viernes, 8 de julio de 2011

En el bosque

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Internado en el bosque, despertando de un profundo sueño me encontré con un animal que postrado frente a mí, miraba con sorpresa. Le dije después de rasgar el suelo con las uñas que me hallaba perdido y caminaba hasta encontrar una persona con la que pudiera estar. No sé con qué lenguaje, tal vez con el que usan los animales, trataba de comunicarle cómo fue que  en otro tiempo me interné en las calles como ahora en el bosque; cómo después de ser feliz recibiendo el cariño de un gran ser humano, tras haber cambiado sus sentimientos me arrojaría a ellas sin alguna forma de poder  explicarlo pues carezco de memoria y de razón.
Sólo sé que vagué  por las distintas calles de distintos pueblos; en ocasiones fui parte de algún grupo que también vagaba, en ocasiones buscábamos nuestro destino, y en otras, sólo aguardábamos la noche. Volvía amanecer y temprano como gitanos emprendíamos el camino sin rumbo.
A veces solo esperábamos los designios que nos hacían saber que no éramos dueños de nuestros rumbos, también reñíamos o jugueteábamos, casi siempre buscando alimento juntos aunque era mejor encontrarlo cada quien por su parte, era entonces cuando nos separábamos por días y semanas; el animal que encontré escuchaba atento.
Una ocasión  me fui de ellos por mucho tiempo, andaba con la noche fría y la  bruma no me dejaba mirar mucho por delante, solo escuchar mis pisadas; después de un rato logré ver una luz que en otro instante en lugar de iluminarme me cegó. Lo siguiente que vino -expliqué al atento animal- fue un estruendo de huesos y músculos, ruido que desde dentro de mí aturdía el equilibrio, luego de mí un  cuerpo caliente y sangrado con disminución de las palpitaciones y dolor grande como la bruma que me envolvía.
Se escuchó que alguien habló, movió  la carne y al percatarse que la carne tenía vida subió el cuerpo mal trecho al carro que en otro momento era el tirano que me envestía. Zumbido  y respiración lenta era de lo que me percataba además de los movimientos hostiles que volvían a envestirme ¡ah!  y el ruidoso motor. Llegamos a algún lugar no muy lejano del percance, se apagó el motor y el responsable de la situación atroz me bajo del carro y me instalo en un cuarto que no permitía un halo de luz, me puso entre periódicos y me cubrió con una vestimenta vieja y polvorienta.
Mucho tiempo no supe de las formas de la vida, solo lo que el golpe dejó: cabeza extensa, ojos hinchados, dolores en el cuerpo y  cancelación en el andar; también frío, hambre que no era saciada del todo con el agua ,la  leche y el pan duro que proporcionaba el presunto asesino, ahora cuidador y captor que consideré buena persona, pues se hallaba enmendando su falta. Nunca intercambiamos comunicación solo entraba y tiraba la comida yo permanecía como carente de lenguaje.
Extrañaba a  mi grupo más que las calles, los únicos que podrían saber de mí. Una de las reglas del grupo recordé , era  no acercarnos a las personas, pues no era bueno confiar en ellas, siempre me negué a obedecer esta regla y lo hacía con cuidado, negaba que las personas seres pensantes y de razón acudieran a los más grandes atropellos. Dentro del cuarto oscuro  pensaba mucho en la persona que una vez abrió  su corazón y luego me abandono; el animal que escuchaba ahora parecía tener compasión de mí y seguía dispuesto a escuchar pues ahora  se encontraba  en una postura cómoda y con las orejas bien paradas.
Una vez que mi postura se ergio y huesos y músculos parecían haber recobrado su postura, la mostré  a mi captor haciéndole ver que era tiempo de salir y tenía la idea de al salir pasar a visitarlo en ocasiones. El hombre se percató que mi estado de salud era bueno y evidenció que tal recuperación me hacia un tanto chonchito.
Una tarde poco después del encuentro descrito escuché el mismo motor cerca de la puerta; la misma se abrió dejando entrar luz que agobiaba mi penumbra, enseguida  entró el captor y restaurador de huesos y me subió al carro que había ocasionado  todas estas circunstancias.
Se veían bien las calles, el parecía satisfecho de  mi nueva condición; llegamos a un terreno amplio, paró  el carro descendí de él  y solo miraba a mi rededor, todo pintaba bien hasta que la escena feliz se deshizo cuando ato a mi cuello un lazo y me llevó hacia un portón en donde me esperaba un hombre que advirtiendo su vestimenta parecía  carnicero. Se saludaron y  dijo mi captor: aquí te entrego al canino está recuperado y rechonchito como los anteriores, más buena carne para tus comensales   ya conoces la tarifa por estos kilos de más.
El corazón de un canino sabe de cariño y la cabeza no conoce la razón sólo el instinto y este lo guía hasta encontrar cariño y compañía: me encontraba en una segunda ocasión en que resultaba traicionado  por el ser humano y seguía creyendo que la compañía entre un ser humano y un perro era justa y daba dimensión al mundo entre personas y animales, pero sabía que encontrarme un momento más en el mismo lugar perrificado como estaba no saldría en cuatro patas.
En tanto negociaban creyeron atarme bien a un pilar y apresuraban a salir de la gran bodega que almacenaba cuerpos colgados de otros más que cayeron como yo  en este destino grotesco. Les vi salir a los dos tiranos  y después de traer la imagen del anterior dueño los ojos de este canino solo pudieron expresar  enorme tristeza; lanzando un ladrido lastimero este choncho pero ágil animal vino a realizar un movimiento que permito abandonar  la atadura y entre una rendija de lamina doblada del armazón de la bodega se puso fin al cautiverio en cuatro patas.
El captor fue testigo de este desenlace: miró y sabiendo no poder retener mas al animal, quieto solo observó la huida esbozando la misma sonrisa de otro momento como advirtiendo que más tarde lo pescaría. El can paró un momento su fuga para observarle buscando hallar en la persona algo de arrepentimiento en ella y no la halló. Así se acudió a la huida sin voltear.
El bosque resultó un buen refugio del mundo de los humanos, ahora frente al animal que escuchaba atento a este canino que sabe que el destino de los hombres y algunos animales son encontrarse y repelerse y nuevamente buscarse como resulta las mismas relaciones entre las personas. Este canino advierte  que su camino a emprender es hacia otra persona que lo ponga rechonchito sin temor a que sea vendido, la persona alimentará al canino a cambio de protección y en algunas ocasiones  compañía.
Tu animal del bosque ¿cómo podrás entender esta relación ?advirtió este canino al zorro, mejor huye porque tal vez la siguiente ves que nos encontremos y yo con un nuevo amo me pida guiarle hasta a ti para darte muerte pues mi instinto es fiel a él. Escuchando  esto el zorro, animal oriundo del bosque huyó al sentirse traicionado después de atender con atención la historia del canino.

Guillermo Castillo Miranda
Villa de Canalejas, Edomex,  julio2011

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