana recibió abrazos entre lágrimas, y disculpas. Su madre no pudo contener el llanto, “perdóname” le dijo incontables veces mientras la besaba y abrazaba.

Un periodista la abordó para preguntarle cuál era su sentir, qué planeaba hacer y a dónde quería ir. Susana respondió: “siento mucho antojo, voy a ir a arreglarme, para salir a un bar que tengo muchas ganas de humedecerme los labios”.

Don Leopardo V.

Naucálpan de Juárez, Estado de México 2013


jueves, 21 de noviembre de 2013

Fue así como conocí a Vlad


Después de partir el pastel de mis 10 años, me preparé para dormir, ya llevaba un par de días con un dolor inexplicable en el abdomen, pero no tardé nada en empezar a soñar. El sueño fue tan asqueroso que lo recuerdo y me dan nauseas, pero a su vez fue, creo yo, mi primer encuentro erótico en sueños y en la vida real: Estábamos en la iglesia mi abuela, primos y yo, sería mi primera comunión, mi abuela me acercó al Padre cuando él se lo ordenó, él me sentó en sus piernas, me subió el vestido blanco y me bajó los calzones rosas que usaba ese día, separó ligeramente mis piernas y dijo "Julia está lista, sus días de gozo han llegado" y un par de hilos de sangre comenzaron a escurrir por mis muslos.
Desperté de brinco, no distinguía bien si me había gustado o me había incomodado el sueño, en seguida me llevé las manos entre las piernas y recuerdo haberlas sentido húmedas, corrí al baño y ahí estaba, mi primer menstruación había aparecido.  
 
Parte del ritual de la menstruación consiste en descifrar cómo diablos se usan las toallas, qué marca te acomoda, cómo no llorar de cólico en la primaria y creo que lo más difícil, cómo diablos mantienes sin manchas tu ropa.; ese día no sólo llegó mi periodo, además de eso llegaron los sueños porno que acompañan mi menstruación cada mes, ¿porqué diablos debían ser así?, ¿qué relación existe entre la menstruación y mis sueños húmedos los mismos días? Sigo sin entenderlo, pero pasaron los años y ahorita puedo decir, que son mis días favoritos para coger, son mis días favoritos para dormir ya que en mis sueños veo, vivo y siento las mejores películas eróticas y pornos que pudiera producir. Durante esa semana al mes, tengo encuentros mientras duermo con quien menos lo esperaría, conocidos y desconocidos resultan ser todos muy placenteros.  
 
Nunca he entendido porqué a algunos no les gusta tener sexo esos días, a mi novio por ejemplo. Le gustaba mientras comenzábamos a salir, después ya con más tiempo de conocernos por fuera y por dentro, dejó de gustarle, supongo le da hueva o asco, quien sabe; pero he aprendido a desaparecer esos días y aparecer en la vida de otros, otros más aventurados, otros a quien no le asusta al contrario les gusta la textura, la humedad, el color, el sabor... fue en ese contexto que me encontré con Vlad, contrabajista y vocalista de reconocida banda colombiana de psychobilly, ahora vive en DF, maneja un Cádilac Eldorado 53, negro, volante rojo, con asientos de piel blancos. Lo único que permite que ensucie ese amplio asiento trasero blanco es mi menstruación, le encanta.  
A él lo conocí en una tocada, yo iba sola, él con su novia y amigos, llegue a la barra pedí una cerveza, él otra, sacó un billete y el bartender dijo:  
-¿De aquí me cobro las 2? -Vlad me volteó a ver y dijo -Sí las dos… Intenté pagar la mía pero el cajero ya ni me peló.  
-Gracias- Le dije.

Contestó, "no es nada" y se presentó 
-Soy Vlad ¿y tú?  
-Julia.  
Me dio la mano y me pidió mi teléfono, estaba a punto de subirse a tocar, pero quería volver a encontrarme, así que se lo di y se perdió en el mar de gente que nos rodeaba. Sí, todo ese fin de semana, tuve una extraña y estúpida sonrisa en el rostro., además ¿Vlad? ¿qué clase de nombre es ése?

