lunes, 14 de enero de 2013

Carolina


-El problema de ser la última mujer en el mundo es que no sabes si vas a ser tratada como esclava o como diosa. 
Las piernas aún irritadas por la depilación van dando vida a las mallas negras, los músculos se deslizan hasta que la lycra se cierne con fuerza en la entrepierna de Carolina, mientras, piensa en todos los castigos y placeres que pudiera recibir si se encontrara en dicha situación. 
El día de ayer engañó a su marido con un extraño, ante anoche era una joven viuda en busca de un poco de consuelo. 
Hoy quisiera que la luz de la luna la bañara, si tan solo se pudiera distinguir la luz entre los focos de neón, es otoño y ella es tierra fértil. 
Sale de su casa y deja a propósito la puerta abierta, el hilo de luz falsa indica a cualquiera que su hogar es propicio para ser invadido, al salir se toma su tiempo para asegurarse de que corre algún riesgo. 
Sube a su auto, lo enciende torpemente esperando a que un extraño ofrezca ayuda, acelera a destiempo, golpea los carros que la han encajonado, ella es el pago de deducible, ella es el costo de la multa. 
Se humedece los labios y ruega por un pequeño accidente. Hoy puede ser la falsa mujer de una figura pública que aún no ha salido del closet, hoy puede fingir que ha muerto su padre. 
Da unas cuantas vueltas y baja el vidrio de su ventana, su mano izquierda se colapsa con el viento, sus dedos se congelan, Carolina se decide a que hoy va coger con un muerto, mientras, maneja abochornada. 


Julio Cervantes Ortega
Tlalnepantla, Edomex, enero del 2013.


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