viernes, 2 de septiembre de 2011

Un movimiento muy sugerente.


Mientras bebes el segundo mezcal de su ombligo y juegas con sus senos en un claro ejemplo de destreza, te preguntas cómo diablos fuiste a parar en esa cama, a esa hora y con esa mujer. Tú, que hasta este día te considerabas el ejemplo perfecto del perdedor, tú que hasta este momento en que tocas delicadamente su vientre, como sugiriendo algo más; no sabías como reaccionar a una sonrisa o a una caricia distraída. Primero lo primero, el alcohol hizo lo suyo, relajo todos tus prejuicios y sus defectos, acentuó tu valor y sus virtudes, desecho tus complejos y sus exigencias, te alentó a acercarte, a preguntarle su nombre, a invitarle una copa, a sentarla en tus piernas sin un ápice de vergüenza o soberbia. Lejos estaba aquel introvertido y tímido oficinista que reculaba ante el saludo coqueto de una compañera, todo fluía con naturalidad, esa que sólo otorga el alcohol, mientras acariciabas sus largas piernas y te dejabas admirar por la bola de babosos a tu alrededor, ella escuchaba y aceptaba las cochinadas que acudían a tu imaginación en sustitución de la inspiración. Y ahora esta aquí tangible, besable, palpable, mamable, tocable y lo demás que se te ocurre, que importa gastarte toda la quincena, esto es muy parecido al amor.  Ella se deja hacer, virtuosa mujer, acepta tus ensayos y errores, tus desvaríos y disculpas cuando a la hora de la verdad quedas más a deber, culpas de nuevo al alcohol, cuando minutos antes le agradecías la oportunidad, cero disculpas, si más copas y segundas oportunidades.  Viene la buena, anuncias con pretensión, ahora si aguantaras, nada de remilgos de su parte ( con albur y sin albur) te acepta de nuevo, prodigio de mujer que con una sonrisa compone lo descompuesto, tu semblante y el remedo de erección que presumes, cómo diablos fuiste a parar a ese cuarto de hotel, quién te inyecto las agallas, cómo decidiste armarte de valor y pronunciar las palabras exactas:  claro que te puedes sentar.  Y ahora recuerdas que siempre fue ella la de la iniciativa, fue ella quien desde que salió a escena te miro y decidió elegirte, quien mientras sonaba la música se acerco a ti ignorando a los demás, se desnudo frente a ti y con suma naturaleza te otorgo el valor necesario. Ahora recuerdas todo, mientras de verdad aprovechas su bondad, se te va la voluntad, acaricias su senos y besas sus axilas llenas de sudor, ciertamente no se necesita el amor cuando la quincena se puede terminar en un cuarto de hotel con esa mujer que al bajar del escenario se acerco a ti y con toda galantería te pregunto si te animabas a pagar. 

Raziel Jacobo Correa Alvarado
Venustiano Carranza México D.F.

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