Juventud
la gran ausente, a medida que me acerco a la edad madura (aunque por supuesto
eso no signifique que mis decisiones y actos sean un ejemplo a seguir), noto con resignación que no soy el de
antes. Ya no siento la misma voracidad,
diría un amigo, cierto, no hay plazo que no se cumpla ni fecha que no se
llegue, pero resulta difícil enfrentar con el mismo ímpetu los avatares de la
vida. Observo sumiso el crecimiento exponencial de mis carnes, cuando antes podía devorar toda clase de carbohidratos
sin consecuencias visibles, ahora debo medir las calorías de cada
alimento, so pena de aumentar más mi
barriga. Los excesos ya pasaron, ahora acuso los desvelos de un día por toda la
semana, es decir, que si en lunes no pego ojo, los días restantes me veo
disminuido y mermado en mi capacidad intelectual y de reacción y ando lo que
vulgarmente se conoce como apendejado. Nunca he sido un bebedor profesional,
disto mucho de ser aquel personaje mítico del cual todos hablan para ensalzar
sus glorias en honor a Baco, eso es para mis amigos, en épocas recientes he
visto aún más mermada mi tolerancia al alcohol, nauseas matutinas, una que otra
vomitada cuando las cervezas fueron demasiadas; dicen que pude ser gastritis
y/o colitis, dicen que con los años eso sucede. Comienza a preocuparme la caída
del cabello, la disfunción erectil (eso que nunca me ha sucedido) y descubro
que abandoné la ideología por un pragmatismo sencillo y directo, no defiendo ninguna causa ni enarbolo bandera alguna,
me limito a mantenerme informado y a no emitir opiniones sobre
temáticas polémicas, dejo que la marea se calme y de vez en vez suelto un
consejo a aquellos más jóvenes que con ímpetu quieren cambiar al mundo, está de
más decir que no me escuchan y me tildan de conservador y huevón. Confirmo lo
que todos dicen o dijeron, la escuela no enseña nada que sirva en la vida
laboral , salvo que se estudie para matemático o ingeniero, eso del trabajo es
harto complejo, pensaba que serviría para emanciparme y desarrollarme en la
vida (esas definiciones tan escuetas), nada más alejado de la realidad, busco
con ahínco un espacio que me permita ser un Godínez pleno y puro, donde no haya
otra seguridad que el sueldo y las prestaciones, el trabajo vale madres, yo
quiero horarios fijos y que se respete mi hora de comida. Eso sí, en el amor he
triunfado, envejezco junto a mi amada en una vida de pareja que es ordinaria y
nada parecida al sentido novelesco del amor, es decir, ni somos Florentino
Ariza ni Fermina Daza, o la Maga y Horacio Oliveria, ni se hable de Romeo y
Julieta, pero no se engañen, nos amamos y podemos llegar a ser muy pasionales y
arrebatados, claro cuando no estamos cansados y/o abrumados por las
obligaciones laborales y sociales. Yo pensaba que el vivir por mi lado sería
una francachela constante, un ir y venir de amistades y fiestas sin sentido,
falso, cuando llega el viernes lo único que quiero es dormir tranquilo o ver
una película con mi novia, los fines de semana son para intentar descansar,
cuando llegamos a salir, en verdad que ya me empieza a pasar eso de no entender
la música, de preferir mis tiempos, de escandalizarme con la juventud tan
libertina, de mirar el reloj y pensar, se hace tarde, mañana tengo que trabajar,
o sea, no me hallo. No acuso la crisis de la edad, esa que dicen, cuando llegues
a los treinta querrás hacer las cosas de cuando eras chavo, o al menos eso
pienso yo, hasta ahora sobrellevo bien el ímpetu disminuido y no ando dando
lástima en lugares donde por la edad no sería bien visto que se me encuentre
bebiendo o conviviendo. Para ser
sinceros me ocupan las cuentas por pagar, el baño que ya se descompuso del
flotador, adelgazar y ahorrar para un injerto de cabello, verificar el carro y
comprar jabón para lavar la ropa, si miro las cosas de manera objetiva llegar a
los treinta ha sido un reto que ya puedo palomear como logrado. Si llego a los
cuarenta sin achaques, considero que mi vida se tornará emocionante,
intempestiva y llena de emociones.
Raziel Jacobo Correa Alvarado
México D.F. Junio 2014
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