miércoles, 20 de abril de 2016

Pérdida

 
Ahí estaban parados un doctor, un político y un ingeniero. Los tres frente al cuerpo de una mujer sin vida. No paraba de llover afuera, las luces tenues del departamento le daban la apariencia de estar dormida, a pesar de ya no tener signos vitales. Dejó el mundo con una expresión de descanso, de ella sólo queda un cuerpo rígido que viste un blusón blanco de gasa en su sofá rojo, muy mullido.
 
El político encendió un cigarrillo, y el doctor apretó sus manos con fuerza, mientras no apartaba sus ojos de ella. El ingeniero estaba furioso, se veía en su mirada.
-No llegué… dijo el ingeniero bajando la cabeza.
-Nadie llegó a tiempo. Contestó el político. Nunca nadie supo llegar a tiempo.
-¿Y tú quién eres para decir quién estaba a tiempo y quién no? ¡Mírate! ¡Fumando no se resuelve nada! eras el que estaba más cerca, vivías en la misma ciudad que ella, yo no, nunca pude estar cerca, pocos momentos me unían a ella, en todos ellos ella me hacía brillar… y eso es más de lo que puedes decir.
 El político dio media vuelta, lo miró a los ojos, le ofreció uno de sus cigarrillos, el ingeniero lo tomó sin dejar de mirarlo con desdén.
-¿Más tranquilos no? No creo que ella tuviera pensado que nos conociéramos, sin darnos cuenta todos sabíamos de la existencia de todos nosotros en su vida, ella nos contaba, por tanto, tenemos sólo la versión de ella. No voy a juzgarlos, y no quiero que lo hagan conmigo. Ella era lo más hermoso que había conocido, me regresó la sonrisa y las ganas de hacer cosas inimaginables, y aquí entre nosotros, para mí esto es como un segundo abandono, hace no mucho ella me dijo adiós y ni me dejo entrar aquí.
El ingeniero se llevó las manos a la cara.
-Quiero llorar pero no puedo… a mí igual me dijo adiós antes de partir esta vez para siempre. Tenía bien planteado despedirse.
-… es… es hermosa. Muy guapa, parece dormida después de haberse quitado la vida. Yo… yo nunca estuve para ella, ni aunque yo era al que más esperaba, no lo digo por resaltarlo, ni verme superior, sólo que no puedo creer que ya no está. Tenía esperanza de regresar de mi viaje y hablar… sólo hablar, que me perdonará por dejarla sola tantas veces… ni allá pude olvidar el sonido de su risa… díganme que no está fría, díganme que los contrato, que los hizo venir para darme una lección… lo merezco, pero no me digan que no la voy a escuchar más… Dijo el doctor y se abrazó a ella con fuerza… Yo te soñé, yo te soñé ¡Yo te soñé! Querías que viniera a verte. Te soñé antes de bajarme del avión… vine después de mi vuelo a escucharte… y ahora tú, tú… el llanto ahogo su voz…
-¡Eres el rey de los imbéciles! si la hubieras dejado en paz cuando ella te dijo habría hecho su vida normal, no se habría deprimido así, eres el que menos puede decir aquí algo. Yo también soñé con ella, vine a trabajar unos días aquí y me pareció bueno verla… y me dices que no está. ¡Nadie planeo nada! Gritó el ingeniero más que furioso y empujó al doctor para quitarlo de encima del cuerpo.
Todo fue muy rápido….a continuación el doctor contestó el golpe al ingeniero, asestando en su barbilla, dejándolo caer sobre un escritorio lleno de libros y revistas pasadas, el ingeniero se estaba incorporado para rematar con un puñetazo, cuando el político se levantó con fuerza de la silla y saco un revolver de su blazer.
-¡O se calman o ahorita mismo los mando a la chingada! ¡Más respeto por favor! ¡Nadie está aquí para pensar quién fue mejor o más importante en su vida!
Bajaron las manos y se sentaron, el doctor lloraba en silencio, y el ingeniero seguía en una negación profunda irascible e impredecible.  
 -Yo también la soñé, después de tanto la vi en mi sueño, se veía hermosa… me invitaba a pasar a su casa, preparaba té, me hacía reír como nadie y traía una blusa que le dejaba ver todo, me encanta recordarla… me sentí inspirado toda la semana, y la volví a soñar más veces… al final decidí venir después de soñar con ella diario… se aparecía en todos mis sueños, pensé que me volvía loco… apesadumbrado volteó y con la voz entre cortada dijo… nadie podía salvarla, nadie aquí es el hombre que ella necesitaba.
De repente del cuerpo de ella comenzaron a brotar grandes y robustas enramadas que los abrazaron a los tres, con fuerza y con cariño apretó cada uno de sus músculos contra las espinas que brotaban de las fuertes lianas que ahora los tenían atados, inmovilizados el dolor los iba a hacer gritar, pero el miedo y la impresión podían más. Esto no es lo que ellos habían soñado. Ellos no estuvieron presentes en el final de su vida humana, pero ella estaría presente devorándose la de un doctor, un político y un ingeniero.


Viridiana Santana
Ciudad de México, 2016


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