No bien sonó el despertador sentí
el último estertor del sueño interrumpido, era lunes después de puente por
viernes feriado y aquello era el presagio de un día difícil y lento en su
transcurso. Tras vencer los contratiempos de un largo despertar, que incluyó un
desayuno frugal, un baño a medias y una vestimenta deslucida pero cumplidora,
me dirigí, como todos los días en los últimos 10 años a la Secretaría de
Programación y Presupuesto. Ni hablar del transporte, interrumpido, saturado y lleno
de caras cansadas pero limpias como la mía. Llegué a tiempo, considerando
que mi entrada es a las 9, llegar a las
9.15 me hacía ver relajado pero dentro de los límites. Si bien es cierto la
oficina es un lugar que todos los días guarda sorpresas y detalles para quien
este atento, aquél lunes, como antes mencioné, se presentaba soso y aburrido.
Mis compañeros se encontraban ya en sus cubículos y olía a café fresco y torta
de tamal, lo usual. Al ocupar mi espacio me encontré de frente con la cara
molesta de mi compañera Leticia.
-Me cambiaron mi silla.
-Leti, buenos días, ¿perdón?
-Me cambiaron mi silla, alguien,
no sé quién cambió mi silla, esta no es la mía, la mía tenía roto el lado
izquierdo y no le servían las ruedas. Mira esta, toda rota y manchada.
-Leti, acabo de llegar, yo no la tome, mira, la mía conserva la
mancha de café y el respaldo roto.
-Ya sé que tú no la tienes, te
estoy comentando.
-¿Y quién fue?
-Seguro fue Nohemí, siempre me ha
tenido envidia, ¿Ya supiste que fue a ofrecérsele al director?
-¿Al licenciado?, tenía entendido
que quiere la jefatura que se desocupó, pero es bien mensa, con razón anda de
pronta.
-Si, ayer me contó Marthita, dice
que le iba a entregar un oficio al licenciado cuando lo vio agarrándole la
pierna a y hablándole suavecito a Nohemí.
-Chingas, y ¿cómo sabes qué ella
tiene tu silla?
-Como ya siente segura la chamba
se anda apoderando de todo lo bueno, ayer me platicó Ulises que no encuentra su
paquete de hojas, y yo vi a Nohemí imprimiendo unos oficios del licenciado, que
casualidad, ella no tenía ni diurex.
-Ahora que lo mencionas ayer se
me acercó y me pidió unos reportes de metas y la vi pidiéndole a Padilla los
avances del presupuesto.
-Ya se siente jefa, el licenciado
de seguro ya le prometió el puesto.
-¿Qué vas a hacer con la silla?
-Ahorita mismo voy a pasar con el
jefe, le voy a decir que no se vale, que no hay elementos para trabajar, que no
se me respeta mi experiencia ni mis años.
-Está difícil Leti, no es tiempo
de reclamos, yo escuche que se viene el recorte duro, ayer desocuparon el piso
8.
Mediodía y las cosas pintaban
mal, esos movimientos, al parecer
insignificantes pero ininterrumpidos sólo significaban una cosa, algo iba a
cambiar, tras años de experiencia laboral he desarrollado un sexto sentido para
estos momentos, la burocracia es lenta pero segura, observa comportamientos singulares que sólo
el ojo entrenado puede ver, justo eso, en el análisis de lo pequeño se
encuentra la clave para descifrar los tiempos de cambio, quien piense lo contrario está equivocado, cuando se mueve
al personal, cuando desaparece una engrapadora, cuando se roban la papelería,
cuando no se puede conservar el lugar y la silla; son las evidencias claras del
cambio sustancial: desaparece la dirección, recorte de personal, se va el jefe,
disminuyen el salario. Leticia y yo, viejos lobos de la administración pública lo
sabíamos, por eso la alarma.
-Amigo, encontré mi silla, hubo
reunión en el piso 6 y la utilizaron para el personal de la delegación
Campeche, me la acaban de traer.
-Menos mal, no estaría de más que
le pongas tu nombre atrás, para que la gente respete.
-No es mala idea ¿Me prestas tu
cinta canela?
Raziel Jacobo Correa Alvarado
México D.F. Febrero 2015
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