Su llamada llegó 7 días después de haberle pasado mi número, fue a casa de una de mis amigas por mí, de ahí a una fiesta en un bar, de ahí a casa de una de sus amigos, después de varios tragos y horas de risas terminamos en su departamento. Su compañero de depa no había llegado desde el jueves, era ya casi domingo en la mañana, recuerdo sus cortinas rojas muy pesadas que impedían que un rayo de luz se colara, prendió su estéreo, nuestro soundtrack sería G.B.H. comenzó con un ligero empujón a la pared, luego besos suaves, la intensidad subía y él bajaba al cuello, sus manos paseaban por todo mi cuerpo, me quitó la playera, se quitó la suya y yo sólo pensaba en cómo decirle, así que sin pensarlo mucho le detuve las manos y dije -estoy menstruando.  
Se me quedó viendo, con ojos negros vidriosos y de pronto esbozó una sonrisa que podría calificar como maléfica, sutil, pero macabra -Mucho mejor. Dijo y continuamos… llegamos a su cama, la destendió, más que esa acción lo que me sorprendió fueron las sábanas tan blancas debajo de una cobija gruesa y de un tono púrpura muy oscuro, en medio de un cuarto con alfombra negra y algo de luz roja.  
Fue mágico, parecía conocerme, parecía saber exactamente lo que me gustaba, me puso como hace años nadie lo hacía y justo segundos después de terminar, bajó a mi entrepierna y con su lengua retiró todo el desastre que ahí habíamos creado. Nunca había visto que alguien lo hiciera, nunca hubiera creído que existiera alguien a quien le gustaba, sus dedos embarrados de mi menstruación los chupaba y luego los secaba en sus sábanas blancas. Dejamos las sábanas como una digna escena de crimen, sobre ellas dormimos.  
 
Me desperté pocas horas después, tenía cita con mi novio para buscar un librero que él buscaba para su nueva casa. Así que me vestí y silenciosamente, para que mi huida no lo despertara, caminé hacia la puerta, antes de tocarla se abrió de un golpe:  
-¡Hey! hola, no te saques de onda, soy Abraham amigo de Tepes, aquí vivo con él ¡ah! tú debes ser su chica, la que me escribió anoche que traería. Sonrió.

Le contesté mientras yo salía hacia el pasillo de las escaleras  
-Quizás, me tengo que ir me despides de… ¿cómo dijiste, Tepes? ¿Vlad? … bueno, dile que adiós.

Caminé, salí del edificio, tomé un taxi y no dejé de pensar en tan peculiar nombre, apodo o lo que haya sido que su roomie me haya dicho, hasta que justo un mes después Vlad, volvió a cruzarse en mi camino, esta vez mientras yo compraba un café rumbo al trabajo, exacto, como si nos hubiéramos citado; hasta ahora nuestra historia se repite cada mes igual se aparece como si lo invocara con el pensamiento, cada vez que mi menstruación se acerca; justo como en mi sueño cuando el Padre que me dio mi primera comunión lo decretó: Mis días de gozo habían comenzado.  
 
 
rABYa
México. DF
 



lunes, 18 de noviembre de 2013

Eres





…puerta oculta entre largos juncos, cerradura que sólo abre suavemente con la llave indicada, portal a universos ignotos.
…flor misteriosa e incomprendida, que es tomada por muchos, maltratada y vejada por otros tantos, y que sólo algunos pueden mantener su vitalidad.
…amiga discreta y silenciosa, capaz de mantener en secreto aquellos deseos sombríos, de evitar vergüenzas y miradas de desaprobación.
…pozo de sufrimiento y dolor, ciénaga sanguinolenta que anega las noches de Luna entorpeciendo el andar y oscureciendo la dicha. 
…anillo coronado con una joya opalescente, gema preciosa dadora de un poder infinito, alhaja de inconmensurable felicidad.
…creatura díscola e indomable, bestia insaciable e irascible, nunca complacida ni completamente satisfecha.
…cáliz dador de vida, guardas en tu seno la semilla de la existencia, eres cueva oscura creadora de la humanidad.
…fuente de eterna preocupación, ser quisquilloso necesitado de miles de cuidados, profundo secreto rodeado de un halo de tabú.
…amiga y enemiga, amada y odiada, siempre fiel pero condicional. Tú, que permaneces oculta, incluso negada. Tú, que cuando gozas, lo haces mejor que tu contraparte. Tú, ser contradictorio, ente incongruente.
Tú, vagina.











