viernes, 28 de junio de 2013

¿Me amas?


Son las 3:30 am y yo estoy sentada en mi azotea mirando a la Luna, me pregunto qué me hizo llegar hasta aquí. Todo empezó con ese dilema en el bar, entrar o no entrar, esa era la cuestión. Había estado haciéndome a la idea de que no pasaba nada, que era una reunión como las anteriores y después de muchos "somos adultos, pórtate como adulto" y "los amigos murmurarán si no llego", decidí entrar.
De inmediato la identifiqué. Ella estaba sentada junto a la barra con algunos de sus amigos, nunca me miró, obvio, no le soy importante, de hecho creo que sólo me conoce de vista, si es que me conoce, claro.
Me dirigí hacia donde estaban mis amigos, felicité al cumpleañero y me senté junto a las chicas que de inmediato empezaron a contarme los chismes de la semana, en eso estábamos cuando llegó él. Me miró y con una sonrisa me dijo: "ya llegaste”, me saludó con un beso en la mejilla, demasiado casual, como cuando se saludan dos extraños que acaban de presentar, sin embargo, él y yo nos conocíamos muy bien para sólo ser amigos. Llevábamos poco más de 7 meses de estar "saliendo" sin ningún tipo de compromiso, únicamente unos cuantos besos y si uno de los dos tenía ganas y el otro estaba disponible, las “cosas” sucedían. Esas eran básicamente las reglas, incluso nuestro círculo de amigos ya sabía de esa extraña relación sin compromiso y  veían normal que ambos desapareciéramos en alguna reunión y que en otra actuáramos como desconocidos. Era una relación madura, bastante cómoda, todo iba bien hasta que me empecé a enamorar. Desde entonces busco desesperadamente que nadie lo note, ya que si bien es cierto que todos sabían de nuestra relación abierta, también lo es que todos sabían que el único y gran amor de su vida era esa chica sentada junto a la barra. Yo la odiaba, sin justificación alguna, claro, pues la chica jamás se había metido conmigo, es más, ni siquiera le hacía caso a "mi hombre" en cuestión, pues él la había cortejado desde la universidad sin que ella accediera alguna vez ante sus encantos, al parecer a ella le gusta el baterista del grupo que toca en ese bar, por eso siempre está ahí. Definitivamente es muy guapa, es de esas bonitas al natural, sin necesidad de peinarse ni maquillarse, no podía culparlo de que le guste ella, como tampoco podía culparme a mí por odiarla.
Pasaron un par de minutos y él ya estaba sentado con ella en la barra, haciendo como siempre, su máximo esfuerzo para atraerla. Yo intentaba continuar el hilo de la plática de política que mis amigos borrachos estaban teniendo, pero era imposible, los celos me mataban, sólo podía verlos hablar y reír. No aguanté mucho y me fui sin despedirme, seguramente todos mis amigos pensaron acertadamente que me fui a causa de los celos. Ya no me importa tanto.
La noche está como me gusta, lluviosa y fría, y a pesar de las nubes, se ve claro la Luna llena, de ahí que decidiera subir a la azotea a filosofar, después de todo no iba a lograr dormir, me estuve preguntando ¿por qué lo quería a él, él a ella y ella a otro? ¿Por qué el ser humano se complica la vida para todo y más en cuestiones del amor?, todo el mundo podría estar lleno de relaciones "maduras" como la mía sin necesidad de enamorarse. Ninguna de mis preguntas contesté, ahora son las 4:00 am y sigo viendo la hermosa Luna, ¿cómo no va a ser hermosa si es una diosa?, igual que la chica en el bar, igual que yo, igual que cualquier mujer enamorada, siempre gorda, siempre brillante, siempre bonita al natural, sin peinarse ni maquillarse.
Decidí acabar con esa situación, que pase lo que tenga que pasar. Ahora son las 4:20 y estoy afuera de su casa, tal vez él no este aquí y siga en el bar con ella. Demasiado tarde para pensar en eso, ya le estoy marcando al celular.
 -¿Qué pasó?- dice adormilado.
 -Estoy afuera de tu casa, baja por favor.
-¿Estás loca?- me contesta y lo peor es que sí, efectivamente estoy loca.
-Baja- insisto y me tiemblan las manos.
Él, baja. Me ve incrédulo.
 -¿Has escuchado eso de que cuando la Luna está llena los hombres tienden a hacer locuras?, pues creo que eso me pasó. Te amo- le confieso.
Ese maldito silencio incómodo, sólo unos cuantos grillos se escuchan a lo lejos, después de un rato, por fin veo una expresión en su rostro; alza las cejas y se muerde el labio, yo sólo quiero soltarme a llorar. ¿Por qué lo hice, por qué vine, por qué se lo confesé?, ni siquiera estoy borracha, no podré culpar al alcohol, yo y mi estúpido romanticismo color rosa viendo la Luna…      
-También te amo- dice.

Licenciada Sandoval
Estado de México, 2013

 


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