Son las 3:30 am y yo estoy sentada
en mi azotea mirando a la Luna, me pregunto qué me hizo llegar hasta aquí. Todo
empezó con ese dilema en el bar, entrar o no entrar, esa era la cuestión. Había
estado haciéndome a la idea de que no pasaba nada, que era una reunión como las
anteriores y después de muchos "somos
adultos, pórtate como adulto" y "los
amigos murmurarán si no llego", decidí entrar.
De inmediato la identifiqué. Ella
estaba sentada junto a la barra con algunos de sus amigos, nunca me miró,
obvio, no le soy importante, de hecho creo que sólo me conoce de vista, si es
que me conoce, claro.
Me dirigí hacia donde estaban mis
amigos, felicité al cumpleañero y me senté junto a las chicas que de inmediato
empezaron a contarme los chismes de la semana, en eso estábamos cuando llegó él. Me
miró y con una sonrisa me dijo: "ya
llegaste”, me saludó con un beso en la mejilla, demasiado casual, como
cuando se saludan dos extraños que acaban de presentar, sin embargo, él y yo nos
conocíamos muy bien para sólo ser amigos. Llevábamos poco más de 7 meses de
estar "saliendo" sin ningún tipo de compromiso, únicamente unos
cuantos besos y si uno de los dos tenía ganas y el otro estaba disponible, las “cosas”
sucedían. Esas eran básicamente las reglas, incluso nuestro círculo de amigos
ya sabía de esa extraña relación sin compromiso y veían normal que ambos desapareciéramos en
alguna reunión y que en otra actuáramos como desconocidos. Era una relación
madura, bastante cómoda, todo iba bien hasta que me empecé a enamorar. Desde
entonces busco desesperadamente que nadie lo note, ya que si bien es cierto que
todos sabían de nuestra relación abierta, también lo es que todos sabían que el
único y gran amor de su vida era esa chica sentada junto a la barra. Yo la odiaba,
sin justificación alguna, claro, pues la chica jamás se había metido conmigo,
es más, ni siquiera le hacía caso a "mi hombre" en cuestión, pues él
la había cortejado desde la universidad sin que ella accediera alguna vez ante sus encantos,
al parecer a ella le gusta el baterista del grupo que toca en ese bar, por eso
siempre está ahí. Definitivamente es muy guapa, es de esas bonitas al natural,
sin necesidad de peinarse ni maquillarse, no podía culparlo de que le guste
ella, como tampoco podía culparme a mí por odiarla.
Pasaron un par de minutos y él ya
estaba sentado con ella en la barra, haciendo como siempre, su máximo esfuerzo
para atraerla. Yo intentaba continuar el hilo de la plática de política que mis
amigos borrachos estaban teniendo, pero era imposible, los celos me mataban, sólo
podía verlos hablar y reír. No aguanté mucho y me fui sin despedirme, seguramente
todos mis amigos pensaron acertadamente que me fui a causa de los celos. Ya no
me importa tanto.
La noche está como me gusta,
lluviosa y fría, y a pesar de las nubes, se ve claro la Luna llena, de ahí que
decidiera subir a la azotea a filosofar, después de todo no iba a lograr
dormir, me estuve preguntando ¿por qué lo quería a él, él a ella y ella a otro?
¿Por qué el ser humano se complica la vida para todo y más en cuestiones del
amor?, todo el mundo podría estar lleno de relaciones "maduras" como
la mía sin necesidad de enamorarse. Ninguna de mis preguntas contesté, ahora
son las 4:00 am y sigo viendo la hermosa Luna, ¿cómo no va a ser hermosa si es una
diosa?, igual que la chica en el bar, igual que yo, igual que cualquier mujer
enamorada, siempre gorda, siempre brillante, siempre bonita al natural, sin
peinarse ni maquillarse.
Decidí acabar con esa situación, que pase lo que tenga que pasar. Ahora son las 4:20 y estoy afuera de su casa,
tal vez él no este aquí y siga en el bar con ella. Demasiado tarde para pensar en
eso, ya le estoy marcando al celular.
-¿Qué pasó?- dice adormilado.
-Estoy afuera de tu casa, baja por favor.
-¿Estás loca?- me contesta y lo
peor es que sí, efectivamente estoy loca.
-Baja- insisto y me tiemblan las
manos.
Él, baja. Me ve incrédulo.
-¿Has escuchado eso de que cuando la Luna está
llena los hombres tienden a hacer locuras?, pues creo que eso me pasó. Te amo-
le confieso.
Ese maldito silencio incómodo, sólo
unos cuantos grillos se escuchan a lo lejos, después de un rato, por fin veo una
expresión en su rostro; alza las cejas y se muerde el labio, yo sólo quiero
soltarme a llorar. ¿Por qué lo hice, por qué vine, por qué se lo confesé?, ni
siquiera estoy borracha, no podré culpar al alcohol, yo y mi estúpido
romanticismo color rosa viendo la Luna…
-También te amo- dice.
Licenciada Sandoval
Estado de México, 2013
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