Fernando “Viento del Norte” Sanchez. 
18 de Noviembre de 2013.
México D.F.

martes, 12 de noviembre de 2013

Mi Jefa

Al principio Maribel tenía el mismo puesto que yo, pero sus casi 10 años de experiencia (en el mismo puesto), la hacían sentirse con el derecho de mandarme y tratarme como si fuera su subordinada; mi falta de experiencia y de malicia le facilitaban las cosas. Dos años después, ya no era yo tan inocente y, para ser sincera, la había superado por mucho, lo malo es que Maribel era ya mi jefa de verdad, se había ganado el puesto de coordinadora por haberse acostado con el Director, y si antes era pedante, su nuevo puesto la volvió insoportable. Yo estaba a punto de renunciar cuando un rumor se esparció por toda la empresa: el Director se iba, dejando a Maribel sin los privilegios que tenía por su pequeño romance, así que decidí esperar al nuevo Director y ver qué rumbo agarraban las cosas.
Todos esperábamos a un hombre maduro para ocupar el cargo, pero para nuestra sorpresa, resultó ser una nueva Directora. Pronto se supo que era hermana menor de uno de los dueños, o sea, como quien dice, estaba muy bien parada. Su nombre: Verónica Santos, un encanto de mujer, alta, delgada, elegante, independiente, con unos enormes y hermosos ojos, tan distinta a Maribel, con la que desde el principio tuvo fricciones y no es de extrañarse. Maribel odiaba trabajar con mujeres por considerarnos muy complicadas y hormonales; a mi parecer, eso sólo reflejaba su poca seguridad en sí misma y su poca tolerancia a la competencia, cuestiones con las que ahora tenía que lidiar, pues la nueva jefa acaparó la atención de todos por igual; los hombres morían por ella y las mujeres la admirábamos, no solo por ser guapa, también por hacer muy bien su trabajo.

Un viernes me tuve que quedar más tiempo en la oficina, pues Maribel seguía siendo mi jefa directa, lo que significaba que yo seguía siendo el receptáculo de su frustración cada que la regañaba u opacaba en algo la nueva jefa, así que me hizo la maldad de pedirme un informe “urgente” que tendría que enviarle a su correo a más tardar el sábado; yo sabía muy bien que no era tan urgente pero para efectos de llevar la fiesta en paz, aunado a que mi vida social era nula, me quedé a terminarlo. El cansancio empezaba a hacer sus efectos y fui a hacerme un café a ese pequeño cuarto de la oficina donde solo caben un fregadero, un horno y la cafetera. Bebía cuando entró la Directora al cuartito, “perdón pero fue irresistible el olor a café” me dijo mientras deshacía su cola de caballo, “no se preocupe licenciada, ¿quiere que le sirva una taza?”, “sí gracias, y por favor, dime Verónica” me decía mientras jugaba con su cabello, por alguna razón me sentí en confianza. “Ok, Verónica” le sonreí y cuando me voltee para servir su café ella me tomó por los hombros, “no creí que alguien estuviera en la oficina a esta hora, has de estar muy cansada” me dijo mientras me acariciaba, "no mucho" le dije volteando y poniendo la taza en sus manos, ella no se alejó, le dio un sorbo al café y lo puso sobre el horno sin despegarse de mí. Considerando que el cuarto en realidad es muy pequeño, sentía su respiración casi en mi boca, se acercó más, acarició mi cabello y me dijo “eres muy bonita” tan cerca que sus labios tocaron los míos y me besó. La situación me sorprendió, pero para ser sincera, el beso me estaba gustando y podía hacer dos cosas: irme indignada o corresponderle. Opté por la segunda y la empecé a desnudar. Jamás había estado con una mujer y el experimento me agradaba, dejé de pensar y me dediqué a sentir. Empezó a besarme el cuello y descendió hasta llegar unos centímetros más abajo de mi ombligo, de una forma tan suave y con una delicadeza que me llevó a las estrellas. Para mí, ese tipo de detalles son como el respeto, “el que lo da lo exige de vuelta”, así que fue mi turno de regresarle el favor. Lo hice con el miedo de que no le gustará o de lastimar esa zona tan sensible. Mi experiencia sexual con la especie masculina no me servía de nada en esos momentos, sin embargo, conocía muy bien la anatomía femenina, puesto que soy mujer. Igual que ella hizo conmigo, pude llevarla a las estrellas. Después de la faena, me acurruqué en sus brazos como lo haría con algún hombre, los pensamientos culposos, los principios morales, remordimientos y confusiones existenciales empezaban a llegar a mi cabeza y yo luchaba para que se fueran, eso hacía cuando Verónica dijo que la vida es muy extraña, “así que no la trates de comprender ni buscarle explicaciones, porque no las tiene, solo se vive y ya”, parecía que sabía lo que pasaba por mí mente. Luego se vistió y se fue.

