sábado, 11 de abril de 2020

La familia no te olvida

#CadáverExquisito

La vida se me escapa como el agua entre los dedos. El frío conquista mi piel, la tiñe de blanco verdoso, los espasmos finales del cerebro me revelan la futilidad de la vida y el amor, y se apaga con este amargo pensamiento: la cagué. La familia es sagrada, pero ¿quién respeta algo en estos tiempos? el mundo colapsó. 


Llegaron a mi escondite el sábado. “Perdón por traerlos, pero mi mamá se está muriendo”, y yo no pude hablar, ni moverme, ni  puedo molestarme con Esmeralda, ese par de muslos siempre le dan absolución automática. Crecimos muy juntos, nuestros juegos perdieron la inocencia poco a poco. Fue mi único amor, la sigo amando y creo que ella a mí también, a su manera. Pero las prioridades cambian. 

Cuando dejó de haber suficiente comida para las dos familias nuestros padres se comenzaron a odiar, hasta que quedaba una lata de frijoles y un garrafón de agua para todos, quién sabe para cuánto tiempo. Nos escapamos con todo, y mi papá nunca me dijo que había pasado con Esmerada y mis tíos. 

La descubrí buscando qué comer, estaba lamiendo unas latas de atún que yo había dejado por descuido demasiado cerca de mi escondite. Lo reconozco, mi primer impulso al ver la silueta de mujer inclinada sobre las sobras fue lanzarme sobre de ella para arrancarle la ropa, pero nos vimos a los ojos y nos reconocimos. En ese momento me sentí miserable, culpable por verla en esas condiciones en medio de mi buena racha –así le digo a encontrarme un escondite y dos latas de atún. La traición de mis padres a ellos siempre me hizo sentir decepción, tristeza, coraje, el inicio de mi transición a la oscuridad perpetua. 

Solo le dije ¿Esmeralda? Y nos abrazamos y lloramos y pasamos dos días en mi escondite. Ni si quiera hablamos solo compartimos la comida y el cuerpo durante dos días y al tercero desperté amarrado de pies y manos. Mi tío y un hombre que no conocía me dieron de martillazos. 

Me hubiera gustado haber probado una última vez el sabor de sus labios y recorrer los pliegues de su cuerpo con la yema de mis dedos, con la lengua solo para recordar la única época en que fui feliz antes de toda esta espiral en la que me envolví... pero la vida se me escapa como el agua entre los dedos cuando metes la mano a un río. 




Elvis Castillo y Romeo Valentín
México, abril de 2020

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