Me levanto recordando absolutamente nada, tendido en la cama veo como el techo de mí habitación gira dando vueltas y vueltas, aún con los lentes puestos mí visión es borrosa, los párpados me pesan, no quiero ser presa de este tranquilo sueño. El mal olor que invade mi habitación, es más fuerte que el olor penetrante de mi boca seca, el calor hace que se eleve mucho más la humedad de la mancha espesa que está a un costado de mí cama.
Sobre la pila de libros, arrinconados en una esquina de la habitación, veo la botella en la que sumergí mis sentimientos esa larga noche, ahora mi mente comienza a recordad ciertas imágenes de lo que paso en la víspera, fue una noche terrible, pero aún más terrible es lo que se siente a la mañana siguiente, mí cuerpo adormecido esta apático en esta pequeña cama, los ladridos de los perros hacen que mi cabeza retumbe y el eco fragmenta mi cerebro para dejarlo hecho añicos, cierro los ojos para no poder ver al sol quemando mi retina, no puedo moverme, mis entrañas se comen unas a otras, luchan por un trozo de bolo alimenticio, es inútil las cervezas y las botellas de tequila fue lo único que ingerí ayer. De repente, la desesperación se hace sentir de tal forma que la sed invade hasta la más recóndita célula de este cuerpo maltratado. El vacío hace que el estómago me arda, parece como si un incendio estallará consumiendo hasta el más pequeño órgano dentro de mi ser.
Las ganas de ir al baño me recuerdan que tengo que bajar las escaleras, si aguanto un rato más puede ser que alguno de mis riñones reviente, no cambiaría nada, de todos modos el dolor que siento es indescriptible.
Por fin me levanto de aquel sudoroso colchón, busco mis sandalias pero no las encuentro, entre colillas de cigarros y envases de cerveza llego a la puerta, recorro el pasillo iluminado por un resplandeciente rayo de sol, bajo las escaleras al igual que lo hago con la bragueta de mí pantalón, al bajar por completo, tanto las escaleras como la bragueta, mis ganas de orinar son más fuertes de lo que fueron hace algunos segundos, por fin llego a la puerta del baño, la abro, levanto la tapa del escusado, saco mí miembro sucio y enrojecido, y cuando hago el esfuerzo por orinar, una gota de ardiente líquido recorre mí estómago, baja hasta mis testículos y viaja a lo largo de mi adormecido pene, suelto un grito de dolor, no puedo orinar más, esa gota desgarro nos solo mí cuerpo sino también mis sentidos, tengo las ganas y la sensación de querer desalojar toda la cantidad de alcohol que consumí anoche, no lo puedo hacer, solo esa gota pudo salir, las demás se quedaron atrapadas por el famoso y mal llamado mal de orín.
Sobre la pila de libros, arrinconados en una esquina de la habitación, veo la botella en la que sumergí mis sentimientos esa larga noche, ahora mi mente comienza a recordad ciertas imágenes de lo que paso en la víspera, fue una noche terrible, pero aún más terrible es lo que se siente a la mañana siguiente, mí cuerpo adormecido esta apático en esta pequeña cama, los ladridos de los perros hacen que mi cabeza retumbe y el eco fragmenta mi cerebro para dejarlo hecho añicos, cierro los ojos para no poder ver al sol quemando mi retina, no puedo moverme, mis entrañas se comen unas a otras, luchan por un trozo de bolo alimenticio, es inútil las cervezas y las botellas de tequila fue lo único que ingerí ayer. De repente, la desesperación se hace sentir de tal forma que la sed invade hasta la más recóndita célula de este cuerpo maltratado. El vacío hace que el estómago me arda, parece como si un incendio estallará consumiendo hasta el más pequeño órgano dentro de mi ser.
Las ganas de ir al baño me recuerdan que tengo que bajar las escaleras, si aguanto un rato más puede ser que alguno de mis riñones reviente, no cambiaría nada, de todos modos el dolor que siento es indescriptible.
Por fin me levanto de aquel sudoroso colchón, busco mis sandalias pero no las encuentro, entre colillas de cigarros y envases de cerveza llego a la puerta, recorro el pasillo iluminado por un resplandeciente rayo de sol, bajo las escaleras al igual que lo hago con la bragueta de mí pantalón, al bajar por completo, tanto las escaleras como la bragueta, mis ganas de orinar son más fuertes de lo que fueron hace algunos segundos, por fin llego a la puerta del baño, la abro, levanto la tapa del escusado, saco mí miembro sucio y enrojecido, y cuando hago el esfuerzo por orinar, una gota de ardiente líquido recorre mí estómago, baja hasta mis testículos y viaja a lo largo de mi adormecido pene, suelto un grito de dolor, no puedo orinar más, esa gota desgarro nos solo mí cuerpo sino también mis sentidos, tengo las ganas y la sensación de querer desalojar toda la cantidad de alcohol que consumí anoche, no lo puedo hacer, solo esa gota pudo salir, las demás se quedaron atrapadas por el famoso y mal llamado mal de orín.
Misael Zavala Sánchez
Texcoco, Estado de México, octubre 2011
Buena y puntual crónica de la cruda. Recomendamos al protagonista ir al urólogo (si es que está basado en un hecho real, si no, pus no).
ResponderEliminar