Susana fue diagnosticada con una enfermedad psicológica curable y tratable. Su madre lloraba, decía que nunca supo qué hizo mal, pues su seno familiar era todo un modelo a seguir: de clase media alta, con buenos modales, educación de calidad y valores religiosos tempranamente inculcados.
Muchos de sus compañeros del colegio dijeron que ya lo veían venir, que el comportamiento de Susana, sus comentarios y miradas, eran inusuales. La tacharon de rara y loca y su propia familia la consideraba anti-natura.
Las largas intervenciones de la familia, se hacían cada vez más tediosas y repetitivas. Hasta sacerdotes, familiares de los que Susana nunca había tenido noticia y consejeros municipales intervinieron con sermones, pero siempre terminaban en gritos y lágrimas, “todos ustedes son unos pendejos, yo soy normal”, decía con convicción Susana.
Pero fue el psiquiatra que la visitó por varios meses el que emitió el diagnóstico: La paciente sufría de homosexualidad y debía ser internada a la inmediatez. Así comenzaron las terapias, con exhaustivas horas y horas de películas de corte religioso moralista, las charlas en círculos de ayuda, los sermones de los visitantes de clero, las repetitivas sesiones en el diván, las visitas de los familiares deshidratados de tanto llorar y las terapias de choques eléctricos.
Fue en el mes de mayo del año 1990, cuando la Organización Mundial de la Salud excluyó a la homosexualidad de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud. La familia entera de Susana se apresuró a sacarla del hospital de cuartos acolchonados.
Hubo multitud de gente, los familiares abrazaban a Susana, el médico no dejaba de dar explicaciones a los periodistas haciendo referencia a los informes publicados en institutos de Europa y Estados Unidos. Susana recibió abrazos entre lágrimas, y disculpas. Su madre no pudo contener el llanto, “perdóname” le dijo incontables veces mientras la besaba y abrazaba.
Un periodista la abordó para preguntarle cuál era su sentir, qué planeaba hacer y a dónde quería ir. Susana respondió: “siento mucho antojo, voy a ir a arreglarme, para salir a un bar que tengo muchas ganas de humedecerme los labios”.
Don Leopardo V.
Naucálpan de Juárez, Estado de México 2013
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