Lo mío, lo mío no es
el miedo, quizás me sienta más partidario de la especulación; aunque muchos,
por decirles lo que mi imaginación me
dejó ver, opinaron diferente:
Vi que las mujeres
serán iguales a los hombres, pero únicamente como fuerza laboral;
Seremos comerciales
ambulantes, con ideas y gustos prefabricados desde la T.V. O bien de los
diseñadores mediáticos;
Los estereotipos
regirán el vocabulario y las ofensas como prole, asalariado, pandroso o naco serán el arma más letal de la degradación
social;
El salario no será
más que considerado como un costo de la producción a reducir al máximo;
Los organismos
internacionales monetarios fijarán políticas de asfixia a los países pobres,
quienes jamás dejarán de pagar la deuda;
La educación no será
más que un campo militar de formación de robots con modelos muy bien cuadrados
y fieles al sistema;
La misma alimentación
dejará de ser un momento familiar para
ser un mero combustible, sin sabor ni color, rápido y para llevar;
La producción, en su inagotable sed de riqueza, envenenará
las aguas, exterminará a las
especies, viciará el aire, trastornará
el clima: degradará la vida;
Las políticas de
solución, serán temerosas de la inflación, no de la pobreza;
Los enemigos del
orden serán: los terroristas, los pobres, los que protestan, los que no se
encuentran unidos por el ideal y bienestar de “la mayoría”;
Los ricos festejarán
el crecimiento económico, los pobres tendrán que pagar las crisis;
Los bancos serán los
verdaderos poseedores del poder;
El esquirolaje será la
principal fuente de empleo;
Los medios serán
fines y el fin en si mismo será el status;
El hambre y el miedo
reinarán…
…me llamaron
globalifóbico.
Inocente Buendía
Ciudad Universitaria México D.F.
Me recordó a El Derecho de Soñar de Eduardo Galeano. Claro, lo aquí escrito suena mas a un reflejo del presente.
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