Todo el fin de semana estuve en conflicto existencial ¿soy heterosexual, bisexual u homosexual? La cabeza me dolía y ya había llorado bastante. El lunes llegó y todo normal, Maribel como siempre enojada, pero esta vez yo tenía cosas más importantes en que pensar que estar preocupándome por sus ataques de histeria; Verónica actuaba como si jamás hubiéramos estado juntas. Me volví hostil con todos, más con Maribel, me hartaban sus tonterías. Decidí que iba a renunciar y el día que pretendía hacerlo nos juntaron en la oficina de Verónica para darnos una noticia, una vez más nos quedábamos sin Director, Verónica dejaba el cargo, pero esta vez querían darle la oportunidad a alguien del área para subir a ese puesto. Recuerdo que a Maribel le brillaron los ojos, pero no fue su nombre el que dijeron, fue el mío. Todos voltearon a verme esperando mi respuesta. Era una Dirección no le podía decir que no, así que acepte. No sé qué cara hizo Maribel pero fue de las que no me felicitó. Verónica me pidió que me quedara para platicar mejor del tema y los demás se salieron. Respecto a sus planes sólo me dijo que tenía un proyecto muy ambicioso con el que estaba muy emocionada -en verdad admiraba mucho a esa mujer, tenía mucha clase y elegancia- después me explicó que había hablado con su hermano contándole que yo era alguien de toda su confianza y la mejor para ocupar el puesto, como quien dice, ahora yo era la que estaba bien parada. De lo nuestro no hizo ningún comentario, era toda una Dama y al parecer las Damas no tienen memoria. Tanto que critiqué a Maribel por obtener su coordinación a base de aventuras amorosas y yo estaba obteniendo la dirección casi de la misma manera.

Mis días como Directora marcharon muy bien, no tuve problema en adaptarme al trabajo, Maribel continuó aquí como coordinadora, pude haberle hecho la vida de cuadritos pero no es mi estilo, ya la vida dirá. De la vida de Verónica solo me entero por Facebook donde de repente sube fotos de sus viajes por Europa o le da "like" a mis fotos con mi novio. Él entró a mi vida meses después de ocupar la Dirección y me sacó de mis conflictos existenciales, nuestra química sentimental y sexual es perfecta y confirman mi inclinación al sexo masculino, aunque debo de admitir que jamás nadie me ha besado centímetros abajo de mi ombligo, de la maravillosa manera que lo hizo Verónica.

Lic. Sandoval
Atizapán de Zaragoza, Estado de México.



