lunes, 16 de septiembre de 2013

Filosofía de vida

No me quiero parar, sin embargo lo hago antes de que Claudia me grite que ya es hora.
El momento más feliz del día es cuando me baño, cierro los ojos y el chorro de agua caliente me lleva a otro tiempo, a cuando me fui de aquí. El primer lugar al que llegué fue Playa del Carmen, donde conseguí trabajo de mesero en un bar de la Quinta Avenida, trabajo que me daba para vivir como rey, ahí aprendí inglés por pura inercia y si bien no lo hablo a la perfección, mínimo lo entiendo muy bien; ahí también conocí a Don Miguel, el viejo hippie que me enseñó a tocar la guitarra, el primero de los cinco instrumentos que aprendí a tocar. La vida era sencilla, o al menos eso creía, mi filosofía era que la vida proveía de lo necesario, no había por qué codiciar más cuando la vida te da lo suficiente. Trabajaba sólo por algún tiempo, en lo que conseguía el dinero necesario para algún proyecto, pero mientras, conocía gente y aprendía cosas que me servirían para mis proyectos. Mi única ambición era vivir más experiencias y conocer a más gente, jamás fue el dinero. Así me funcionó por casi 12 años.
-¡Dulio ya salte!- Ya me pasé de mis cinco minutos en la regadera, y cuando vives en un departamento de interés social con tus hermanos, tu mujer y tu hijo, los minutos que te tardes en el baño valen oro.
Salgo del baño y me arreglo rápido, ya no tengo rastas, me rapé para entrar a trabajar. Le doy un beso a Claudia y a mi hijo y me salgo. Dicen que el dinero cambia a la gente y creo que es verdad, a Claudia la cambió mucho, bueno, no el dinero, sino la falta de, ya no es alegre, siempre está enojada. Yo había tenido amores fugaces, nada serio, pues en casi todas las mujeres veía un complejo de Disney que las hacían querer un príncipe con un castillo, cosa que yo odiaba, pero Claudia era distinta, ella compartía mi filosofía de vida, era fotógrafa y viajaba tomando fotos y haciendo trencitas y collares para ganar dinero, sólo el suficiente para seguir viajando. En Mazatlán una amiga en común le prestaba su estudio para revelar sus fotos, ahí la conocí, ahí nos enamoramos y ahí se embarazó. Dijimos que las cosas no tenían por qué cambiar, seguiríamos igual, sólo que ahora seriamos tres. Sí como no, en los primeros meses del embarazo la salud de Claudia nos exigía estabilidad y dinero y empezamos por vender su equipo de fotografía y luego mi guitarra, hasta que desesperadamente le hablé a mi hermano para pedirle que me consiguiera algo donde él trabajaba, de eso ya va casi un año y sinceramente no soy feliz.
-Hola guapo- alguien me pica las costillas, es Elena mi vieja amiga de la prepa que espera junto a mí en la parada del camión.
-Si no hubieras vendido tu coche, me darías “raid” y no estuviéramos aquí- eso digo mientras la abrazo. Elena hizo un viaje a Costa Rica hace unos meses, al volver nos regaló una cuna llena de pañales que le agradecí enormemente, no la veo desde entonces, aunque para ser sincero, cada que peleo con Claudia me dan ganas de buscarla. Yo sé muy bien que siempre le gusté desde la prepa y aunque en aquel entonces teníamos muchas cosas en común, siempre vi en sus ojitos ese complejo de Disney que tanto odio, por eso nunca anduve con ella, aunque admito que me gustaba robarle besos, besos que se dejaba robar. A veces pienso que hubiera sido mejor quedarme con ella, conociéndola, a estas alturas ya me hubiera hecho sentar cabeza, tendríamos estabilidad, después de todo es lo que estoy tratando de tener ahorita ¿no?, y quizás ese viaje que hizo lo hubiéramos hecho juntos.
-¿Cómo estás?- me pregunta y a ella no le puedo mentir, así que le cuento todo lo mal que me siento, de las peleas con Claudia, mis carencias económicas y mi frustración.
-¿Cómo ves?- le pregunto.
-Eres un idiota- me contesta y me echo a reír, ella continúa hablando- sólo sigue tu filosofía, la vida proveerá, ¿dónde está el Dulio del que me... del que se enamoró Claudia?
Su pequeño error me sube el ego y siento como si volviera a tener 17 años, me dan ganas de comportarme con ella como adolecente, la abrazo y mañosamente se zafa de mis brazos. -Ya llegaron por mí, ¿quieres un raid?- dice nerviosa -es mi novio, pasa por mí ahora que no traigo carro- me hierve la sangre. Su novio es un niño bien, con cochecito del año, trajeadito y guapo el muchacho, pero la verdad no sé qué le puede aportar un hombre así a mi Elena, porque es "mi Elena", y a pesar de su complejo de Disney, es una mujer mucho más interesante para un noviecito con coche bonito.
-No, gracias, te veo luego- la jalo hacia mí para despedirme y le robo un beso, obvio ¿o se lo dejó robar? Se va nerviosa, no creo que su novio el niño bonito haya visto algo.
Decido no ir a trabajar, después de todo ya voy muy tarde y me descontarán el día de todas formas. En vez de la oficina, voy a mi vieja prepa y pongo anuncios: Daré clases de guitarra y ayudaré a los niños con su inglés.
Regreso a casa, Claudia se enoja porque no fui al trabajo, pero la contento con besos y contándole mis planes. Sí lo sé, soy un inmaduro y quizás hasta patán, necesitaba que Elena me subiera el ego y saber que Claudia aún me quiere, para poder sentirme bien.
Tengo un nuevo proyecto, lejos de esta vida que desde el principio había decidido no vivir, no tengo por qué hacerlo ahorita. Volveré a ser el hombre del que se enamoraron Claudia y Elena. Seguiré trabajando pero no por mucho tiempo, sólo en lo que junto dinero para regresar a donde empecé a Playa del Carmen, sólo mientras Dulio, mi hijo, crece un poco más para poder prescindir del seguro social que me dan en el trabajo. Le haré caso a Elena, continuaré con mi filosofía de vida, si me funcionó 12 años, no tiene por qué fallarme ahorita, ya la vida proveerá.

Lic. Sandoval
Atizapán de Zaragoza, Edo. Mex.


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