miércoles, 30 de mayo de 2018

Gatos mamones, perros violentos

Pedro se declaraba neutral en la guerra entre perros y gatos, lo dejaba claro desde el principio. No quería entrar en controversia con los vecinos por tonterías, menos a unos días de haber llegado, le importaba ser discreto dar una buena primera impresión, llevarse moderadamente bien sin llegar a ser el mejor amigo de todos, y sobre todo no dar pie a que se corrieran rumores de él. Sin embargo el tema estaba de moda y tenía que tomar una postura. 

En todas las ciudades del mundo civilizado la preferencia por los gatos crecía mientras que la imagen de los perros vivía su peor momento en la historia: el bozal y la correa eran obligatorios, los países nórdicos - que son los más avanzados del mundo- habían implementado con éxito un impuesto canino que otros países, principalmente los subdesarrollados, tenían urgencia por copiar.

-Los perros son violentos y cochinos -decían los del frente pro felinos- son un peligro para los gatos, los niños pequeños, y un foco de infección, igual que sus dueños.

-Todo esto es muy injusto - alegaban los amantes de los perros- los animales no tienen la culpa de su instinto, los accidentes pasan, nosotros no tenemos nada contra los gatos ni contra cualquier otro animal pero, sus dueños son insoportables.

-Sí, es un asunto delicado. Yo por eso no tengo mascotas - respondía Pedro para finalizar la cantaleta de ambos bandos.

Los vecinos se excusaban diciendo "no te creas, yo tampoco me lo tomo tan en serio" o "solo tengo dos gatos", pero coincidían en que el vecino del 8 era por mucho el más radical, un ermitaño al que afortunadamente veían poco, había que andarse con cuidado al hablar con él del asunto, pues se negaba incluso a castrar a sus gatos. Se le calculaban cinco bastante cabrones, sin freno, que actuaban en pandilla, todo el edificio era su territorio. Se colaban a los departamentos para robar comida, sacaban la basura de los botes, bajaban la ropa de los tendederos, se orinaban en los pasillos, sometían a los otros gatos y molestaban a los perros encadenados. No tardaron mucho en colarse al departamento de Pedro.

Fue de madrugada, Pedro escuchó ruidos en la cocina y salió sigiloso del cuarto. La luz del refrigerador abierto iluminaba a la pandilla que devoraba en el suelo el queso y el jamón. ¿Cómo le hicieron para abrir el refrigerador y luego la jamonera? Pedro no pudo más que sentir respeto y admiración por la inteligencia de esas criaturas y los dejó terminar de comer antes de que encendiera la luz. Los espantó con una escoba fingiendo enojo y los gatos huyeron por la ventana abierta. Él recordaba haberla dejado cerrada.

La admiración por la pandillita de gatos se volvió coraje la tercera vez que entraron, Pedro no los vio porque fue por la tarde, cuando estaba "trabajando", pero al llegar la casa era un desmadre, los gatos se comieron hasta las verduras y se cagaron en la alfombra de la sala. Tenía que ponerles un alto.

- A mi no me venga con chismes, conozco bien a mis gatos, son traviesos pero muy limpios solo cagan en el arenero. Seguro fueron otros, ahora ya todo mundo tiene gatos sin tomarse la molestia de educarlos- dijo el vecino del 8, asomando solo la mitad del cuerpo por la puerta entreabierta, como queriendo impedir que Pedro viera el interior . 

- Conozco a sus gatos, no es la primera vez que se meten a mi departamento.

- Le repito, ¿cómo sabe que son los míos?, me molesta mucho que la gente venga a levantarle falsos a mis gatos solo porque son un poco juguetones.

- Mire, yo no tengo nada contra los gatos, contra ningún animal solo le estoy pidiendo que..

- ¡Ahh! ya salió el peine- interrumpió el vecino del 8.

-¿A qué se refiere?

- Es usted uno de esos estúpidos amantes de los perros.

- ¿Qué?, yo ni siquiera tengo mascotas.


- Pues eso es lo que dicen esos idiotas "yo no tengo problema con ningún animal" y terminan azuzando a sus bestias para torturar inocentes gatitos. ¡Un estúpido y un sádico! eso es lo que es.

Sin mediar más palabras Pedro sujetó al vecino por el cuello de la playera mugrosa. Del interior de su pantalón sacó una pistola y se la puso en la cara.

-Se lo advierto, pedazo de pendejo, no sabe lo que soy capaz de hacerle si sus pinches gatos vuelven a entrar a mi casa.

Le dió un culatazo en la nariz y lo empujó. El sangrante vecino cayó de nalgas dentro del departamento, la puerta se abrió y Pedro pudo ver muchos gatos, eran muchos más de cinco escondiéndose debajo de los sillones y los cuartos.

Santo remedio, ningún gato se volvió a meter en el departamento de Pedro, el edificio entero se preguntaba qué habría pasado ¿Qué les habría hecho el nuevo vecino a los gatitos del 8 para que ya no les permitieran salir y el vecino decidiera castrarlos? Se corrieron rumores de que tal vez Pedro era zoofílico. ¿A qué se dedicará? Sabrá dios, decían, pero definitivamente dejaron de dirigirle la palabra, pues no se puede confiar en un hombre soltero que no sea capaz ni de tener una mascota.

Romeo Valentín Arellanes
Chimalhuacán, Estado de México
Mayo2018




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