Amistad
Hay personas a las que queremos igual o más que a nuestras familias aunque no lleven nuestra sangre (genéticamente hablando); personas cuya compañía deseamos aunque no necesariamente nos atraigan sexualmente (o quizás un poquito sí); personas con licencia para criticar nuestra vida aunque no tengan autoridad moral; personas con las que simplemente pasamos un buen rato; personas con las que te puedes acostar, pelear, ofender y al otro día seguir hablándole como si nada; con las que puedes compartir tu plato o recurrir en caso de emergencia. No sabemos de dónde surge ese vínculo, ¿de un tipo de enamoramiento?, ¿de la convivencia prolongada?, ¿de la identidad cultural?, ¿de un enemigo en común? No lo sabemos, pero a veces una amistad vale más que un noviazgo, es más sincera que una hermandad, puede llegar a ser más desgastante que una relación laboral.
Lealtad, cariño, comprensión, alcohol y risas, son algunos conceptos que asociamos a la palabra amigos, pero la amistad también tiene su lado oscuro: “Sólo los amigos traicionan, los enemigos no”, decía Mario Benedetti, por eso se llama traición, por eso la traición es dolorosa. La amistad, como toda relación humana, también es una lucha de poder en la que una de las partes termina cediendo y siendo sometida; hay injusticia dentro de la amistad, hay acumulación de resentimientos, puede convertirse en enemistad mortal como la de Lennon y McCartney, la de Gilmour y Watters, o como la de Hernández y Marcovich, de forma tan nociva que valdría más la pena tener una rivalidad civilizada y de caballeros como la de Saladino contra Ricardo Corazón de León o la de Benito Juárez y Maximiliano. La amistad también puede convertirse en romance o compadrazgo, en corrupción, en mafia. En fin, la amistad es algo más complejo que el 14 de febrero, por eso la elegimos como tema de agosto en Desencuentros.
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