miércoles, 2 de noviembre de 2011

Carta de la muerte



Saben, es difícil ser la muerte. Mi trabajo originalmente consistía en llevarme a aquellos seres que simplemente ya habían cumplido su cometido en la tierra y ya no tenían nada que aportar a la vida, pero actualmente trabajo de más. Ahora me llevo diario a cientos de personas, de las cuales, entre víctimas de asesinatos, guerras y enfermedades, hay una que otra que si estaba en mi lista.
Mucha gente me odia y eso me llena de pesar. Si por mi fuera, yo solo me llevaría a la gente que tiene cita conmigo y dejaría en al tierra a todos los inocentes que últimamente llenan mi barco, pero las reglas de la vida me exigen, aún contra mi voluntad, el llevármelas. ¿Se imaginan si dejara a un decapitado vivo? ¡No podría comer, ni hablar, ni pensar, ni nada, sería un bulto inútil! Y ahora todo el mundo me teme, como si me la pasara buscando a quien hacer infeliz o que familia destruir. Como si me pagaran por llenar cementerios. Ese no es mi propósito, es más, ¡Ni me pagan! Yo no tengo ningún beneficio por llevarme a la gente, esa es mi razón de ser y nada más, es mi naturaleza, como es del sol alumbrar y de la lluvia mojar.
Cuando me encontré con Saramago, le comenté que su novela me había gustado mucho y que me encantaría tomarme unas vacaciones, el solo se rió y me dijo que sería interesante ver la tierra poblada de gente muerta-viva. Pero como ya dije, no puedo tomarme unas vacaciones y dejar que la tierra se llene de personas, animales y plantas que más que ser útiles, nada más ocupan espacio.
Recuerdo cuando más de una persona me agradecía por llevarme a alguien que estaba muy enfermo o que sufría mucho. Esas personas en cuanto me veían sonreían y daban gracias por poder liberarse. Los ancianos me saludaban y ni pío decían cuando les decía que noventa años, o los que tuviesen, ya eran suficientes. Pero hoy por hoy, me usan como si fuese exterminadora de ratas, llevándome gente al por mayor, un gran porcentaje de estas asesinadas sin ninguna buena razón más que la que le quiso dar su asesino. Me duele mucho tener que ir por adultos, jóvenes y niños que tenían un gran futuro, y me duele más cuando me reclaman tanto ellos como sus familias. Ya se los dije! TENGO que hacerlo, no es que yo quiera truncar sus sueños. No saben cuanto me costó ir a aquella guardería a recoger niños, o cuanto me duele ir a cada rato a las ciudades fronterizas por mujeres e ir al desierto a recoger víctimas de guerras.
Algo que me extraña es que aún en algunos lugares me hagan festejos si soy tan odiada. Bueno, más bien festejan a los que me llevé, porque a mi en específico nadie me celebra. Hay uno que otro loco que me invoca para llevarme a sus enemigos y hace imágenes a las que les pone flores y velas… la verdad así no funciona esto, por más conjuros raros y sustancias de dudosos ingredientes que se hagan, si no hay una razón de peso para llevarme a alguien, no lo haré. Y también, por más que intenten que alguien se quede, si le toca, le toca. Mil disculpas por haberme llevado a la abuelita o al tío, pero dejarlo vivir más de 100 años o con los dolores del cáncer se me hace un poco cruel.
Y les voy a decir un secreto, no existe un “cielo-infierno”, todos los que se mueren vienen a parar acá donde yo estoy, yo no juzgo a nadie por lo que haya o no hecho en vida, la verdad me vale un comino, además, es curioso ver como una vez muertos, las personas deciden hablar en vez de darse cañón. Deberían ver como Hitler y Churchill  se la pasan muy bien juntos después de haber aclarado sus diferencias y haber dejado claras sus posturas. Como aquí no pueden matarse, lo único que le queda a la gente es darse cuenta de que cada quien piensa diferente y tuvo sus razones para hacer lo que hizo. Incluso Osama ya se disculpó con cada una de las víctimas de sus ataques y la mayoría las aceptó gustosas al darse cuenta de que pues en el ambiente donde el creció, lo que hizo era “heroico”, tan heroico como que los compatriotas de las víctimas fueran a hacer guerra por las tierras de Osama. Ningún muerto es rencoroso. También tenemos por estos rumbos un método muy bueno para que la gente esté feliz, la gente que se quiera quedar, que se quede, la que no, la mando a la tierra en forma de bebé. Y bueno, con tantos inconformes, la cigüeña también anda que no se la acaba. No por nada hay vivos unos 7 mil millones.
Pero también hay muchos muertos ya que de por sí este lugar es increíble. No se imaginan como Paltón, Kant y Sartre se echan unas discusiones bien intensas, irónicamente, sobre la vida. ¡O las competencias musicales entre Mozart y Kurt Cobain! En este lugar siempre andamos de fiesta, y ahora con la llegada de Jobs, pues veré como modernizar un poco este sitio y hacer un poco más fácil mi trabajo, porque con tanta gente que traigo a diario estoy agotada, ¡A veces pienso que este trabajo va a terminar matándome!
Pero bueno, debo regresar al trabajo. Yo siempre estoy ocupada no como Santa Claus que trabaja un día al año, el cual por cierto tengo entre mis filas desde el siglo cuarto cuando murió en Anatolia. Y me despido no sin antes pedirles de favor que dejen de matarse o tendré que traer a Adam Goldstein, dueño de la Royal Caribbean International, para que me ayude a hacer un barco más grande y que no se hunda como el último que me hicieron los de la White Star…
En fin, les pido eso y que dejen de odiarme por hacer mi trabajo, al final, ahora ustedes son los que deciden a quien me llevo en estos días.
Atte: La Muerte.

Fernando “Viento del Norte” Sánchez.
Noviembre 2 de 2011

Más cuentos de Fernando Sánchez http://vientoboreal.blogspot.com/

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