Fue un día largo en
el trabajo. Como todos los lunes, mi jefa me pidió que terminara de revisar los
informes de la semana pasada. Ya estaba oscureciendo
Antes de subir al
camión revisé mis bolsas del pantalón para prever mi pago del pasaje, no me di
cuenta que me había quedado sin cambio, con sólo tres pesos en monedas y un
billete de a $200 y pensé: no me van a querer subir.
Olvidando mi
suposición, abordé el camión. Le di la sorjuana al chofer que me volteó a ver
con una expresión un tanto dudosa -¿no traes cambio?, me preguntó –bajo
casi llegando a la base, me da el cambio
allá.- ok, me dijo el chofer
Empezamos el
trayecto vespertino, pude ver a los pasajeros con cara de cansados por la larga
jornada laboral un tanto más aburridos
que cansados.
Salvo por las
cumbias y las canciones de banda, el
viaje nocturno es muy agradable; con las luces neón y los coches peleando por
el récord Guinness de mentadas de madre a claxonazos en un solo semáforo, los
vendedores ambulantes, y hasta las ejecutantes del oficio más antiguo del mundo
buscando un espacio en esta Ciudad.
Fue en alguna
esquina de la merced, de cuyo nombre no quiero acordarme, donde se subieron dos
adolescentes de muy mala pinta y peor
actitud; en ese momento cerré los ojos, respiré hondo y pensé: -ya valió madres
El muchacho más
viejo de los dos al unísono de mi pensamiento gritó exactamente lo mismo: ¡Ya
valió madres! ¡Esto es un asalto! (como si nadie lo supiera), siguió el joven
con sus improperios y órdenes, le dijo al chofer, -apaga las luces y vete a 40
y no te hagas el chistoso, afloja la marimba… ¡no queremos héroes, no se hagan
pendejos y aflojen todo!
Todos se pusieron
nerviosos, una chava casi se desmaya, de no haber sido por un anciano que la
calmó como si fuera su propio padre abrazándola.
El asaltante más
joven se me acercó y me dijo: ¡saca todo cabrón! Le di mis tres pesos, a lo que
el felón me miró y dijo -no te hagas pendejo, el reloj, y el celular; le enseñé
mi muñeca desnuda, le entregué mi celular chicharrón (repuesto por cuarta
ocasión en castigo de perderlos todos en las borracheras). -no mames no traes
nada, pinche jodido, me dijo al enseñarle mi cartera vacía.
Se bajaron los cacos,
corriendo entre calles y callejones. Todos los pasajeros estábamos pasmados, muchos
nerviosos aun. El trayecto siguió normal, como si nada, una señora dijo que
había escondido su celular y que llamaría a la policía para levantar el acta,
nadie la secundó. Todos murmuraron, pero nadie dijo nada. La señora se bajó
refunfuñando sobre la apatía de los asaltados.
Al final del
trayecto me dispuse a bajar, me dirigí al chofer, y con mucha convicción le
pedí mi cambio, puesto que el chofer, técnicamente no fue asaltado y no le
quitaron billetes (entre ellos el mío). Me lanzó una mirada que no supe cómo
interpretar.
Me bajé del camión
sin dinero, frustrado, sabiendo que me
habían asaltado dos veces.
Don Leopardo A.
Alfa Centauri
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