jueves, 8 de noviembre de 2012

¿Cómo decirte que te amo?

 
Las hojas de los arboles caen al ritmo del viento, mientras yo me retuerzo en la banca de hierro que llevo calentando desde hace 10 minutos, lo peor de esperarte es la forma en la que mi imaginación me traiciona, te sueño corriendo hacía mi, tomándome por sorpresa, tus manos sobre mis ojos, forcejeando me haces una pregunta estúpida, sabría que eres tu, reconozco tu aroma, apretarías tu cuerpo a mi espalda, trataría de someter tu esfuerzo y tomarte por la cintura, mediríamos fuerzas hasta que pudieran retener mi mirada tus ojos, te daría un tenue beso en los labios. De repente una niña vestida de puta bloquea mi espejismo, no puedo permitirme quitarle los ojos de encima y pensar en todo el fracaso que debió vivir su madre para vestir a su hija como si fuera una extensión de su juventud ya extinta.
Sin verte, percibo cuando llegas, siento tu presencia a mi lado.
-¿Conoces a esa niña? –me preguntas.
-No, pero me da curiosidad su ropita, esa faldita de plástico y el top rosa, los ojos morados y los labios pintados de rojo sangre, creo que su mamá la disfrazó a propósito.
-¿La disfrazó de qué?
-Así déjale, nomás pídele a dios que no pase enfrente de una iglesia.
Tomo la fuerza suficiente para verte y me destrozas con tu belleza, como siempre. Tu falda de cuerhule negro, el suéter rosa que tienes desde los 12 años y que se ajusta como una bendición, los labios rojos, tu mirada a la defensiva.
-Te ves preciosa.
Tus ojos ruedan, dan una vuelta infinita, ven hacía adentro de ti, hacen una pausa, revisan si tu cerebro funciona bien, sabes que ayer cometiste un error, pero eres una mujer valiente, tus iris regresan a su posición normal y me precipito sobre de ti, el golpe seco de mi pecho contra el tuyo, mis brazos rodeándote, algunos lo llaman abrazo, tu lo debes llamar estrangulamiento. Aprovechas y me das el beso en la mejilla, es tu manera de escapar de mis braquets o de mi saliva. Tú sabes que eso es un saludo de mierda y yo entiendo que es lo que merezco.
-¿Y ese saludo de mierda?
-Es en lo que me acostumbro, nunca había tenido un novio con braquets.
-Uy, ¿pues cuantos novios has tenido?
No contestas, y yo me guardo mi curiosidad para otro día, lo importante es que me reconoces como tu novio, aún no te has arrepentido.
Paso mi brazo sobre tus hombros, para poderte acercar más a mi, para poder sentir el circulo de tu seno contra mi costado, te estrujo y te llevo a caminar por el parque a mi ritmo, pesado, lento, trágico.
Caminamos alrededor del kiosco morisco mientras me platicas de cosas que no me importan, me cuentas una historia dentro de una historia que me relatabas al principio, lo que dices ya no tiene orden, el único nexo de la infinidad de nombres que comentas es mi hastío, trato de callarte con un beso.
-Espérate, no me pones atención.
-Claro que sí.
-Te estoy platicando algo importante –arrastras la ultima palabra como si el mundo dependiera de eso- parece como si fuera la primera vez que tienes novia.
-Va a ser la última si me sigues despreciando.
Con una agilidad endemoniada, digna de un animal que descubre a su depredador te separas de mi, en un segundo estas a cinco metros de distancia, aunque no lo sepas, tienes toda la razón, eres mi primera novia. Con 20 horas de noviazgo y dos besos estamos al vórtice de la primera discusión.
-¿A dónde vas?
-Yo no quiero una relación como la de mis padres.
-Espera, tranquila, vamos a hablar, mi comentario estuvo fuera de lugar.
-Pero no digas que te desprecio, eso no es cierto, lo que pasa es que yo soy así.
