lunes, 4 de junio de 2018

Tributos particulares

(SEGUNDA PARTE)


-¿Así de mal está la situación?- dijo Patricia cuando se percató de las botellas regadas en el piso del cuarto de Clementino.
Clementino asintió sin prestarle mucha importancia al comentario. Colocó las bolsas del supermercado en el piso, en una parte libre de otras botellas, se quitó el suéter; extrajo una caguama de una de las bolsas, busco el destapador, lo encontró, le dio uso y un vapor frio escapó de la botella. Tomo un vaso, lo lleno, cuidando que no se produjera mucha espuma, y lo ofreció a Patricia. Clementino comenzó a beber directo del envase. “solo tengo un vaso”, dijo a manera de disculpa; Patricia encogió los brazos, como para expresar su conformidad.
En las bocinas del minicomponente comenzó a escucharse Whiskey River. Clementino fue a sentarse en el piso a un lado del sofá-cama recargándose en la pared.
-¿Cómo se encuentra Alex?- Clementino pregunto más por cordialidad que por interés.
-Lo mismo de siempre, ya sabes: a veces no nos toleramos, hay días buenos, los hay malos… a veces quiero reventarle la cabeza con lo que sea que tenga a la mano y hay días en que no quiero despegarme de él, eso pasa, sobre todo, los domingos, cuando amanecemos abrazados y me hace sentir protegida.
-¿Cómo es eso? ¿Cómo puedes amar y odiar a la misma persona según el día de la semana?- pregunto Clementino intrigado.
-No lo sé, supongo que es parte del paquete. No todos los días pueden ser soleados, tiene que haber de todo, sin embargo, al final del día, cuando se nos pasan las ganas de destrozarnos, recuerdas porque estás con esa persona- Patricia sonó convencida de sus palabras, pero algo le hizo pensar a Clementino que no lo estaba tanto.
-No lo sé, parece triste…
-Lo es, pero, a la par, no lo es. Creo que es la parte que no te dicen, que el amor esta lleno de zonas grises, victorias a medias, sabores agridulces, etcétera.
-¿Cuál es la razón que recuerdas al final del día para estar con Alex?
El vaso de Patricia tenía la mitad de cerveza, lo bebió de un trago tras la pregunta de su interlocutor. Inmediatamente, pidió a Clementino que lo rellenara; éste, estaba por levantarse para servirlo cuando Patricia lo interrumpió “quédate sentado, voy para allá”. Se levantó de la silla y fue a sentarse a lado de Clementino, quien le ofreció la cerveza tamaño familiar; ella tomo el envase por encima de la mano de él, como dirigiendo la operación; lentamente comenzó a empinar la botella sobre el borde del vaso de cristal que sostenía en la otra mano hasta que el líquido llego al punto de casi derramarse.
Patricia bebió dos tragos y coloco el vaso sobre sus piernas extendidas; luego, como si estuviera cansada o aburrida, recargo la cabeza sobre el hombro de Clementino y restregó suavemente su rostro sobre su brazo, como un cachorrito que busca cariño. Para Clementino era más sencillo advertir las señales con algo de alcohol en sus manos, así que levanto el brazo y rodeo la espalda de Patricia con él. Ella levanto el rostro y lo miro fijamente, como esperando una invitación; él agacho un poco la cabeza para sincronizar las miradas; entonces ella lo beso, fue un beso largo y profundo, con premura. Un beso honesto.
Patricia soltó el vaso para tomar con ambas manos el rostro de Clementino; la cerveza se le regó por encima del vestido y lo traspaso hasta llegar a las medias. La mujer se exalto debido a la frialdad e interrumpió el beso, levanto el vestido hasta quitárselo y se puso de pie para quitarse las medias de licra, “¿tienes papel?”, pregunto; Clementino la miro, solamente vistiendo las bragas y el sostén, negros ambos, entonces respondió, “no lo necesitas. Ven.”. Patricia se acercó un poco, el hombre se arrodillo frente a ella y comenzó a lamer el líquido de los muslos; al principio, ella se sintió incomoda, pero al poco rato comenzó a disfrutarlo.
La lengua de Clementino pronto rumbo al norte de la anatomía de Patricia y se detuvo en el pubis, cubierto aún por la tela de algodón; rodeo con sus manos el trasero de la mujer y lo apretó y masajeo hasta que se encontró con el borde de la prenda, lo tomo con todos sus dedos y lo bajo hasta la altura de los tobillos. Entonces, Clementino arremetió con la nariz contra la vulva y comenzó a olfatearla, como un sabueso antinarcóticos. Sentía los vellos rasguñándole el rostro, pero lejos de desistir, Clementino abrió la boca y extendió la lengua lo más que pudo. Patricia, que para ese momento soltaba gemidos cortos, separo ligeramente las piernas, a manera de bienvenida.


