martes, 17 de junio de 2014

Un poco de desamor

 
Él es el licenciado Alejandro Rangel, encargado de ejecutar el proyecto para la compañía y viene a proponerle su plan de trabajo, dijo uno de los socios al presentarme con un hombre elegante de traje y sonrisa carismática. Mucho gusto, dijo él y lo reconocí enseguida. Aunque él trató de disimularlo sé que también me reconoció, pero no dijimos nada, ¿qué podíamos decir?, “ya nos conocíamos, él es mi novio patán de la universidad y yo su novia psicópata celosa”, mejor fingimos no conocernos y nos estrechamos la mano. La situación era rara, incomoda pero bonita, en sus ojos y en los míos había una mezcla de amor-odio que sólo se da en los romances tormentosos, habría tanto que decirnos si no estuviéramos en esta situación.
 
Nos sentamos en la mesa a discutir el proyecto. No ponía atención, me encontraba muy emocionada, solo podía verlo frente a mí, dando un discurso de lo más rimbombante muy a su estilo, él siempre fue así, exagerado y ególatra. Era obvio que buscaba mi aprobación, pues la última palabra para la ejecución de su proyecto la tenía yo. No importa que tan importante se viera dándome ese discurso, para mi seguía siendo el chico de tenis y gorra que esperaba por mi afuera del salón. Éramos de esos noviazgos conflictivos, que cortan y vuelven, a veces por su culpa, a veces por la mía, aunque la última vez, fue él quien me grito, "¡en la vida me vuelvas a buscar!" y haciendo acopio de mi fuerza de voluntad le dije ok, sin gritos ni peleas. Como él me lo pidió, en la vida lo volví a buscar; alguna vez me marcó pero no contesté, mi ego estaba lastimado y así sin él comencé a vivir. Siempre se me ha hecho difícil salir de una depresión amorosa, esa ocasión me di un año de duelo para desintoxicarme de él y aun así, las primeras veces que estuve con alguien más lo extrañé, aun en la actualidad siento que a veces lo extraño; no importa si los nuevos amantes son mejores en la cama, más guapos, más atentos, más inteligentes; siempre encuentro algo que extraño de él, creo que es la prioridad, yo era la suya, no importa que tan viciada fuera la relación, que tan frecuentemente peleáramos, cuántas veces fuéramos infieles, eso no importaba, siempre volvíamos, la codependencia era muy grande, pero el amor también, en verdad yo tenía prioridad en su vida.
 
Han pasado diez años de la última vez que nos vimos, ahora está frente a mí, con los ojos trato de decirle “mírame bien, soy más guapa ahora, ¿te arrepientes de dejarme?”.

-... y es así licenciada que solo espero su visto bueno- concluyó.
- Mañana a esta hora le tendré una respuesta- le digo con una sonrisa encantadora, que parece que la hubiera ensayado días; le estrecho la mano y los socios se empiezan a despedir. Uno de ellos le dio una palmada en el hombro y le dijo: "la junta término rápido, llegará a tiempo a celebrar su aniversario con su esposa".
 
"¡Perro te casaste, te casaste!, yo llevo diez años en relaciones exprés, sin trascendencia y tú ya hasta cumples aniversarios". pensé.
-¡Pero por qué no nos dijo antes licenciado, vaya no haga esperar a su esposa!- dije matándolo con la mirada; está nervioso, la seguridad y el carisma con el que comenzó el encuentro se desplomaron, me pide perdón con la mirada, esa mirada que yo conozco muy bien, si la sala no estuviera llena de gente, ambos lloraríamos y haríamos una escena como cuando éramos jóvenes.
-Mañana a esta hora licenciada, que descanse- se despidió y se fue.
En mi casa me puse a llorar y pensé lo difícil que sería trabajar con él, pero no por eso iba a dejar de hacerlo, teníamos que ser profesionales, pero le haría notar lo hermosa que soy y lo mucho que perdió al dejarme ir.
Al día siguiente mi atuendo es un vestido rojo con el que me veo muy elegante y sexy a la vez, por lo entallado que está, a él siempre le gustó mi cuerpo. Hoy lo hice resaltar.
Al llegar al trabajo había un alboroto, pues la empresa para la que Alejandro trabajaba había mandado un remplazo. Él se había negado a participar en el proyecto alegando problemas personales y sin dar más explicación a mi compañía; solo me envió una nota en la que los socios creían se disculpaba conmigo. La leí en mi oficina y al terminar me asomé por el enorme ventanal que esta tras mi escritorio, miré a la gente, carros y edificios, pensé que en algún lado está el amor de mi vida, me niego a creer en eso que dicen, que nunca te quedas con el que realmente es, por más que ambos quieran estar juntos; me niego a creer que es Alejandro el amor de mi vida, aunque en mi mano tenga una nota de él que dice: "lo nuestro no acabó por falta de amor".

 
Lic. Sandoval.
Atizapán de Zaragoza, Edo. Mex.

No hay comentarios:

Publicar un comentario