domingo, 1 de enero de 2012

¿A qué hora sonó el despertador?

Un día más lleno de obligaciones, el reloj marcando los segundos, los minutos, las horas, avanza sin misericordia para con los perezosos, el mundo sigue su curso y no avisa, pareciera que todo se mueve demasiado rápido para siquiera notar en qué momento dejó de sonar el despertador. Tú sólo buscas refugiarte en las sabanas, sabes que tienes que ir a trabajar, sabes que las obligaciones esperan, tú sólo buscas dormir un poco más, al carajo todo, al carajo el horario de oficina, hoy llegarás tarde, como ayer, como mañana, después de todo, reflexionas, lo que ganas no merece siquiera el esfuerzo de llegar temprano, bañado y con el aliento de dos tazas de café. Las 9 y ya están tocando a la puerta, quién dijo que el mundo tenía que empezar su recorrido tan temprano, quién en aras de la productividad sentenció aquello de madrugar para recibir la ayuda divina, miras por el ojo de buey intentando pasar desapercibido y te topas con que dos señoras muy educadas y a leguas bañadas te dan el buenos días, qué de buenos podrían tener si cuando intentas pasar desapercibido la estúpida sombra de tus pies te delata tras la puerta, abres y recibes una cátedra de apologética y sobre la salud de tu alma que no esperas recibir desalborozado, mucho menos con el sueño encima y la vergüenza de sentirte descubierto intentando ocultar tu identidad, dices no, escuchas pacientemente y vuelves a decir que no, que no hay biblia en casa y no te interesa la salud de tu alma, cierras y vuelves al sofá a repasar las obligaciones que para ese día ignorarás. El sueño lo cubre todo y caes de nuevo en ese estupor tan delicioso que es el no estar, reflexionas adormilado, así debería ser la vida, comer cuando se tiene hambre, dormir cuando se tiene sueño, soñar cuando se tiene imaginación, lo demás es secundario, lo demás es vanidad, sentencias en el colmo de la creatividad velada por el dormitar, de pronto te angustia sentir que, mientras tu duermes el mundo evoluciona a tu alrededor, no avanza, evoluciona, cambia, se transforma, todos a quien conoces están “haciendo algo” ya están trabajando o se dirigen a sus trabajos, ya tienen la computadora prendida y beben el primer vaso de café, ya aportan su granito de arena a la productividad y a mantener la inercia de la vida girar (bonita reflexión para quien duerme en el sofá) ya son las 12 y te entra el pánico, quién se robo 3 horas en tan poco tiempo, quién se llevó esas horas de tu vida tan preciosa que dedicas a haraganear, el día debería tener 36 horas para desperdiciar, y mientras duermes y el reloj avanza y no logras despertar, te tranquilizas y concluyes valientemente con un bostezo final, al carajo todo, tienes sueño y dormirás, que el mundo gire y no se detenga, que el trabajo se acumule en el escritorio, que las cuentas lleguen anunciando el corte de la luz, que las personas avancen sin detenerse a pensar en ti, que todo mundo “haga algo” mientras duermes en el sillón. Despiertas, el reloj marca las 2 de la tarde e ignoras las llamadas al celular, y los golpes en la puerta, no más lecciones de religión, hoy el día terminó sin comenzar, mañana quizás te decidas a actuar y retomar tu lugar, hoy no encuentras otra solución que volver al sofá, dormirás y descansarás, quizás mañana logres despertar y por fin recibirás la ayuda celestial, por fin madrugarás.

Raziel J. Correa Alvarado. 
Venustiano Carranza, DF. Enero 2012 

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