—Te seré sincero: estoy harto.
—¿De mí?. *voz quebrada*
—De que afirmes que no te quiero, ¿tú cómo puedes saberlo? ¿Porqué la insistencia?
—Son cosas que una mujer simplemente sabe.
—Pues estoy harto de esas pendejadas, de las quincenas, de la temporada de lluvias, de mí, de la vida misma. La verdad es que estoy harto de todo. Ojalá tuviese el valor para volarme la cabeza, ojalá lo hubiese hecho hace mucho.
—No eres tú el que habla, son todas esas drogas que consumes antes de desayunar. Tú no eres así por naturaleza.
—¿Ves? Puras pendejadas y cosas sin sentido, nada tiene sentido. ¿Conoces esa sensación de que estés donde estés siempre te preguntas que es lo que estás haciendo ahí?. Esté donde esté muero por irme a otro lugar, es una especie de angustia permanente, me siento presionado por culminar cada cosa que realizo desde el primer momento, como si tuviese prisa por acercarme a la recta final del ser. Es una locura seguir vivo, conteniendo tantas ganas de morir.
Entonces él sacó su revolver del cajón de los calzones limpios y se lo acercó por debajo de la mandíbula, porque alguien le había explicado que si se dispara uno desde abajo se revienta el hipotálamo. En cambio si te disparas por la sien, el proyectil puede atravesar el cerebro de manera transversal sin matarte, con el riesgo de dejarte idiota.
—Tú siempre con lo mismo ¡Baja esa pistola, que me pones de nervios! Reflexiono detenidamente este asunto y me deprimo demasiado, porque me doy cuenta que soy yo quien ha fracasado como mujer: Si tú fueras feliz a mi lado ninguna urgencia tendrías por morir, pasaría todo lo contrario. Pensándolo bien eso me preocupa mucho. A mi mamá le sucedió lo mismo con mi papá y posteriormente con mi padrastro. Alguna vez escuche que mi abuela padecía de lo mismo: parece que las mujeres de mi familia estamos destinadas a no cubrir la expectativa emocional de nuestras parejas, algo realmente alarmante para mí. Terminaré sola y lo sé, es más, en este momento ya me siento sola.
—Me sorprende la cantidad de estupideces que pasan por tu cabeza— dijo él mientras dejaba el revolver en la mesita de centro. Entonces ella con un movimiento casi mecánico, tomó velozmente el revolver que estaba en la mesita sin decir una sola palabra y sin parpadear se voló la cabeza de forma transversal. Desafortunadamente sobrevivió y años más tarde él tuvo la necesidad de asesinarla, porque no soportaba cargar con un enfermo mental. Aunque terminó dándose cuenta de que su ex estaba enferma antes de darse el tiro transversal.
Tiferet Jojmá Jonathan
México, DF.
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