miércoles, 12 de febrero de 2014

¿Se acuerdan de mi primer permiso?

Mamá, Papá y demás anexados a quienes les he tenido que dar explicaciones durante estos 16 años:
Quizás para cuando encuentren ésta hoja y luego, para cuando les interese leerla, será demasiado tarde para que vuelvan a cachetearme; esta vez no me perforé nada, no reprobé materias, esta vez les escribo porque, aún contra su voluntad, he dejado de ser “virgen” ¡ja! Sigue dándome tanta risa esa pinche palabra. Me encantaría estar presente para ver su cara, ver a mi Mamá con un ataque de histeria, con taquicardia, llorando, pensando “debimos llevarla más veces a misa” mientras de un trago de agua se pasa quien sabe cuántas pastillas para “los nervios”; verte a ti, Papá, imaginando cómo fue, cuándo, ¿cuándo fue que me les escapé para coger? Te imagino mordiéndote el labio, encabronado preguntándote en qué fallaste conmigo, me imagino la cara de ambos, preguntándose si “ese mugroso de rastas” con el que me veían tan seguido fue quien se robó aquello que ustedes prometieron cuidar y guardar hasta que saliera vestida de blanco de su casa. De eso va mi carta. Escribí una carta porque contárselos en persona me hubiera resultado imposible. Recuerdo cuando me cacharon a fuera de la secu, con la falda doblada de la cintura para que se viera más corta ¿ustedes se acuerdan?, no sé qué hubo más, si cachetadas de mi mamá acompañadas de un rezo, ese murmullo casi incomprensible que utilizaba siempre en sus casos imposibles, o nalgadas propinadas por mi papá ¿si te acuerdas que hasta los 14 me seguías nalgueando? Lo malo de decirte esto ahorita es que no sabré nunca si lo hacías para disciplinarme o para masturbarte más tarde, no creas que no me acuerdo de cuando me rozabas “sin querer” cuando me sentabas en tus piernas “de cariño”, ¿tú te acuerdas de eso Mamá o tampoco te acuerdas como él? Y sin olvidar lo que me gané por subirme la falda en la escuela: un año yendo a misa obligada por ustedes, sin faltar ningún domingo. El Padre Alfonso me obligó a confesarme, decía que sería la única manera de salvarme del pecado de la lujuria y me preguntaba si algún niño ya me había tocado mis partes privadas, si yo me tocaba sola debajo de la falda, si alguien ya me había visto los senos… ¡ja¡ hasta me preguntó si usaba tanga, en fin, vaya método de salvación ¿no? Varios cientos de Padres Nuestros y Aves Marías, según él, limpiaron mi alma de pecado y así brinqué al lado de las favoritas del Señor.
Recuerdo al Padre Javier, él al contrario, no me mareaba con sus sermones, él hablaba de Dios como si fuera un ser humano como nosotros, él hablaba del respeto hacia las mujeres, hacia las diferencias, hacia los animales y la naturaleza. El Padre Javier me hizo creer no sé si en Dios, pero sí en un fuerza superior que vivía dentro de nosotros, no aquellas imágenes que adorábamos en las iglesias, su choro me gustaba más. El daba la misa de 7 los miércoles y comencé a ir a esa hora. Los recuerdo a ustedes tan orgullosos de mí, se les llenaba la boca diciéndole a los vecinos que yo iba a misa en lugar de fiestas, “que iba a ver al Padre Javier y no a andar de loca” y sí, aunque no lo crean, yo decidí creer, a mi manera pero creía en Dios y sus santos, rezaba, me encomendaba, hasta que a la mala me di cuenta que nada de eso existía. Dejé de ser “virgen” a manos de 2 señores, uno enseguida de otro ¿sorprendidos? no fue Paco “el mugroso de rastas”, aún no estaba lista y de pronto una noche tuve que estarlo.
