lunes, 5 de octubre de 2015

El Chango


Llegó muy de temprano, algunos dicen que ahí se amaneció otros que no, que llegó como a medio día, otros jamás se percataron de su presencia, la cosa es que esperó pacientemente, su camuflaje fue perfecto ante el cochambre de las paredes del puesto de carnitas, el cual miró con deseo cada vez que pudo. 

Sentadito en la banqueta se chupó los dedos, se sacó los mocos, jugó con la tierra y de vez en cuando se paró para patear un bote. Un vaivén entre una esquina y otra le hacían parte del paisaje, por unos minutos jugó con un perro amarillito que se le arrimó a los pies imaginando, quizás, que podría recibir algún pedazo de algo que se pudiera comer, al poco rato a los dos les chillaban las tripas y el juego dejó de ser divertido, así que el amarillito por su lado y él, convencido de sí mismo, retomó su lugar en la banqueta, miró de reojo el local de carnitas una y otra vez, se tragó la saliva que le provocaba el olor a carne, tortillas y salsa de molcajete. 

En hora tras hora se le fue la mañana y después la tarde, el chillido de tripas se le fue y se le vino así como iba y venía el olor a carnitas, una señora con dos bolsas de mandado fue sensible a su presencia y le preguntó qué hacía ahí, ¿Dónde está tu mamá criatura?, le preguntó mientras le examinaba la cabeza como buscando piojos, “que aquí la esperara, es que fue a hacer unos mandados”, le contestó él, la señora metió la mano a una de las bolsas y sacó un plátano, él lo recibió y regresó a su guardia en la banqueta. 

“Dame chance”, le gritaron desde el local de las carnitas, empezaban a preparar el cierre y echaban cubetadas de agua al tiempo que la barrían con una escoba hacia la banqueta, se dio cuenta de la hora y vio que la noche caía poco a poco, fue entonces cuando se acercó la motoneta azul, la manejaba el Chango, el chidillo de tripas se volvió mariposas en el estomago, emoción, alivio, corrió hasta la motoneta, ¡Pinche Chango!, gritó en la carrera con su voz de siete años, el chango que saludaba a la bandita reunida afuera de la farmacia no volteó, cuando ya estuvo lo suficientemente cerca sacó la pistola de la bolsita de papel de estraza que le acompañó durante todo el día, hora tras hora, nadie de la bandita hizo nada, se oyó el disparo y el Chango se agarró la panza, que escupía sangre, dijeron algunos. 

Después de disparar se echó a correr una, dos, tres, muchas cuadras, llegó a la tiendita de siempre: 

-Ya está- dijo mientras se doblaba y recuperaba el aire. 

-¿Ya?, nomás no quiero chingaderas. Toma tu lana- 

-No, mejor ahora quiero quedarme ésta- Y levantó la bolsa de papel para dibujar una sonrisa chimuela a falta de dos dientes. 

-No cabrón todavía estás muy chiquito pa´ tener una de éstas, presta, toma tu lana y sácate a la chingada, órales- 

Agarró el dinero, dos Carlos quinto y se echó a correr pateando el piso, y cantando una canción que aprendió en sus días de escuela.



Benji el Malo
De la Morelos, México D.F
Octubre de 2015.
 

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