martes, 13 de septiembre de 2011

Un pendejo se nos fue sin pagar


Clarisa fue de todas sus hermanas la más hermosa, siempre sonriente, jovial y con mucha vida. Se casó con un apuesto militar, un hombre frio como la nieve, pero eso la fascinó. Una sola rosa fue suficiente para que Clarisa callera directo y sin escalas a sus brazos. Tuvieron 5 hijos, ahora todos unos hombres trabajadores y cada uno ya con sus nuevas y crecientes familias.
Al enviudar Clarisa prefirió regresar a la casa donde vivió su infancia a lado de sus 4 hermanas que aún viven allí, justo a unas calles del centro de su ciudad.
Para ese entonces, la idea de tomar un hoya y calentar agua para una tasita de té, era impensable, todos en la casa sabían que Clarisa solucionaría ese problema, ella la hermosa tía de cabello negro y largo, con ojos obscuros y profundos como una noche sin luna.
Una de sus magníficas cualidades era su facilidad para cocinar, su talento innato por saber qué ingrediente poner en cada platillo y su amor por servir y mantener a todos felices dentro de la casa. Todos amaban la comida de Clarisa. Pero ahora, después de una serie de eventos desafortunados que llevaron a una crisis económica a la reintegrada y aumentada familia de hermanas se vio en la necesidad de buscar más opciones para conseguir dinero.
Así que Clarisa, decidió vender comida a los transeúntes de su ciudad, y con ayuda de todas las hermanas, y como las cosas no estaban tan bien, y a pesar de su talento para las exquisiteces culinarias Clarisa abrió las puertas de su casa, y se dedicó a vender los muy conocidos tacos de guisado. 
A las 6 de la mañana comenzaban las labores, se repartían el trabajo de la cocina entre todas las hermanas, comprar los ingredientes, lavarlos y hacer 10 guisados diferentes, siempre los mismos, para facilitar el de por sí, arduo trabajo. Desde las 12 del día las cazuelas con guisados estaban listas para recibir a sus clientes para la hora de la comida; y alrededor de las 9 de la noche, salían 200 salchichas hervidas, mediasnoches, jitomate picado, entre otras cosas, listas para ofrecer hotdogs para la cena.
Las 5 hermanas trabajaban duro para tener todo listo y a tiempo. Justo a las 2 de la tarde, bajaban de sus oficinas alrededor de 50 a 70 trabajadores hambrientos y con prisa a comer sus tacos de guisado; ellas se esforzaban por coordinarse y coordinar a sus sobrinas que ayudaban a cobrar y a despachar los tacos, a la señora que lavaba los platos, a dos amigos de sus sobrinas que recogían los platos sucios, un primo despachaba refrescos. Todo sucedía muy rápido, el fuego mantenía calientes las hoyas, un comal calentaba las tortillas, mientras sus clientes esperaban desesperados por comer, todo era un alboroto. Su nombre sonaba por todos lados, "Clarisa dos de papa con chorizo por acá, cuánto te debo de dos y un refresco, Clarisa ya no tenemos cocas, Clarisa un pendejo se nos fue sin pagar"
Ella despachaba, cobraba y coordinaba a todos desde atrás de las cazuelas. Entonces sucedió. Un resbalón con un charquito de agua que había caído al suelo, ella puso la mano directo en el comal, la piel de la palma de su mano quedo pegada, un dolor recorrió su cuerpo completo, y se escuchó su grito "¡Puuuta madre haaaaaaaaaaaaaa!" se metió a la casa... dos hermanas corrieron a su auxilio, las demás seguían atendiendo.
 
-Dios mío ¿qué pasó?
-Creo que se quemó “Claris”, pero dígame qué va a llevar.

-Ah sí, quiero uno de picadillo y uno de bistec a la mexicana.

-Y usted señito.

 
Siguió el alboroto en la cocina, los clientes seguían apresurados comiendo, las primas se pusieron en el lugar de Clarisa y de las otras tías que fueron a ayudarla. Por la noche los hotdogs estaban listos para la ronda de la cena.


María del Pilar Barragán
Tlanepantla, Estado de México

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