miércoles, 6 de noviembre de 2013

Los nuevos comienzos

Fue un viernes por la noche cuando Mayte lo confesó todo, llevaba tres semanas y media viéndome la cara de pendejo y yo no lo había notado, incluso en ese momento no terminaba de entenderlo, me tomó unos minutos asimilarlo. Es curioso, en pocos minutos todo ese deseo por su cuerpo, ese amor, esa disposición a sacrificarlo todo por ella, se transformaron en cosas totalmente opuestas; en asco, repudio, ira, odio y la necesidad de apartarme lo más pronto y lejos posible. Ella intentó convencerme de que solo había sido un desliz, una simple circunstancia fortuita que le había servido para reafirmarse que me amaba, -estupideces, si me lo preguntan- y yo no podía creer que tuviera el cinismo de soltarme cada una de esas excusas absurdas; entonces estallamos, primero yo, luego ella, pronuncié todas las palabras altisonantes, maldiciones y ofensas que se me ocurrieron al momento y ella, carajo, ella solo se despojó de la máscara, me dijo cosas hirientes, cosas que fracturaron mi autoestima y orgullo masculino y yo intenté hacer lo mismo con ella, aún ahora tengo ese deseo intermitentemente. Total, las horas se escurrieron entre gritos, exasperaciones, reclamos y llanto; al final ella dijo algo que de verdad fue o muy malo o muy fuerte, no recuerdo qué fue en realidad, solo sé que ese dolor me recorrió todo el cuerpo de adentro hacia afuera y entonces tuve el impulso de soltarle un puñetazo en el rostro, apenas pude detenerme y en lugar de golpearla gruñí y la tomé del brazo violentamente; “vete de mi casa”, pronuncié furioso, en ese momento su mirada reflejaba terror, lo cual me hizo sentir un dejo de satisfacción; la arrastré hasta la entrada de mi departamento, abrí la puerta y la arrojé fuera; me di la media vuelta sin cerrar la puerta; ella comenzó a sollozar; me dirigí a mi recamara y comencé a vaciar su cajón; podía escucharla desde ahí intentando ahogar los sollozos, la parte más estúpida de mi aún deseaba ir a consolarla y prometerle que todo estaría bien, pero mi otra parte no dejaba que me detuviera, no quería hacerlo y no lo hice. Cuando estuve más o menos seguro de haber juntado todas sus pertenencias en una montaña de ropa, libros, peluches y recuerditos tontos, las tomé entre mis brazos lo mejor que pude, me dirigí de nuevo a la entrada y las dejé caer apenas cruzando el umbral, solo le dije “espero que haya valido la pena andar de puta” y cerré la puerta. Podía escucharla llorar pero eso no me detuvo, lo que hice fue dirigirme a la cocina, sacar un vaso de vidrio de la alacena, tomar una botella de escocés y verter el líquido hasta casi derramarlo; lo bebí en un sola empinada de codo, una parte se escurrió por la comisura de mis labios, la limpié con el antebrazo; agarré la botella y el whisky y me fui a sentar a la sala. Aún podía escucharla detrás de la puerta así que encendí el reproductor, di play al disco y Losing My Religion comenzó a sonar en las bocinas. Seguí bebiendo hasta que me dormí o me desmayé, no tengo muy clara esa parte. Al otro día desperté o recobre el conocimiento, con una resaca insoportable pero con una sensación un tanto surrealista, como si no estuviera seguro de que los acontecimientos de la noche anterior de verdad hubieran ocurrido, así que me dirigí a la puerta, la abrí, no había nada donde recordaba haber dejado todo lo de Mayte, pero en las escaleras que dirigían a la planta baja había una prenda que me resultaba familiar, una tanga de encaje color turquesa que solo había visto en un trasero, en el suyo.



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2.

El primer día, o sea el sábado, me dediqué a lavar las cobijas, sabanas, edredones y sillones, pues todo olía a ella, casi podía saborear el sabor de su vagina en el ambiente y eso me provocaba una mezcla de sensaciones opuestas, empezando por nostalgia, un par de erecciones involuntarias recordando sus gemidos y la frustración por la idea de otro hombre penetrándola, además de la tristeza provocada por la ternura maliciosa de su sonrisa que jamás volvería a presenciar. Después de limpiar, su aroma seguía impregnado en el departamento, así que recurrí al plan B, compré cinco cajetillas de cigarrillos, un par de patonas de Antillano y refresco suficiente para preparar las cubas. Regresé a casa y me dispuse a beberlas; tenía dinero para gastar, eran los ahorros para las vacaciones que habíamos planeado para ese invierno, un maldito viaje por Europa o Argentina, pero como esa posibilidad se había esfumado concluí que era buena idea despilfarrar un poco de ello, lo cierto es que termine gastándome todo.

