Con los ojos entreabiertos puedo ver la figura que dejó tu cuerpo en las sabanas.
Cierro los párpados adoloridos todavía -no recuerdo de qué- y te imagino poniéndote las mallas negras, el brasier y tu playera suelta y larga.
No tardaré mucho en aprender que después de todo, para el último adiós no se necesita decir nada.
Julio Cervantes Ortega
Tlalnepantla, Estado de México, septiembre 2011.
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