“¡Abre la boca perrita! Primero para decirme tú nombre y tu edad y después para que me la mames”, mientras quien sería el “primer hombre de mi vida” me jalaba el cabello y me arrodillaba a fuerza. “¡Qué la abras, te dijeron!”, gritó el segundo tan cerca de mí, que casi me desmayo por lo asqueroso de su aliento. “¡Clara, me llamo Clara, tengo 16 años!”, les dije llorando. Intenté decir que no, pero ya tenía su pene en mi boca, él me jalaba y empujaba de la cabeza, mientras el otro me arrancaba mi chamarra, blusa y brassier. Después de no sé cuánto tiempo vomité, casi me ahogo con mi propio vómito, ahora maldigo no haberlo hecho. “¡Hija de tu pinche madre!, ¿no te gusta chupar? ,¡pues te la voy a meter por el culo!” dijo enojadísimo, el gordo infeliz y continuó gritando a quien me rompió la ropa. “Santiago, date tú primero, en lo que me limpio el vómito de esta asquerosa, pero me dejas las nalgas”. El tal Santiago me dio dos puñetazos en la cara, empecé a ver todo negro y lo sentí, sobre mí, casi dejándome sin aire por su peso en movimiento sobre mí, ahí, queridos padres, se fue mi virginidad, se fue el pedazo ese cuero que tenemos las mujeres, que nos clasifica como limpias o impuras y sí, Santiago se dio y se dio hasta que terminó dentro de mí. Regresó el gordo, a mí me dolían tanto las piernas que intentó pararme y no podía, me volteó bocabajo y cumplió su promesa, me cogió por el culo el muy bastardo, mientras yo gritaba y gritaba que me ayudaran nadie hacia nada, no importaba cuanto rezara e intentara quitarme, el dolor era insoportable, la sensación asquerosa; levante la cabeza, ya casi sin fuerza había un tercero, viéndonos, tocándose, fui quizás su “porno show” en vivo y gratuito del momento. Él tampoco hizo nada. De pronto el gordo se paró, me volteó y se hincó sobre mí, me lo volvió a meter en la boca y ahí sí terminó todo. Se levantó, se vistió y le ordenó al que nada más nos vio, que me llevara con los otros.
El mirón me arrastró unos metros y ahí me tiró. Paco, todo madreado, con la ropa rota, se me acercó de inmediato junto con los otros 10 del grupo. Yo era la única mujer.
Llorando Paco me decía que me amaba, que me iba a llevar al hospital, que buscaríamos a la policía, mientras me abrazaba y me cubría con su chamarra, me ayudó a caminar y cuando pude abrir los ojos y levantarme, me di cuenta que otras 8 personas, armadas, nos rodeaban a todos. Ellos evitaron a punta de pistola, que alguien me ayudara.
Antes de que se pregunten en qué fiesta fue, si me les fui de pinta algún día, si fue por traer la falda corta, si fue por enseñar las chichis, les digo que no fue así. Fue caminando en mi primera visita que con tantas ganas le haría al Señor de Chalma. Éramos una peregrinación… ¿Te acuerdas Má?, ¿te acuerdas que a eso sí me dejaste ir? Tu compadre la organizaba y pues no habría problema. No fue en un antro, no fue en casa de Paco mientras sus padres no estaban, no fue cuando iba al cine y tú me hacías quitarme la ropa interior para saber si realmente había visto una película o había cogido.
Llegamos a la iglesia de Chalma y no hubo rezo que me tranquilizara, buscamos policías, a los que encontramos nos dijeron que ni le moviéramos “que a eso nos arriesgábamos” que allí en las Torres es territorio de los chacas y que no pueden meterse, porque son menos que los que atracan a los peregrinos a. Una señora que se acercó a preguntarme qué me había pasado me dijo que estaba n el lugar correcto para perdonar a quien me hizo esto, que hablaa con el Señor de Chalma y vería que esto pronto sería sólo una pesadilla. Esa frase no me ha dejado dormir desde hace 3 meses, tiempo en el que ninguno de ustedes se dio cuenta de lo que me pasó, al contrario, Mamá, me regañaste por haber ensuciado la chamarra que me prestaste ese día y no haber regresado con algún recuerdito del Señor de Chalma ¡jajaja!
PD: Mamá: Este es mi recuerdito, no busques tus frascos de pastillas para los nervios, me las tomé todas. Papá, tú si quieres guarda esta carta, ahora que no me tendrás ahí para manosearme podrás usarla para masturbarte con ella.
Y vayan a misa, vayan ciegamente a llorarle a Dios su tristeza, su pena, su vergüenza; al fin su religión les ayudará a encontrar la paz, esa que yo no encontré después del día que por fin me dieron permiso de salir lejos de casa.

 
rABYa
México DF.

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