Semana y media después las únicas personas que sabían de mi eran el tipo que atendía la vinatería y la señora de obesidad mórbida que vendía aquellos tacos preparados con carne de procedencia dudosa; no había contestado el teléfono ninguna de las veces que sonó por miedo a encontrarme con su voz melodiosa. Me aislé totalmente y aunque sabía que me encontraba en un proceso de estancamiento, no me importaba. Estaba tirado en la cama -repasando recuerdos e intentando darme cuenta del momento en que comenzó a acostarse con otro tipo- cuando sonaron los golpeteos poco sutiles en la puerta, me levanté solo para saber a través de la mirilla de quién se trataba; del otro lado había un rostro que hacía muchos meses que no veía excepto por las fotografías de Facebook. Florentino siguió tocando hasta que abrí la puerta.  “Nos vamos de putas”, soltó con entusiasmo apenas entró; “no tengo qué ponerme”, respondí; “solo aséate, te hace falta… y ponte cualquier cosa”; “no quiero”; “todos nos hemos enterado de lo que pasó y sé que no estás bien pero debes seguir adelante, tú me lo has dicho antes, además, te llevaré a una fiesta a la que todos mis amigos llevaran a sus amigas bugas”. Luego de pensarlo un par de minutos dije, “vendido”, y me dirigí a la regadera.  
Florentino es el tipo de gay que no sabes que lo es, excepto porque es carilindo y cuida extenuantemente su físico, pero de ahí en fuera nada lo delata, no tiene ni una pizca de amaneramiento y por alguna razón, aunque ya ha salido del closet, sus relaciones y amoríos suelen ser muy discretos; en general es un muy buen tipo, no somos muy unidos ni nada por el estilo pero siempre se solidariza cuando hay estados de emergencia o crisis; pensé en preguntar cómo es que se había enterado, pero no tenía muchos ánimos de hacerlo así que me dediqué a seguirlo silenciosamente en el camino a la fiesta.


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3.

Se trataba del cumpleaños de un ex novio de mi amigo. “Dime que no me has traído para hacerme pasar por tu nueva pareja”, él lo negó rotundamente con la cabeza , “para que no tengas impresiones incorrectas aléjate de mí, date una vuelta por el lugar y ve si pescas algo”. Asentí, me di la media vuelta, él tocó mi hombro y añadió, “por favor, evita hablar de tu rompimiento”. Asentí y me fui.  
Al poco rato vi a una chica preciosa, me sonrió, sonreí y nos encontramos en la mesa donde estaban las botellas de licores variados; se presentó como Melissa, con doble “s”, yo hice lo propio. Ella bebía rápido sin perder el equilibrio, eso me gustaba, además, tenía los ojos enormes y el cabello castaño, ondulado, abultado y extenso, y un cuerpo de puta madre, una copa A bastante coqueta, una cintura acentuada y caderas anchas, era tan opuesta a Mayte que me parecía la compañía idónea para aquel turbio momento; teníamos tanto en común y me sentía tan cómodo con ella que verdaderamente pude dejar de lado lo malo de mis últimos días e incluso pude empinar el codo sin la destructiva intención de olvidar; me sacó a bailar, lo hicimos durante un buen rato, luego a mitad de una canción me besó, apasionada y genuinamente, “quiero estar contigo esta noche”, me susurró al oído y yo, bueno, ya estaba de humor para ello.  
Era un plan sencillo, compraríamos condones en la farmacia u Oxxo más cercano y buscaríamos un hotel barato que no pareciera sospechoso; antes de marcharmos me dispuse a despedirme de Florentino, le pedí a Melissa que me esperara en la entrada de la casa y fui a buscarlo, lo encontré mientras bailaba con otro chico, me dio algo de vergüenza interrumpirlo pero sentía que al menos debía avisarle que me retiraba, además de agradecerle por llevarme; tuve que hablarle al oído, cosa que de haber estado sobrio habría hecho que me sonrojara, pero yo ya estaba encarrerado y solo le di un breve resumen de los hechos. Curioso, quiso ver quien era la chica en cuestión, le pedí que me siguiera para mostrársela; “esa es Melissa” dije mientras la señalaba; “¿cuál es?”; “la de la izquierda”; “ay, amigo, lo siento, temo que has sido embaucado”, creo que lo dijo con un dejo de condescendencia. “¿Qué?, ¿por qué lo dices?”; “ella no se llama Melissa, ni siquiera es heterosexual; se llama Berenice, tengo entendido que es lesbiana, se aprovecha de los borrachos que encuentra en las fiestas; escuché que cuando está en el hotel con un hombre se mete al baño y espera a que este se duerma para robarle la cartera, el celular y cualquier otra cosa de valor que lleve encima”; “¿entonces no me voy con ella?” pregunté incrédulo, era la segunda vez que me veían la cara en un lapso menor a dos semanas; supongo que mi amigo percibió cierta desesperanza en la expresión de mi rostro porque me dijo, “solo ten cuidado, esconde tus pertenencias en una parte de la habitación que creas que ella no revisará y, por lo que más quieras, no te duermas”. Agradecí su consejo y me fui.


