viernes, 4 de octubre de 2013

A media quincena


Fue un día largo en el trabajo. Como todos los lunes, mi jefa me pidió que terminara de revisar los informes de la semana pasada. Ya estaba oscureciendo

Antes de subir al camión revisé mis bolsas del pantalón para prever mi pago del pasaje, no me di cuenta que me había quedado sin cambio, con sólo tres pesos en monedas y un billete de a $200 y pensé: no me van a querer subir.

Olvidando mi suposición, abordé el camión. Le di la sorjuana al chofer que me volteó a ver con una expresión un tanto dudosa -¿no traes cambio?, me preguntó –bajo casi  llegando a la base, me da el cambio allá.- ok, me dijo el chofer

Empezamos el trayecto vespertino, pude ver a los pasajeros con cara de cansados por la larga jornada laboral  un tanto más aburridos que cansados.

Salvo por las cumbias y las canciones de banda,  el viaje nocturno es muy agradable; con las luces neón y los coches peleando por el récord Guinness de mentadas de madre a claxonazos en un solo semáforo, los vendedores ambulantes, y hasta las ejecutantes del oficio más antiguo del mundo buscando un espacio en esta Ciudad.
Fue en alguna esquina de la merced, de cuyo nombre no quiero acordarme, donde se subieron dos adolescentes  de muy mala pinta y peor actitud; en ese momento cerré los ojos, respiré hondo y pensé: -ya valió madres

El muchacho más viejo de los dos al unísono de mi pensamiento gritó exactamente lo mismo: ¡Ya valió madres! ¡Esto es un asalto! (como si nadie lo supiera), siguió el joven con sus improperios y órdenes, le dijo al chofer, -apaga las luces y vete a 40 y no te hagas el chistoso, afloja la marimba… ¡no queremos héroes, no se hagan pendejos y aflojen todo!

Todos se pusieron nerviosos, una chava casi se desmaya, de no haber sido por un anciano que la calmó como si fuera su propio padre abrazándola.

El asaltante más joven se me acercó y me dijo: ¡saca todo cabrón! Le di mis tres pesos, a lo que el felón me miró y dijo -no te hagas pendejo, el reloj, y el celular; le enseñé mi muñeca desnuda, le entregué mi celular chicharrón (repuesto por cuarta ocasión en castigo de perderlos todos en las borracheras). -no mames no traes nada, pinche jodido, me dijo al enseñarle mi cartera vacía.

Se bajaron los cacos, corriendo entre calles y callejones. Todos los pasajeros estábamos pasmados, muchos nerviosos aun. El trayecto siguió normal, como si nada, una señora dijo que había escondido su celular y que llamaría a la policía para levantar el acta, nadie la secundó. Todos murmuraron, pero nadie dijo nada. La señora se bajó refunfuñando sobre la apatía de los asaltados.

Al final del trayecto me dispuse a bajar, me dirigí al chofer, y con mucha convicción le pedí mi cambio, puesto que el chofer, técnicamente no fue asaltado y no le quitaron billetes (entre ellos el mío). Me lanzó una mirada que no supe cómo interpretar.
Me bajé del camión sin dinero, frustrado, sabiendo que me habían asaltado dos veces.

Don Leopardo A.
Alfa Centauri

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