lunes, 16 de noviembre de 2015

Ha sucedido un robo

Mi padre utilizó el tono solemne de las noticias serias, mientras almorzábamos en la mesa grande de la casa del pueblo tiró la bomba que cambiaría mi niñez para siempre. Yo supe al instante que la noticia me incumbía, cuando uno se siente culpable por algo, sabe que la culpa lo persigue hasta encontrarlo y soltarle la verdad en la cara. Así que efectivamente, en la unidad donde vivíamos  se había cometido un robo, mi padre soltó la información de a poco, mientras mi hermano, mi abuela, mi madre y yo escuchábamos atentos y compungidos (mi hermano me miraba con reproche a cada tanto), al parecer unos cuantos niños, hijos de los vecinos, se habían hecho con las llaves de un departamento del “A” (nuestro edificio) y habían perpetrado el robo más significativo y escandaloso en 15 años de vida comunal. Erick, Fabián y León habían robado la casa de los Valdés y se llevaron una televisión, un supernintendo,  un decodificador de tv por cable y una videocasetera. De momento no estaba claro cómo los habían descubierto, pero mi padre había actuado rápido y sacó a mi hermano a las volandas de la casa y lo había traído con nosotros a pasar las vacaciones de verano en el pueblo. Todo indicaba que alguno de los implicados lo mencionaba como cómplice y los judiciales que seguían el caso lo buscaban. Me atraganté con el pan, yo sabía que él no era culpable, nos miramos cómplices, aunque en su mirada advertí un dejo de reclamo y enojo.  No se sabía que había pasado con los otros, salvo que salieron del edificio con las manos en alto como si de criminales se tratara y  toda la unidad los miró por sus ventanas mientras eran escoltados a la patrulla, al parecer los padres de todos actuaron rápido y parecía que el asunto se había arreglado fuera de la ley. Yo no cabía en mí de vergüenza, además de saber que mi hermano era inocente, sabía que el culpable y cómplice era yo. Meses atrás mi amigo Rodrigo había encontrado las llaves de un departamento y nos habíamos dedicado a probar suerte en cada una de las puertas del edificio, de ahí a elucubrar un plan de extracción fue sencillo, bastó con contárselo a Fabián y él en un santiamén tuvo la solución: vigilamos, cuando salgan todos nos metemos y vemos que sacamos. El primer día sólo obtuvimos unos pepsilindros (bastante viejos por cierto), unas tarjetas de jugadores de fútbol americano y un par de juguetes. Fabián le comentó a Erick, Erick a León y de pronto ya éramos cinco en el secreto. Los planes continuaron, debía haber algo de valor que pudiéramos capitalizar y que probara nuestra destreza y hombría. Los pequeños alegamos demasiada planeación, los grandes alegaban que toda precaución era poca (grandes ladrones para ser primerizos), y entre una y otra cosa se llegaron las vacaciones, y al menos para mí se perdió el interés. Jamás pensé que llevarían adelante el plan maestro, robar los electrodomésticos e intentar venderlos en un mercado cercano, después repartir el dinero entre todos. Me apuraba estar a solas con mi hermano, me parecía que la otra parte de la historia estaba en su poder y tenía muchas dudas, ¿quién los descubrió?, ¿por qué no figurábamos Rodrigo y yo en la lista de culpables?, ¿por qué él sí? ,  ¿por qué judiciales?, ¿cómo sabía mi papá la lista exacta de cosas robadas? El tema tendría que esperar, en ese momento mis padres le soltaban un regaño fuerte y él sólo me miraba con esos ojos que ponía cuando me quería pegar. Todo era especulación y nervios en la antesala de ser llamado para recibir mi porción de regaño y llamada de atención, no sucedió, mi hermano murió solo en la trinchera y se llevó la reprimenda estoico, entero y con espíritu guerrillero sin culpar a nadie.  Al fin nos quedamos solos y yo manojo de nervios soltaba preguntas al por mayor.
-Ya dime ¿quién rajó?, ¿quién los vio?, ¿por qué te culpan a ti?, ¿quién le dijo a mi papá? Le solté sin esperar respuesta.
- Pinche Timón (mi apodo del barrio), te pasaste, tú si te metiste y te salvaste, esos pendejos me querían meter a mí también porque el día del robo me fueron a pedir unas calcetas para ponerse de guantes y no dejar huellas dactilares.
- ¿Y quién rajo?
- La Picas.
-¿La hermana del Fabián?
- Si, ella vio cuando entro a su casa con la tele a esconderla, cuando el Omar preguntó en la cancha si alguien había visto algo raro, ella le dijo que su hermano tenía una tele que no era de ellos, una Brokzonic.
-No mames ¿y luego?
-Pues que el Omar les dijo a sus papás y se hizo un desmadre, al parecer los judiciales nomás cayeron a espantar y el Erick, el León y el Fabián fueron a dar a los separos de Atizapán, pero sus papás los sacaron y se los llevaron. El León se fue con su abuelita, el Erick a Vistahermosa con unas tías, el Fabián  a Azcapotzalco. Parece que regresaran hasta que acabe el año escolar.
- ¿Y nosotros?
-Pendejo, pues aquí, hasta que acaben las vacaciones. A ver qué chingados pasa.
-Menos mal, estaba preocupado.
-Pendejo.
Mi hermano se alejó molesto y yo con la boca abierta no alcanzaba a entender, la habíamos librado en los mejores términos, con sólo un regaño y nada de implicaciones serias, por supuesto la vergüenza se había esfumado y yo pensaba en como terminar las vacaciones de la mejor manera posible,  me asaltaban más dudas, pero sabía que después del regaño sería difícil obtener más información. Al final del día antes de dormir me acerque y solté la duda que más me atormentaba:

-Oye wey y ¿vendieron algo?
-No mames, ahora hasta deben más de lo que se robaron, los Valdés dicen que se robaron un millón y unas joyas.
-Madres, yo que iba a reclamar mi parte. 


Raziel Jacobo Correa Alvarado
México D.F.

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