 
 
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4.

Estábamos ambos tendidos en la cama acariciándonos; ella estaba semidesnuda y yo a punto de desprenderme de los pantalones, entonces recordé lo que dijo Florentino y acto seguido me detuve lo más sutilmente posible y pedí permiso de ir al baño -la verdad sí tenía ganas orinar- me levanté, me dirigí al cuarto del escusado, abrí la puerta, entré, la cerré; la erección hizo difícil atinarle al retrete pero no lo hice tan mal, luego me di a la tarea de buscar un escondite para mis pertenencias. Pensé en el botiquín, pero creí que sería demasiado obvio, luego pensé en meterlas a la caja donde se almacena el agua para jalarle, era mejor escondite que el botiquín pero mi celular se echaría a perder; tuve que desistir al darme cuenta que no había un buen escondite. Mantuve mis cosas en los bolsillos del pantalón y salí, pensé que con mantenerme despierto luego de la faena sería suficiente… ¿o no?, de todos modos ya pensaría en ello después.  Cuando salí ella estaba ya del otro lado de la puerta esperando entrar, le cedí el paso con una media reverencia.   Ella azotó la puerta, escuché que puso el seguro y abrió las llaves de agua del lavabo; no sé cuánto rato estuvo ahí, mientras tanto a mí se me cerraban los ojos, pero volví a recordar las palabras de mi amigo, entonces me levanté intentando espabilarme y comencé a buscar un escondite. Me preocupaba esconder el celular, que no sé porque razón llevaba encima si no quería atender ninguna llamada, supongo que simple costumbre; también la cartera, que solo guardaba quinientos pesos pero la idea de obtener una reposición del IFE o pagar de nuevo para sacar la licencia de conducir no me hacia feliz; lo mejor que se me ocurrió fue ponerlos debajo del colchón y prometerme que pasara lo que pasara no me movería de ese lado de la cama. 
 
