Hubiera
sido mejor soportar los hedores del final del día, los férreos codazos por
conseguir un asiento, las serenatas revienta-tímpanos del CD con los hits del
momento a sólo diez pesos y hasta los pisotones en mis zapatos que con tanto esmero
cuidé de mantener brillosos desde la boleada de las 7:30, fumarme un último
marlboro. Quizás debí saber que daba igual el vagón que abordase. Ahora creo
que el choque de trenes fue una mera formalidad del destino. Ya decía yo que
algo había de raro en aquella flaca que me señalo y que al guiñarme el ojo me
dejó frío.
Inocente*
Ciudad Universitaria
México D.F.
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