miércoles, 18 de septiembre de 2013

Papel


Qué lamentable es el hecho de escribir mis memorias con la indeleble tinta carmesí expulsada de los cuerpos de mis hermanos, aún despierto atormentado por las pesadillas que me causa aquel trauma, esa horrible bestia, aquel monstruo con frenesí y deseo de sadismo carnal, lleno de rabia y cobardía atacando cuando bajamos la guardia. 
La luna llena alumbraba la mitad de su bello rostro, la luz de plata iluminaba sus celestes iris, erupcionaba en placer enterrando su gran filo en los cacharros. ¡Ah!, cuan arrepentido estoy en tener la suerte de haber despertado cuando él atacaba, cuan asqueado estoy por la naturaleza de mi cuerpo, por correr tan rápido y de que la bestia no me alcanzara. Me deslicé tan fácil en el hogar que siempre lo fue, con rapidez dejé de escuchar los pasos detrás de mi…el horrible animal no pudo alcanzarme. Regresé con la inmortal esperanza de que mis hermanos hubieran reaccionado y luchado por su vida, qué lamentable decisión, solo observé a la bestia devorándolos.
Troto en un mundo donde la muerte no existe, donde la justicia es ciega y al parecer la piedad también lo es. Vivo en el eco de los sonidos del bosque, buscando desechos para alimentarme, camuflajeandome en sus cortezas para aludir al cazador. Una bestia que en su ironía no lo era, me dio cobijo en su piel y me otorgó alimento hecho con sus manos. Lo que siento tal vez sea lo que aquellos demonios llamen “tristeza”. En los tiempos de la luz de oro fui sometido por un instinto que me atormentaba al vagabundear por el bosque, veía a los ángeles de la muerte con sus plumas arrebatando la vida a más hermanos míos. Maldita curiosidad que me llevó a seguirlos por el camino para saber qué hacían con los cadáveres. Sigiloso, lento, fui uno con el aire, nadie se percató de mi presencia, mucho menos de mi existencia. Llegamos a un hogar donde el cuerpo de mis raíces era cambiado por un simple papel, un maldito y desgraciado papel por la vida de alguien, tal fue mi cólera que me abalancé y ataqué al estúpido demonio que ha idealizado un trozo de papel para su propia muerte. Yo perdí y él ganó, mucho mayor fue su fortuna ahora con mi cuerpo… 

Rogelio Gómez González 
Comitán, Chiapas



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