(SEGUNDA PARTE)
-¿Así de mal está la
situación?- dijo Patricia cuando se percató de las botellas regadas en el piso
del cuarto de Clementino.
Clementino asintió sin
prestarle mucha importancia al comentario. Colocó las bolsas del supermercado
en el piso, en una parte libre de otras botellas, se quitó el suéter; extrajo
una caguama de una de las bolsas, busco el destapador, lo encontró, le dio uso
y un vapor frio escapó de la botella. Tomo un vaso, lo lleno, cuidando que no
se produjera mucha espuma, y lo ofreció a Patricia. Clementino comenzó a beber
directo del envase. “solo tengo un vaso”, dijo a manera de disculpa; Patricia
encogió los brazos, como para expresar su conformidad.
En las bocinas del
minicomponente comenzó a escucharse Whiskey River. Clementino fue a sentarse en
el piso a un lado del sofá-cama recargándose en la pared.
-¿Cómo se encuentra Alex?-
Clementino pregunto más por cordialidad que por interés.
-Lo mismo de siempre, ya
sabes: a veces no nos toleramos, hay días buenos, los hay malos… a veces quiero
reventarle la cabeza con lo que sea que tenga a la mano y hay días en que no
quiero despegarme de él, eso pasa, sobre todo, los domingos, cuando amanecemos
abrazados y me hace sentir protegida.
-¿Cómo es eso? ¿Cómo puedes
amar y odiar a la misma persona según el día de la semana?- pregunto Clementino
intrigado.
-No lo sé, supongo que es
parte del paquete. No todos los días pueden ser soleados, tiene que haber de
todo, sin embargo, al final del día, cuando se nos pasan las ganas de
destrozarnos, recuerdas porque estás con esa persona- Patricia sonó convencida
de sus palabras, pero algo le hizo pensar a Clementino que no lo estaba tanto.
-No lo sé, parece triste…
-Lo es, pero, a la par, no
lo es. Creo que es la parte que no te dicen, que el amor esta lleno de zonas
grises, victorias a medias, sabores agridulces, etcétera.
-¿Cuál es la razón que
recuerdas al final del día para estar con Alex?
El vaso de Patricia tenía la
mitad de cerveza, lo bebió de un trago tras la pregunta de su interlocutor.
Inmediatamente, pidió a Clementino que lo rellenara; éste, estaba por
levantarse para servirlo cuando Patricia lo interrumpió “quédate sentado, voy
para allá”. Se levantó de la silla y fue a sentarse a lado de Clementino, quien
le ofreció la cerveza tamaño familiar; ella tomo el envase por encima de la
mano de él, como dirigiendo la operación; lentamente comenzó a empinar la
botella sobre el borde del vaso de cristal que sostenía en la otra mano hasta
que el líquido llego al punto de casi derramarse.
Patricia bebió dos tragos y
coloco el vaso sobre sus piernas extendidas; luego, como si estuviera cansada o
aburrida, recargo la cabeza sobre el hombro de Clementino y restregó suavemente
su rostro sobre su brazo, como un cachorrito que busca cariño. Para Clementino
era más sencillo advertir las señales con algo de alcohol en sus manos, así que
levanto el brazo y rodeo la espalda de Patricia con él. Ella levanto el rostro
y lo miro fijamente, como esperando una invitación; él agacho un poco la cabeza
para sincronizar las miradas; entonces ella lo beso, fue un beso largo y
profundo, con premura. Un beso honesto.
Patricia soltó el vaso para
tomar con ambas manos el rostro de Clementino; la cerveza se le regó por encima
del vestido y lo traspaso hasta llegar a las medias. La mujer se exalto debido
a la frialdad e interrumpió el beso, levanto el vestido hasta quitárselo y se
puso de pie para quitarse las medias de licra, “¿tienes papel?”, pregunto;
Clementino la miro, solamente vistiendo las bragas y el sostén, negros ambos,
entonces respondió, “no lo necesitas. Ven.”. Patricia se acercó un poco, el
hombre se arrodillo frente a ella y comenzó a lamer el líquido de los muslos;
al principio, ella se sintió incomoda, pero al poco rato comenzó a disfrutarlo.
La lengua de Clementino
pronto rumbo al norte de la anatomía de Patricia y se detuvo en el pubis,
cubierto aún por la tela de algodón; rodeo con sus manos el trasero de la mujer
y lo apretó y masajeo hasta que se encontró con el borde de la prenda, lo tomo
con todos sus dedos y lo bajo hasta la altura de los tobillos. Entonces,
Clementino arremetió con la nariz contra la vulva y comenzó a olfatearla, como
un sabueso antinarcóticos. Sentía los vellos rasguñándole el rostro, pero lejos
de desistir, Clementino abrió la boca y extendió la lengua lo más que pudo.