-Creo que nunca me lo habías hecho así- Patricia sonó algo sorprendida, mientras se reacomodaba sobre el sofá-cama y buscaba una cobija con la cual cubrir los cuerpos desnudos de ambos del aire que se colaba por la puerta abierta.
-¿Qué?- Clementino no sabía a qué se refería.
-Esta noche me has hecho el amor, generalmente contigo es, o sexo divertido o rudo. Hoy ha sido más que eso. No sé si debiera preocuparme o celebrarlo.
-¿De que depende?
-De si estabas conmigo o si pensabas en tu ex mientras lo hacías…
-Sabes que te quiero, pero no de esa forma. Lo siento.
-Entonces me preocupare- dijo ella con evidente decepción.
-¡No lo hagas!
-¿Por qué no debería hacerlo?
-Porque eres la única mujer en la que confió y quizás eso es más valioso.
-¿Qué tienes tú con todo ese tema de la confianza?
-Así me educaron.
-No entiendo…
-Mi anciano papi no me dejaba tener amigos cuando era niño, decía que no debía confiar en nadie.
-Eso es perturbador.
-Lo es, también decía que, en el dado caso de que tuviera un amigo, no debía dejarlo entrar a mi casa.
-Bueno, quizás lo dijera por que algún culero le hizo alguna mala jugada…
-Ese es el punto, últimamente, creo que el culero era él.
Patricia soltó una risotada.
-Ahora entiendo porque estás tan jodido- dijo ella- pero esa no es manera de hablar de los difuntos.
-Sabes que lo quiero, a pesar de todo; pero la muerte, no borra los actos cometidos en vida.
-¡Eso que ni qué!- dijo Patricia confusa- ¿Podemos brindar por tu anciano papi?- agrego tímidamente.
Clementino se levantó del sofá-cama, levanto el vaso de cristal del suelo, lo lleno de cerveza, se lo extendió a Patricia. Entonces, Clementino choco el envase con el vaso que sostenía ella y dieron un trago largo.
-¿Te digo algo sin que te molestes?
Clementino asintió, con el ánimo de quien sabe que lo que le digan lo va a encabronar.
-Creo que, si juegas bien tus cartas, puedes seguir acostándote con tu ex- dijo ella, como alguien que acaba de descubrir el hilo negro.
Clementino, como lo intuyó, se encabrono, pero no dijo nada, solo hizo una mueca de hartazgo.
Patricia, al ver su reacción, reanudo la conversación.
-¿Por qué no lo intentamos nosotros?
-¿A que te refieres?- pregunto Clementino fingiendo no saber a lo que se refería.
-Tu y yo, algo serio.
-Solo si estas dispuesta a que deje de confiar en ti…
-¿Por qué habría de ser así?
-Bueno, en primera, no quisiera que me reventaras la cabeza con nada…-Patricia interrumpió a Clementino con una risotada, luego él continuo- hablando en serio, jamás podría volver a confiar en ti porque siempre estaría esperando el putazo; o sea, esperando a que llegase alguien más a ofrecerte algo que no puedo darte. ¿Sabes a que me refiero, no?
-Lo entiendo. ¿Puedo preguntar algo mas?
-Pregunta.
-¿Qué tiene ella… qué tiene ella que no tenga yo? ¿Qué es lo que hace que estés así, tan desolado?
-No lo sé, para ser honesto. Si debo hacer una hipótesis, diré que es como el tesoro escondido, es decir, si tú la vez caminando por la calle, quizás no te llame tanto la atención, pero si la miras con detención es hermosa, aunque no sé hasta qué punto su belleza coincida con los cánones socialmente aceptados actualmente. No espera que uno pague las entradas al cine y las palomitas, ni quiere ser la damisela en peligro, es autónoma, pero no puedo decirte el resto, porque eso me lo reservo para mis adentros.
-Entiendo…- dijo, aunque Patricia, realmente, no entendía- ahora, bésame de nuevo, como hace rato.
Clementino lo hizo y la faena volvió a comenzar.

>(continuará)


Elvis Castillo
Cuauhtémoc, Ciudad de México 2018


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