-¿Así cómo?
-Pues así, no soy mucho de abrasarse y de besarse.
Mientras la parte lógica de mi cerebro piensa "no mames", la parte motora me acerca a ti. Con la mano fría te levanto el pelo de la cara, tu lenguaje corporal me demuestra que hay algo mal en ti, algo roto, eso por lo que me gustas. Tus brazos cruzados solo sirven para enmarcar tus senos, mis manos envuelven tus fríos codos.
-Ya tranquila, nos vamos a ir conociendo.
Tomo el valor para cogerte de la mano, como si tuviera valor alguno. El viento sopla de nuevo y trae consigo una oleada de hojas, verdes, amarillentas y secas. Las odio por que te tocan, las amo por que te hacen daño, sueño que te cortan, que te hacen pedacitos y que son míos para reconstruirte donde quiera.
-En verdad que me gustas mucho, siempre me has gustado.
-¿Qué es lo que más te gusta de mí?
-Me gustas toda, en serio.
-¿Pero qué es lo que más te gusta de mi?
-Yo creo que tu cara.
-Yo odio mi nariz es horrible.
-Bueno lo que más me gusta es tu carácter.
-Entonces no te gusta mi nariz.
-No, digo, sí me gusta, pero me gusta más como eres.
-Ahh ¿si? y según tu ¿cómo soy?
-Pues no sé como describirlo.
-¿Entonces cómo te gusto?
-¿Quieres un café?
-No me gusta el café.
-¿Quieres un helado?
-Hace mucho frío.
Se me ocurren preguntas más importantes, ¿quieres ir a un hotel de paso?, ¿quieres engañarme con el primer güey que pase?, ¿quieres ver que sí te quiero?, o ¿qué chingados quieres hacer entonces?
-¿Entonces como que sé te antoja?
-Un té.
Mientras caminamos te paso un papelito, tratas de abrirlo y te digo que esperes, que lo leas cuando estés sola, es en una hoja donde te cuento por qué te quiero y desde cuando; donde te explico que me tenias obsesionado, es ahí donde te digo lo que todavía no puedo, es donde me convenzo que soy arrastrado. Lo guardas en la bolsa de tu suéter, justo en tu pecho.
Miro la carta y pienso en la cartera, temo pedir algo y que no me alcance el dinero si decides acompañar tu té con otra cosa, termino por pedir un vaso de agua, nuestra relación se basa en mentiras, te digo que no me gusta nada y que tú puedes pedir lo que quieras.
Ahora tu me tomas de la mano, y yo no me la trago, ahora recargas tu cabeza sobre mi hombro y yo volteo a ver de quien te escondes, ahora tu te quedas callada y me ves fijamente para juzgar mis imperfecciones, me dices que te gusto, justo en el momento en que te pierdo toda la confianza.
Me empiezas a hablar de tu ex novio, de por qué terminaste con él, sé a donde quieres llegar con la historia: aleccióname para que no cometa los mismos errores, a que no aspire a ser como él. Su error fue que muy pronto dijo “te amo”, que eso te espanta y a mi me aterra la bomba que traes en el pecho, me dices que tu padre es muy celoso, me pones al tanto de todo a lo que le debo tener miedo y respeto, ojalá pudiera tomar nota, ojala pudiera tatuármelo en los recuerdos.
La tarde pasa lo suficientemente rápido como para aborrecer el tiempo, estando frente a tu casa me despido lo menos efusivo que puedo, te abrazo y trato de sacarte la carta que traes en el pecho, tu padre me ve y me mata, me odia, me escupe, me insulta, me critica, hace mierda mi vida con una mirada, te llama, cierras el viejo y oxidado portón blanco y prometo hablarte cuando llegue a casa, si después de leer tanta mamada contestas mi llamada.
Otra vez sopla el puto viento.
El frío me pone la piel de gallina o puede que solo sea un pretexto.
 
 Julio Cervantes Ortega
Tlalnepantla, Edomex.
Noviembre de 2012.
 


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario