martes, 3 de abril de 2012

Después del concierto

-¿Qué te pasó?, sonaste bien feo.
- Sí, perdón.
-Estabas desafinado hermano.
-Disculpen.
- Y en todas las canciones entraste fuera de tiempo.
- Lo sé, les pido una disculpa carnales, ando muy disperso con la cabeza en otro lado.
Después de recibir el regaño de sus compañeros el bajista adoptó un gesto meditabundo para enrollar sus cables, y luego de un amargo suspiro pensó con nostalgia: ya no soy el mismo.
El baterista, el guitarrista y el vocalista cesaron en sus reclamos y lo reconfortaron, después de todo, comprendían la situación de su amigo.
Nuestra amistad y el güisqui -decían constantemente cuando recién se formaron- son la esencia de ésta banda. En sus primeros años como grupo descubrieron que no sólo tenían química para hacer música, sino también para la carrilla, para beber y para fumar mota. Se metían en el mismo rush con facilidad lo mismo para crear que para el desmadre.
El bajista era al menos cinco años mayor que el resto de la banda, cuando iniciaron él ya estaba a punto de terminar la universidad; también en esa época, aparentemente lejana, el bajista ya tenía la camioneta vieja que hasta la fecha les permitía asistir a todas las tocadas a las que los invitaban. Al principio la mayoría de presentaciones eran en fiestas de amigos, que derivaban en brutales borracheras, o conciertos clandestinos en lotes baldíos de las colonias más bravas de la ciudad, pero tenía relativamente poco tiempo que empezaban a tocar en bares medio famosos del centro y a alternar con las bandas más conocidas del circuito underground. Recientemente su demo tenía buenos números en Internet, en los conciertos había muchachillos que se sabían un par de canciones, mientras que gente desconocida en los bares los saludaba y les invitaban cervezas. Podría decirse que ahora, la banda estaba en la antesala de algo grande, y a excepción del bajista todos lo captaban con optimismo y estaban cien por ciento seguros de arriesgarlo todo por la música.
-¿Y como está tu chavito?- preguntó el baterista.
- Bien, ahí anda el cabrón, el otro día se enfermó del estómago y su mamá me habló muy espantada al trabajo porque pensó que era grave. Me salí como pude, y ahí nos tienes dos horas en el Seguro para que al final nos dijeran que no tenía nada y que le recetaran un té y mucha agua.
- Órale, que cagado.
- Quién sabe qué se habrá tragado, está en la etapa en que todo se mete a la boca.
- Órale, pues hay que tener cuidado.
- Sí, es lo que le digo a su mamá.

La banda estelar comenzó a tocar, impidiendo a los dos amigos continuar su conversación. Ambos sintieron alivio pues parecía fuera de lugar y resultaba algo incómodo hablar de hijos en el concierto, después de todo el baterista había sacado el tema por compromiso y para el bajista la única razón para continuar en la banda era que con ello podía tratar de olvidarse un momento de sus nuevas responsabilidades.
- Ya hay que empezar a meter las cosas a la camioneta, ya me tengo que ir- comentó a sus tres amigos al oído, mientras la banda estelar seguía tocando.

Tenían que hacer un largo recorrido hasta la casa del baterista, que era el lugar de ensayo y donde guardaban el equipo y los instrumentos. Todos querían seguir la fiesta o por lo menos quedarse al final del concierto, pero ante la insistencia del bajista, terminaron yéndose a la mitad de la actuación que presenciaban.
A lo largo del trayecto platicaron poco de su actuación, pues estaba claro quién había errado.
-Estoy pensando en vender ya la camioneta –su comentario parecía más una reflexión en voz alta- sale muy caro mantenerla y llenarle el tanque, necesito algo más chico.
Los demás respondieron un murmurado “está bien”, y permanecieron en silencio hasta llegar a su cuarto de ensayos. Descargaron la camioneta. El guitarrista forjó un toque y lo compartió.
-No gracias- dijo el bajista- ya me tengo que ir. ¡Ah! Pero me acordé que les traje algo.
Dicho esto sacó una botella de Jack Daniels de la guantera de la camioneta y se las entregó a sus amigos que se pusieron felices, tanto, que casi le perdonaron el haber tocado tan mal.
- Vientos, tomate una aunque sea.
- No, ahí se las dejo. De verdad que mañana me tengo que levantar temprano.
-Está bien pues, pero de una vez hay que quedar de acuerdo ¿cuándo ensayamos?
- Híjole, no sé, ésta semana se me complica por la chamba, pero yo les hablo.
- Pero nos hablas cabrón.
-Sí, seguro.
Abordó la camioneta y poco a poco se fue perdiendo en una oscura lejanía sobre la monótona y gris avenida.
-Qué a toda madre es este carnal- comentaron mientras se servían el Jack Daniels.
-Se ve que quiere un buen a su hijo.
-Sí, obvio.
-Pero creo que vamos a tener que buscar otro bajista.
Todos estuvieron de acuerdo.

Romeo Valentín Arellanes
Tlalnepantla de Baz, Edomex , abril de 2012


1 comentario: