Hay veces en las que, de aburrimiento,
pensamos en toda la gente que pasa por esta fonda. Trabajamos desde temprano
para preparar el desayuno de la gente que viene a comer todos los días, incluso
los domingos, y cerramos hasta muy tarde para dejar limpias las cacerolas, los
sartenes, los platos, los cubiertos y finalmente trapear el piso para que quede
limpio para el día siguiente y así todos los días. Pues nos aburrimos con
frecuencia en este negocio. Todos los días vemos gente de todo tipo pasar por
aquí. Entre semana están pobladas las mesas con la gente que trabaja en las
oficinas, aunque también llegan artistas, amas de casa, albañiles, taxistas
ansiosos por probar nuestra comida. Uno de esos tantos días aburridos, Karla, con
sus cosas raras de siempre que la cotidianeidad no pudo sepultar, empezó con
una pregunta que a todos nos azuzó para seguir problematizando la cuestión.
—Oye Chucho —me dijo— ¿a qué sabrá
uno de esos abogados que siempre se les chorrea la salsa en la corbata?
—¿Cómo? —la miré extrañado.
—Sí, si nos pudiéramos comer al
abogado de allá, ¿a qué crees que sabría?
—No sé, supongo que mal. Seguro
está grasoso, míralo, está bien gordo.
—Yo me imagino que él quedaría
bien en unos tacos para después de la peda. Es como lo que necesitas cuando ya
la regaste y hacen el paro para dar el bajón. Además tanto abogados como tacos abundan
pero si no lo sabes escoger bien te tuerce más que como estabas antes de
comértelo y te jode todo lo que sigue. ¿Cómo te imaginas que será comerse a la
arquitecta de la mesa que atiende Lupita?
—Creo que ella quedaría bien en
unos chiles en nogada. Tiene buena estructura, debe de estar en un platillo
bello estéticamente pero sin que deje de ser funcional, o sea, que sepa rico.
Ella definitivamente sería la carne de los chiles en nogada. ¿Cómo ves al
albañil de la barra?
—El sería el bistecito asado al
comal. Nada complicado, sencillito, poco condimentado sólo sal, que casi nadie
lo toma en cuenta pero bien que te saca del pedo para cosas básicas. De una vez
te digo como me comería al doctor de la esquina. —continuó Karla sin que nadie
le preguntara— Con él tendría que ser en una ensalada, como la pechuga de pollo
que luego le ponen. Es para que cuide la línea, sin la grasas y acompañado de
unas verduras y nada nocivo para la salud. Pero también a la ensalada le podría
poner un poco de hipster de soya, ya sabes por lo vegano y con un adorno a
manera de accesorio. No sé si eso se pueda pero se lo ponía.
—Yo prepararía al ingeniero
Eduardo en un bife argentino, se ve con buena actitud, muy feo pero bien preparado estoy seguro que sabría bien asado en las brasas y con unos poquitos de condimentos. Lo acompañaría con unas empanadas de carne de economista, pero de izquierda porque los de derecha me indigestionan y causa más problemas que de los que solucionan. Lo que nunca le pondría sería carne de político, hasta tifoidea han de traer.
—Y diario —siguió Karla—
prepararía un guisado sorpresa de humanista para ver quién adivina de qué
profesión se trata. Si es amargo, de no muy buena textura y molesto al gusto,
se trataría de un teórico marxista o anarquista, dependiendo que tan mal le
caiga a la persona que se lo coma. Si es un platillo con vísceras y con un
sabor fuerte, como el menudo, se
trata de un escritor realista. O una sopa de fideo con pedazos de un aburrido cronista y combinado de un inútil filósofo. Pero eso sí, aunque no sea humanista, siempre habría un guisado de ama de casa, no hay a quien no le guste y además una ama de casa siempre va bien con todo, es como el color negro...
—¡Karla! ¡Chucho! —nos gritó doña
Maru— Ya dejen de estar platicando y pónganse a atender las mesas. La 4 y la 7
ya quieren la cuenta.
Lusnav
México D.F., 2013.
Lusnav
México D.F., 2013.
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