viernes, 17 de mayo de 2013

Buen gusto


Miré hacia los lados y medí mis posibilidades de salir ileso, al ver que eran muy pocas, me encogí en hombros y apreté las mandíbulas, de repente tu mirada y la mía fueron un choque de trenes, habías descubierto mi presencia, por lo tanto intentar la retirada resultaba fastidioso. Me acerqué hasta done estabas, de inmediato distinguí tu fragancia, era tan dulce.  

-¿las atienden bien?- pregunté dando un recorrido alrededor de la mesa para finalmente aterrizar en tu mirada.  

De inmediato tus amigas volvieron sus rostros hacia ti, al mismo tiempo que mi seguridad recuperaba terreno y mi ritmo cardiaco se estabilizaba.

-bien, muy bien- contestaste, mientras tu dentadura perfecta dibujaba algo parecido a una sonrisa. Yo, por supuesto, aguanté estoico el embate.

-Estoy para servirle- me lancé a matar.

Repetí la cortesía en las otras mesas, sin perder de vista cada uno de tus movimientos, la manera exquisita en que degustabas cada bocado, cómo deslizabas suavemente la servilleta alrededor de tus labios que no perdían su natural carmín, seguido de un sorbo de vino, no perdías detalle de la plática y de vez en cuando me mirabas haciendo parecer aquello una casualidad.

Alzaste tu mano blanca con delicada soltura, el mesero se acercó hasta tu lugar y le pediste la cuenta. Pasaste junto a mí, sacudiste tu enorme cabellera, tu perfume alborotó mis sentidos de una manera alarmante, cerré los ojos e imaginé mil formas de saborearte, quería probar de ti emulando ese placer tuyo al comer. De momento abrí los ojos y me apresuré a alcanzarte, estabas en la puerta de tu auto, en cuanto retiraste la llave estiré mi brazo para abrirte la puerta, te rogué me aceptaras una cita, por fin accediste.

Durante un mes recorrimos los mejores restaurantes de la ciudad, buscábamos las mejores combinaciones hurgando en los mejores sabores, por ejemplo:

Tu pedías anchoas y yo te sugería vinos rosados del sur de España. Comida china, chenin colombard. Comida hindú, vinos dulces, blancos o secos con cuerpo. Mole poblano, espumante brut o nature. Mariscos, blancos secos y ligeros, espumantes. Postres con chocolate, espumantes, jerez, tokaji húngaro. Postres con frutas, espumantes, cosecha tardía, sauternes.

Durante ese mes no platicamos mucho sobre nosotros, yo seguía siendo un desconocido para ti, pero tampoco pusiste mucho interés en ello, te sorprendían mis pláticas sobre gastronomía, creo que pensaste que aquello me daba estilo, no lo sé, en realidad ahora ya no importa.

Esperé sigiloso el momento exacto, cada instante junto a ti era admirar tu hermosa figura, tus largas pero carnosas piernas, tus senos redondos, medianos, pero carnosos, tus labios gruesos y carnosos igual, cada rincón de tu cuerpo invitaba a un banquete digno de un rey.

Ayer te hice una propuesta distinta.

-qué te parece si mañana vamos a mi casa, quiero cocinarte- te lo dije decidido, te lo dije con ternura.
-¿pero también cocinas?, me parece excelente- aceptaste, y ese asombro en tu mirada...

Llegaste a las 8: 00 p.m. como acordamos (me encanta la gente que llega puntualmente al momento y lugar indicados), salí corriendo, atravesé el largo pasillo y te abrí el zaguán para que metieras tu auto. Besé tu mejilla y tu deslizaste tu cara sobre la mía, rozaste mis labios con los tuyos, mi piel se erizó, la tuya no, quizá tenias más experiencia que yo, el plazo se había cumplido y la ocasión no ameritaba un ataque de histeria, así que devolví la cortesía, y nos dimos el primer beso desde que nos conocimos, nos dimos a probar cada uno, como una entrada sublime.

Ya en la caza te ofrecí una copa de blanc de blancs, diste un sorbo, la colocaste sobre la mesa de centro, juntaste tus manos, y lanzaste la pregunta del día.

- y bien, ¿Qué preparaste?-

-aún no comienzo- contesté.

-te estaba esperando- completé.

-¿qué vas a preparar?-

-a ti- respondí.

Me miraste con asombro, sonreíste, soltaste una carcajada y yo me excité una vez más...

Creo que comí demasiado y no puedo conciliar el sueño, ya casi va a salir el sol, dónde estás, quiero probarte otra vez, es gula, lo sé, pero quiero más. Bajo las escaleras, entro a la cocina, abro el refrigerador, sigues ahí, eres mía, entierro el tenedor, pruebo otra vez, qué delicia, creo que te amo.

Benji el Malo
México DF. 

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