martes, 13 de febrero de 2018

Segundo intento


A mí nadie me hace pendeja, seré joven e inexperta pero la vida me ha enseñado que nada pasa por que sí, yo conozco a los hombres y sé lo mentirosos y manipuladores que son. Cuando conocí a Santiago pensé que era diferente, al menos no se parecía ninguno de los chicos con los que había salido, él no usa camisas desabotonadas a medio pecho, ni relojes enormes, ni le gusta salir a antros; a decir verdad, es un poco aburrido y francamente no le creo eso de sentirse medio intelectual, pero algo en su mirada me atrajo y cuando salimos por primera vez me la pase bien y me gustó cómo me trataba.
Fue natural que nos intrigáramos y quisiéramos conocer más, aún recuerdo la primera vez que nos besamos, esa noche fue la primera, la segunda, la tercera, la cuarta y de plano entramos al limbo de los tocamientos y los besos incalculables.
No todo fue romance, por supuesto, nuestros pasados se hicieron presentes en anécdotas o descuidos de la memoria que nos hicieron cambiarnos los nombres, o recordar cosas que no habíamos hecho juntos, pero nos enamoramos y yo con mis miedos y él con los suyos nos entregamos al sinfín de significados. Pero a mí nadie me hace pendeja, desde el principio sospeche de sus planes, siempre tuve la duda de sus verdaderas razones para quererme y motivos para estar conmigo, él contestaba que lo suyo era un acercamiento cauteloso, sin prisas pero sin pausas, alegaba no sentir la voracidad ni el arrebato de su juventud y concluía mencionando que estaba listo para el amor pero sin presiones ni planes a futuro, preferible crear un presente continuo, en resumen, que lo que yo saque en claro es que él me utilizaba para no estar solo mientras llegaba o buscaba algo mejor, alguien que perteneciera a su mundo y se acoplara a las largas horas de café y  el análisis concienzudo de películas aburridas, lentas y de preferencia en blanco y negro, que desesperación.
Yo que me entregue con las dudas normales, pero sin ánimo de utilizar, yo que vi en él a la persona distinta que podía salvarme de mi vida desenfrenada, yo que rompí mis prejuicios e ideas preconcebidas y me entregue en cuerpo y alma a lo nuestro, yo que deje mi vida anterior y renuncie a las viejas amistades y las constantes borracheras, yo que decidí que por primera vez no usaría al hombre frente a mí. Pero no, era como  los demás, no paso la prueba mínima de hacerle tres preguntas que en apariencia fueran sobre temas inconexos pero que en el fondo arrojaran datos concretos sobre su agenda, tampoco pasó la prueba de tener una contraseña imposible en el celular, como todos los hombres escogió su fecha de nacimiento y fue muy sencillo entrar a sus mensajes para  revisar una por una las conversaciones que mantenía con sus “amiguitas”, así me enteré que hablaba con su ex novia y con tres compañeras del trabajo, no pude soportar su cobardía, su falta de amor propio y su necesidad de buscar cariño y reconocimiento en las demás.
Con cada una de ellas generaba una personalidad distinta donde la única constante era él como víctima de las circunstancias y el desamor, donde él había dado todo de manera sincera y el destino le había pagado con el fracaso, que mierda de persona, pobre ingenuo. Jamás le creí, siempre estuve alerta, escuchando y observando todo con atención y sin perder detalle, pobre iluso, jamás imaginó que yo escribía en una libreta todas las anécdotas que contaba y después en las noches revisaba dónde caía en incongruencias, jamás supo que en todo momento notaba cuándo mentía y cuando decía la verdad, a veces no era necesario saberlo, era suficiente con enfrentarlo para que cayera en entredichos y se delatara.
En suma, un pusilánime y un mentiroso que jamás aceptó su culpabilidad y su falta de respeto a nuestro amor, pero merecido lo tengo, siempre lo supe, fue mi error, debí sospecharlo desde el momento en que embotado por el alcohol me dijo entre las sabanas: Te amo, nada más falso, su celular brillaba con mensajes de las amigas.  Y a mí nadie me hace pendeja, pero llevo semanas sin saber qué hace y con quién platica, este cabrón ya cambió su contraseña. 

Raziel Jacobo Correa Alvarado
CDMX 2018

No hay comentarios:

Publicar un comentario