Suena una corcholata al tocar el suelo, el mundo no se ha terminado -me digo cuando doy el primer trago, cuando emocionado voy al cuarto de baño, dejo caer mi cabeza viéndome de frente al espejo, y el polvo mágico me revive, mi cerebro se agita, mis ojos se abren, la realidad parece tan clara. La taza de café para despertar, el crujiente y espeso sabor de un desayuno frito a la salida del subterráneo, ya llega la vida -me digo cuando la pantalla ilumina intermitente hasta que mis ojos buscan cerrarse, la solución, beber otra taza de café. No hay futuro -me digo cuando el sol de la tarde amenaza con la sensación noctámbula del fin.
Intuyo que no soy malo, que mi cooperación voluntaria al mudo de mentiras me viste de dinero, que el disparate es mi mayor arte, los viajes frecuentes en avión mi placer, los saludos largos y abrazos hipócritas mi trabajo, y las cenas de gala mi forma de sobrellevar al rebaño.
Y cedo a la noche en la esperanza quimérica de que mañana podré abandonar, entonces dejaré de cambiar espejos por oro a los incautos, y los dedos de mis pies tocarán el cielo, porque mi sonrisa callará las bocas hambrientas de los desesperados.
Sí, eso está pensando -le digo a Juan que seguía mirando con insistencia al vagabundo que sentado en la banqueta dibujaba con un dedo en el aire.
Vh. Swich
Estado de México, enero del 2013
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