Patricia, que para ese momento soltaba gemidos cortos, separo ligeramente las
piernas, a manera de bienvenida.
-Creo que nunca me lo habías
hecho así- Patricia sonó algo sorprendida, mientras se reacomodaba sobre el
sofá-cama y buscaba una cobija con la cual cubrir los cuerpos desnudos de ambos
del aire que se colaba por la puerta abierta.
-¿Qué?- Clementino no sabía
a qué se refería.
-Esta noche me has hecho el
amor, generalmente contigo es, o sexo divertido o rudo. Hoy ha sido más que
eso. No sé si debiera preocuparme o celebrarlo.
-¿De que depende?
-De si estabas conmigo o si
pensabas en tu ex mientras lo hacías…
-Sabes que te quiero, pero
no de esa forma. Lo siento.
-Entonces me preocupare-
dijo ella con evidente decepción.
-¡No lo hagas!
-¿Por qué no debería
hacerlo?
-Porque eres la única mujer
en la que confió y quizás eso es más valioso.
-¿Qué tienes tú con todo ese
tema de la confianza?
-Así me educaron.
-No entiendo…
-Mi anciano papi no me
dejaba tener amigos cuando era niño, decía que no debía confiar en nadie.
-Eso es perturbador.
-Lo es, también decía que,
en el dado caso de que tuviera un amigo, no debía dejarlo entrar a mi casa.
-Bueno, quizás lo dijera por
que algún culero le hizo alguna mala jugada…
-Ese es el punto,
últimamente, creo que el culero era él.
Patricia soltó una risotada.
-Ahora entiendo porque estás
tan jodido- dijo ella- pero esa no es manera de hablar de los difuntos.
-Sabes que lo quiero, a
pesar de todo; pero la muerte, no borra los actos cometidos en vida.
-¡Eso que ni qué!- dijo
Patricia confusa- ¿Podemos brindar por tu anciano papi?- agrego tímidamente.
Clementino se levantó del
sofá-cama, levanto el vaso de cristal del suelo, lo lleno de cerveza, se lo
extendió a Patricia. Entonces, Clementino choco el envase con el vaso que
sostenía ella y dieron un trago largo.
-¿Te digo algo sin que te
molestes?
Clementino asintió, con el
ánimo de quien sabe que lo que le digan lo va a encabronar.
-Creo que, si juegas bien
tus cartas, puedes seguir acostándote con tu ex- dijo ella, como alguien que
acaba de descubrir el hilo negro.
Clementino, como lo intuyó,
se encabrono, pero no dijo nada, solo hizo una mueca de hartazgo.
Patricia, al ver su
reacción, reanudo la conversación.
-¿Por qué no lo intentamos
nosotros?
-¿A que te refieres?-
pregunto Clementino fingiendo no saber a lo que se refería.
-Tu y yo, algo serio.
-Solo si estas dispuesta a
que deje de confiar en ti…
-¿Por qué habría de ser así?
-Bueno, en primera, no
quisiera que me reventaras la cabeza con nada…-Patricia interrumpió a
Clementino con una risotada, luego él continuo- hablando en serio, jamás podría
volver a confiar en ti porque siempre estaría esperando el putazo; o sea,
esperando a que llegase alguien más a ofrecerte algo que no puedo darte. ¿Sabes
a que me refiero, no?
-Lo entiendo. ¿Puedo
preguntar algo mas?
-Pregunta.
-¿Qué tiene ella… qué tiene
ella que no tenga yo? ¿Qué es lo que hace que estés así, tan desolado?
-No lo sé, para ser honesto.
Si debo hacer una hipótesis, diré que es como el tesoro escondido, es decir, si
tú la vez caminando por la calle, quizás no te llame tanto la atención, pero si
la miras con detención es hermosa, aunque no sé hasta qué punto su belleza
coincida con los cánones socialmente aceptados actualmente. No espera que uno
pague las entradas al cine y las palomitas, ni quiere ser la damisela en
peligro, es autónoma, pero no puedo decirte el resto, porque eso me lo reservo
para mis adentros.
-Entiendo…- dijo, aunque
Patricia, realmente, no entendía- ahora, bésame de nuevo, como hace rato.
Clementino lo hizo y
la faena volvió a comenzar.
>(continuará)
Elvis Castillo
Cuauhtémoc, Ciudad de México 2018