Miré mucho tiempo las maquetas en el techo del museo y pensé en lo que dijo el guía: que el universo comenzó con un estallido y terminará con un estallido. Ahora miro el techo de mi cuarto y pienso lo mismo, y que el mundo se va a acabar no por las guerras, no por la contaminación, no por ser malos sino porque así tiene que ser y no se puede hacer nada para evitarlo.
El techo es el límite de mí cuarto igual que las paredes, y cuando apago la luz parece que no hay límite y que floto en el espacio exterior, la oscuridad parece infinita, pero no: las paredes y el techo ahí siguen aunque no los vea.
Prendo otra vez la luz.
La apago.
La vuelvo a prender.
Las paredes siguen ahí.
Me tapo con las sábanas la cara, así está mejor, pero no sirve de nada.
Me destapo.
Sigo viendo las paredes y el techo.
Está claro: los límites existen igual que en el universo, que no es infinito como decía la maestra sino que tiene un límite y después de ese límite no hay nada, hay una pared de nada, todo se acaba, de eso me enteré hoy, el guía lo explicó muy claro en el museo: el universo se estira como liga y cuando no pueda estirarse más o se revienta o se comienza a contraer… si no es que se está contrayendo ya, pienso.
-En algún momento el universo estallará- dijo el guía y la mayoría no puso atención pero a mi me quedó muy claro que eso no era nada bueno.
- ¿Y nosotros, qué nos va a pasar, nos vamos a morir?- pregunté aunque la respuesta era obvia.
-Nosotros vamos a morir millones de billones de trillones de años antes de que eso suceda, no te preocupes.
- ¿Pero los hombres?- aclaré.
- Por eso, cuando digo "nosotros" me refiero a la especie humana y en general a toda forma de vida, no a los que estamos aquí en este preciso momento. Para cuando el universo llegue a su fin nuestro sistema solar ya tendrá miles de billones de trillones de años extinto, el sol explotará billones de billones de años antes por otras causas ajenas al movimiento del universo. Es una estrella y todas las estrellas tienden a estallar.
No pude ocultar mi miedo, era tan obvio que el guía trató de componer la situación y pidió que no nos preocupáramos porque en verdad faltaban muchísimos años para eso.
-Tanto, que no vale la pena preocuparse - dijo y me dio una palmada en la espalda.
Seguimos caminando por las salas y me quedé viendo las maquetas del sistema solar y de las constelaciones que están en el techo… y me cayó el veinte.
- ¿Pero es posible que el ser humano puede viajar a otros planetas y vivir ahí antes de que el sol estalle?
- Sí, talvez - dijo el guía pero no sonaba muy convencido.
- ¿Pero en serio no hay nada más allá del límite del universo?- pregunté buscando una esperanza.
La maestra se metió en la plática y habló de dios y dijo que no existe la nada y que después del límite del universo está dios, pero no sonaba muy creíble.
- Siempre es bueno tener fe y creer en algo- dijo el guía para quedar bien con la maestra pero yo sé que a él también le pareció ilógico.
Ahora son las dos de la mañana y no he podido dormir, miro el techo.
Apago la luz y temo al infinito.
La prendo y temo a la certeza.
Me dan ganas de llorar y me da mucho miedo, no puede ser que no seamos nada, pienso que no somos nada y no me gusta pensar eso, trato de rezar pero tampoco creo ya que sirva de mucho. No somos nada, granos de arena o menos flotando en el universo.
Romeo Valentín Arellanes.
México DF, septiembre de 2012.