Le digo que casi siempre fui delgado, estaba en forma sin hacer nada de ejercicio y estaba conforme con lo que era. De chavo tenía el torso plano sin hacer algo extraordinario para cuidar mi figura, podía usar playeritas de algodón ajustadas sin ningún problema, me gustaban y además estaban de moda, me sentía seguro vestido así, seguro de verme bien, seguro de quién era. Como a los 25 años seguía usando esa misma ropa a pesar de que ya empezaban a notárseme lonjitas y dos bultitos incipientes debajo de la playera. Le digo que tal vez no hubiera tenido mayor problema de no ser por la carrilla de los cuates, ya sabe como es eso de llevarse pesado, cuando eres igual de burlón no puedes quejarte luego de las bromas pesadas que te hacen, pero eso no significa que no te afecte y más de una vez me sentí humillado y estuve a punto de madrearme con un amigo que todo el tiempo me agarraba de bajada, “chichipú” me decía y me pellizcaba una tetilla, “chichipú, pareces vieja” y me pellizcaba la otra, “chichipú” una y otra vez, yo sólo atinaba a cruzarme de brazos para protegerme el pecho y le decía que dejara de fregar, “es que ya estás bien chichón güey”, me contestaba y me hacía enojar. De ahí empecé a usar playeras una talla más grande para que no se notara tanto, mejor dicho, empecé a usar playeras de mi verdadera talla.
Una vez hasta mi mamá me hizo el comentario de que ya estaba embarneciendo, me vi desnudo en el espejo y noté con horror que los dos bultos en mi pecho habían crecido más, me sentí afeminado, me sentí como si fuera otra persona, la imagen que el espejo devolvía era la de una señorita en pubertad, con los pechos en desarrollo, eso me aterró y decidí ser un hombre de nuevo.
Ya para entonces las protuberancias se marcaban aún con la playera de mi talla. Decidí hacer ejercicio por primera vez en mi vida. Corría todas las mañanas y me ponía a hacer lagartijas, primero podía con10, después con 20 y así hasta que pude hacer 100 diarias, en cada flexión la grasa de mi pecho se quemaba, podía sentirlo, era algo placentero, y el espejo empezaba a reflejar de nuevo a un hombre. Mi cuerpo mejoró mucho, estaba ya medio macizo, en vez de tetillas tenía un pecho, si no plano al menos firme, caminaba erguido y me sentía bien aunque no tanto como antes. Calculo que habré sido constante con esa rutina al menos cinco meses, pero ya ve que después uno se confía y poco a poco va dejando de lado el ejercicio, por desidia, por flojera o por el trabajo, basta con que un día se le haga tarde para no hacerlo, y luego el pretexto del cansancio y así poco a poco uno va dejando de ser constante, “¡chin! hoy ya no fui a correr, ni modo”, o luego dice uno “¡ay! mañana comienzo de nuevo” o “¡ay! mejor el lunes para agarrar bien la semana completa” y así hasta que dejé de ejercitarme y los dos bultos de mi pecho se aflojaron y crecieron más. Comencé a resignarme a que no volvería a ser el mismo de cuando tenía 19 años. “No manches chichipú, ya pasaste la pubertad y ahora si te desarrollaste por completo”, decía mi amigo el odioso mientras intentaba darme un pellizco en el pezón, “¡ya cabrón!”, decía yo y le tiraba de manotazos. Mi mamá también comenzó a molestarme, aunque bien intencionada, “ya no uses es ropa tan ceñidita mijo” y me aconsejó que usara estas camisolas de leñador para disimular. Empecé a usarlas, pero mi problema seguía creciendo y se notaba cada vez más a pesar de la gruesa franela; para esas alturas cuando me asomaba al espejo la imagen del hombre se estaba desvaneciendo y por lo menos del cuello a la cintura veía a la mujer que volvió a aparecer más lonjuda y con los senos más grandes. “Ahora sí ya estás cabrón chichipú, por qué no vienes conmigo al gimnasio”, me dijo mi cuate y le tomé la palabra. Era lo que me faltaba. Volví a ser constante en el ejercicio, con entrenador es mucho más fácil motivarse. Íbamos diario y yo le empecé a echar más ganas que mi amigo. Es sorprendente ver el cuerpo de uno transformarse, me alzaba la camisa frente a cualquier reflejo para ver la evolución tan clara de mi cuerpo, era tan distinto que por momentos pensaba que tampoco me pertenecía, sentía que era de otra persona. En unos meses ya estaba bien marcado, pero aún me sentía raro, extraño, sentía que me faltaba algo o que me sobraba algo y comencé a hacer ejercicio casi de manera compulsiva. El instructor me peguntó si quería agar más volumen muscular y le dije que sí, creí que eso me faltaba para ser un hombre completo. Estaba bien mamado ya y jalaba más y más peso cada vez. Mi pecho se empezó a ensanchar, pero no estaba flácido sino duro como una roca. Hasta mi mamá me presumía con sus amigas y las bromas que mi amigo seguía haciendo, las tomaba como un simple juego, sin que me afectaran lo más mínimo. Pero luego vino la lesión. Un día se me hizo fácil hacer competencias con mi amigo para ver quien aguantaba más peso, el instructor no estaba y yo no me puse a calentar antes. Me atreví a jalar más peso del que aguantaba, no sé que mal movimiento hice que sentí un tirón en toda la espalda y la cadera, era un dolor insoportable, no podía pensar más que en el dolor y no me pude mover. El doctor me dijo que se me había jodido un ligamento, de esta parte, que necesitaba reposar por un tiempo. Me desmotivé completamente. En el transcurso de unas semanas mi cuerpo se comenzó a derretir, a volverse una asquerosa masa gelatinosa. Donde hubo músculo ahora hay grasa y flacidez. Ahora tengo dos berenjenas colgando del pecho, soy repulsivo y me dan ganas de llorar cada que me veo. No es necesario mirarme al para sentirme una mujer gorda y flácida, en vez de un hombre de verdad. He tenido que empezar a usar faja debajo de mis camisolas de leñador, mi problema se ha vuelto tan notorio que ya ni mis amigos se burlan, se acabaron los pellizcos de “chichipú”, creo que se me nota en la cara mi frustración y mi confusión por el asunto. Y por eso vine, aprovechando que me cayó un dinerito extra justo cuando vi el anuncio de su clínica en el periódico, se me hizo una buena opción, lo comenté con mi mamá y me sorprendió su comprensión, me dijo “adelante, si eso te hace sentir mejor, yo te apoyo, te completo lo que falte” …
Romeo Valentín Arellanes
México DF, agosto 2012
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