El sonido del agua aun corriendo persistía así que me puse del otro lado de la puerta del baño y comencé a tocar y a preguntarle a la falsa Melissa si estaba bien, no recibí respuesta, volví a tocar, luego de un rato ella contestó, dijo que todo estaba bien y que en un momento saldría; no me moví de ahí hasta que abrió, cuando lo hizo me miro y dijo, “pensé que ya te habrías dormido”, “lo sé, de hecho es lo que esperabas, ¿cierto, Berenice?”, respondí; sonrió pícara pero con un dejo de vergüenza. “Así que lo sabes, ¿ahora qué?”, preguntó provocadora; “no lo sé, ¿quieres hablar de algo o qué sugieres?”; “supongo que no es una mala idea, ¿quieres un trago?”, mientras lo decía se dirigió a su bolsa encima del tocador y sacó de ella una botella de tequila a la mitad; “¿todavía intentarás robarme?”; “no, que lo sepas le quita algo de encanto, a todo esto, ¿cómo lo supiste?”, me extendió la botella; “un pajarito me lo contó”, tomé la botella y bebí sin miramientos; “si estabas consciente de esto, ¿por qué seguiste adelante?”; “buena pregunta, no lo sé realmente, creo que sencillamente no quería pasar la noche solo”, le regresé el licor; “bueno, supongo que no es tan malo”, ahora bebió ella y luego seguimos platicando. En algún momento dijo, “no soy precisamente lesbiana, soy bisexual, además, según el diagnóstico de mi psicólogo yo odio a los hombres debido a traumas de mi niñez y soy bipolar”; “¿y estás de acuerdo con su opinión?”; “al principio no, pero después de reventarle un florero en la cabeza lo reconsideré”. Reí a carcajadas, ella se me unió, cuando pude más o menos parar de reír le pregunté si la anécdota era cierta, dijo que más o menos, excepto que el florero no se rompió, solamente la cabeza del tipo; “bueno, si de algo sirve, ahora mismo yo odio a todas las mujeres”, no lo dije condescendientemente; “¿de verdad?, ¿por qué?”, había algo de legítima curiosidad en su tono de voz y en la expresión de su rostro, se lo conté, intenté ser lo más breve posible; “suele pasar, a veces las mujeres podemos ser unas verdaderas perras, pero recuerda esto, no todas deben pagar por lo que una te hizo, no es justo, y no te preocupes, ya conocerás a la buena, solo debes saber esperar y no cerrarte a la posibilidad de que vuelva a ocurrir”, creo que lo decía honestamente; pensé en responderle que eso de que mi misoginia temporal era injusta también aplicaba a su misandria aguda, pero mi sentido común me hizo dar cuenta de que no quería que esa botella de tequila terminara impactada contra mi sien, así que me limité a asentir y agradecer el consejo.

Esta parte de la noche no la tengo muy clara, quizás simplemente las posibilidades se alinearon con las imposibilidades que a su vez se mezclaron con el tequila, los dejos de honestidad y una pizca de identificación entre ambos, pero solo estoy divagando, de lo único que tengo certeza es de los hechos; ella se me encimó, y yo no podía lograr la erección debido al alcohol, ella comenzó a irritarse y a soltar frases con ira impregnada, y, la verdad sea dicha, eso me excitó y pudimos llevar a cabo el acto; fue algo extraño, sentí como si me hubiera ultrajado por su manera violenta de hacerlo, pero me gustó. ¿Han escuchado la frase “tres sin zacate”? bueno, eso resume el encuentro sexual de esa noche, así que, sumándole a eso una resaca acumulada, el deterioro emocional con el que había lidiado hasta ese día y la desvelada, inevitablemente me quedé dormido con ella sobre mi pecho; lo siguiente que supe fue que ya debía abandonar el cuarto, una llamada telefónica proveniente de la recepción me lo avisó, ni siquiera pensé en ducharme, solo me alarmé al darme cuenta que había cometido el error de dormirme y comencé a buscar mis pertenencias, ahí estaban, las tomé y abandone el hotel; caminé una cuadra, aún estaba resacoso, así que decidí tomar un taxi; llegamos a mi domicilio, saqué la cartera, vi que faltaban trescientos de los quinientos pesos que llevaba, no me detuve a pensar en ello, solo le pagué al ruletero y me dirigí a la vinatería de la otra calle. Compré un six pack de cerveza, un paquete de Delicados de catorce, volví a casa y me encerré de nuevo. Eran casi las doce cuando el celular sonó, era un número desconocido y contesté, se trataba de Berenice, llamaba para reclamarme, dijo que me había aprovechado de su momento de vulnerabilidad, que la había usado y que me demandaría por abuso sexual, luego me dijo cobarde, me maldijo, advirtió que debía cuidarme y terminó diciéndome “ojalá te hubiera robado todo” y colgó; estuve esperando que alguna de sus amenazas se cumpliera pero hasta el día de hoy no ha ocurrido.  
Al siguiente día ya me sentía apto para presentarme a trabajar, nadie me dijo nada realmente pero me miraban con extrañeza, no me importó, esa noche camino a casa me detuve de nuevo en la vinatería, contrate una prostituta y desde entonces no he parado.
 
  
 

Clementino Diógenes 
México, D.F. Noviembre 2013