Envidio tu tranquilidad, la
firmeza de la piedra retando al aire, la cantera verde absorbiendo como esponja
al tiempo y llenando de calidez mis recuerdos. Cada vez que vengo a visitarte
me siento protegida, siento un peso menos encima y envido tu paz. Perdona que
te haya abandonado algunos años, prometo que vendré más seguido. No puedo evitar llorar cuando vengo, mojo la
tumba, siento que mis lágrimas se filtrarán por la tierra para escurrir hasta
ti y que te empaparán como cuando chillaba acurrucada en tus muslos por
cualquier estupidez que en ese entonces confundía con el fin del mundo, insignificancias,
sentimientos menores al polvo si se comparan con lo que fue tu pérdida. Yo era
entonces una escuincla caprichosa, casi una niña, buscaba sentirme adorada,
única, ser el centro del universo, tú me hacías sentir así, por eso me enamoré. No sé cómo me aguantaste tantos berrinches y
todos los problemas que te causé. Nunca me propuse darte nada, ahora, pasado el
tiempo, sé que hasta mi cuerpo te lo di por puro gusto, por mi propio goce y
por mi curiosidad, nunca sentí perversión de tu parte porque siempre fuiste
lindo conmigo, siempre supe que tu cariño era sincero… tal vez incorrecto, pero
sincero al fin y al cabo. Nunca más he vuelto a sentir que se me corta la
respiración al hacer el amor, ni esa lluvia de estrellas ante mis ojos, esa
frenética cascada de sudor y flores de colores que sentía contigo. Mi esposo es
casi tan noble como tú, lo quiero, pero con él nunca he sentido lo mismo que
contigo. Me acerqué a él porque se me figuraba a ti, tiene las manos igual de
grandes, usa el mismo perfume, camina igual, a veces piensa igual, le gusta la
misma música que a ti aunque él es mucho más joven. Es de mi edad. Descubrí lo
diferentes que eran hasta que me casé, y me desilusionó tanto que empecé a
odiarlo, no me hacía sentir tan segura como me hacías sentir tú, ni tan
deseada, ni tan única, ni tan feliz. Viví completamente arrepentida al
principio de mi matrimonio. Esa fue la etapa en que te venía a ver más seguido,
tanto que hasta Camilo pensó que le era infiel. De cierta forma lo era pero en
vez de estar en un hotel revolcándome con algún amigo, estaba aquí, junto a
esta tumba de cantera llorando arrepentida, extrañándote, imaginando que mi
vida sería mejor si hubiera sido tu mujer, aunque claro, sé que casarme contigo
hubiera sido imposible aunque vivieras. Hasta que nació mi niño caí en cuenta
que mi error fue buscarte en otros cuerpos y aprendí entonces a apreciar a mi
esposo por lo que es, sin compararlo tanto. Por desgracia nunca he llegado a
amarlo, eso me hace sentir como una puta, una bruja miserable, y lo compenso
siendo cariñosa y abnegada con él, como nunca lo fui contigo. A la fecha cuando
hacemos el amor prefiero darle la espalda y que me tome de la cintura con su
dos manotas, para imaginar que eres tú, para intentar sentirte dentro de mi,
pero no es lo mismo. Yo tampoco soy la misma, me salieron estrías en la panza y
celulitis en las nalgas, y a veces en el espejo veo a mi madre… ¡eso me hace
sentir tan arrepentida! sólo cuando pienso en ella dudo de que tu cariño fuera
auténtico y me pregunto si me seguirías queriendo a pesar de haber perdido lo
mejor de mi juventud. Mi madre es la más víctima. Pobrecita... ella sospechó de lo
nuestro en tu velorio, no era normal mi llanto, era demasiado amargo y
escandaloso, perdí la compostura, no me importaba ya nada, lloré más que cuando
murió mi verdadero padre. Ella nunca me ha dicho nada, no me ha reclamado nunca
pero evita verme lo más posible. Aunque trata de ser cariñosa cuando nos llega
a ver mi y a mi hijo, sé que en su corazón hay un profundo odio y resentimiento
hacia mi, intuye que yo tuve algo que ver con que el día de tu muerte
estuvieras en un lugar tan alejado de tu ruta cotidiana y no se explica por qué
fui la primera en llegar al sitio del accidente. Cuando se enteró que mi hijo
se llama como tú, se derrumbó, lloró amargamente frente a mi reprochándome sin
palabras mi descaro, mi esposo también estaba presente esa vez y creyó que el
llanto de mi madre era de nostalgia normal, él sabe de ti sólo la forma en que
moriste, encuentra normal que te recordemos con cariño y no le molesta que
nuestro hijo lleve tu nombre. A veces me siento el peor ser humano por eso,
pero de alguna forma tenía que conservarte, el niño no debió ser tu nieto como
cree cuando ve tu foto en casa de su abuela, debió ser tu hijo porque yo nunca
te vi como a un padre. Ahora mi hijo es lo que más quiero en el mundo, tengo un
amor puro y absoluto por él, por eso tu nombre le queda perfecto. A veces lo
miro y noto gestos tuyos en su carita, también algunos ademanes, los mismos que
compartes tú con su padre. Está en la etapa en que me sigue a todos lados,
llora cuando lo dejo en la escuela y es muy grosero con su papá, como si lo
odiara. Lo amo como nunca he amado a alguien, mi hijo es ahora mi mayor razón
para vivir.
Romeo Valentín Arellanes, MéxicoD.F.
Julio de 2012
MUY BIEN ROMEO :)
ResponderEliminarGracias Tania, tu muy bien también.
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