lunes, 20 de mayo de 2013

Cuento prehispánico

Lo que recuerdo es estar dormida boca abajo sobre el pasto. Así me desperté, y la luz del sol que me daba directo en la cara no me permitía mirar bien donde estaba, solo podía escuchar agua y pájaros cantando. Cuando por fin mis ojos se acostumbraron a la luz vi que estaba frente a un gran lago lleno de lirios y pequeñas chispas doradas producidas por el sol. Me arrastré hasta la orilla y con los codos recargados en la tierra me asomé; vi divertida mi reflejo, mi cabello estaba suelto y las puntas caían mojándose en el lago, de repente un movimiento deshizo mi imagen salpicándome la cara y haciéndome retroceder; el movimiento vino del lago y a pesar de que me asustó, la curiosidad me hizo volver asomarme y al hacerlo vi jugando entre los lirios una especie de humanos con piel azul y tatuajes verdes o amarillos en forma de círculos y líneas por todo el cuerpo, tenían cabello largo y sus ojos eran como gotas y brillaban de un color amarillo verdoso como sus tatuajes. Era hipnótico verlos bailar entre los lirios, uno de ellos me miró y no hice nada para desviar mi mirada, nos observamos por un largo tiempo, hasta que el sonido de un caracol que era soplado por alguna persona me sacó de la hipnosis que me tenía ese ser. El sonido venia de una pequeña valsa con gente dentro del lago; en ese momento mire a mi alrededor y me di cuenta de que había mucha gente, mujeres y niños comerciando, otras personas hacían danzas y ofrendas, unos cuantos pescaban en valsas en el lago y algunos guerreros entrenaban en un lugar apartado. 

Créanlo o no, yo estaba en algún lugar de la gran Tenochtitlan, observé a todos y me observe a mi, yo vestía igual que ellos, llevaba plumas y cuentas adornando mis tobillos y muñecas; la paz que se respiraba era inmensa, la gente hablaba y por una extraña razón entendía perfectamente su dialecto, lo entendía tan bien, que supe sin equivocarme la gravedad que significaba el que alguien gritara aterradoramente “Tlacanexquimilli, Tlacanexquimilli”. 

El cielo se oscureció, la gente empezó a correr presa del pánico y yo sabía muy bien por que lo hacían, Tlacanexquimilli era el hombre largo, el fantasma que sale de noche, el come gente. Lo vi salir de entre los árboles, su aspecto era repugnante, traía restos de carne humana pudriéndose por todo el cuerpo, emitía gruñidos que retumbaban en ecos por las montañas y sínicamente esbozaba una sonrisa desdentada, como si supiera que nada ni nadie pueden escapar de él. Los más fieros guerreros que se encontraban ahí se le abalanzaron intentando matarlo, pero era inútil, caían vencidos como niños contra un gigante. El ultimo guerrero que quedaba de pie, le asestó un golpe mortal con su maquahuitl, pero extrañamente el come gente no murió ni si quiera se doblo de dolor, solo se sacó el arma del guerrero de la panza y al instante lo tomó por la cabeza, y se lo empezó a comer prácticamente vivo, el miedo corría por mis venas al ver como pulverizaba al guerrero con sus mandíbulas sin dientes y su saliva quemaba por donde pasaba la lengua, su panza se cerró de la herida causada en la batalla con el guerrero ya dentro de él y sus ojos; dos cuencas negras, se encontraron con los míos; mi estomago se contrajo, me sonrió dejando ver restos del guerrero muerto en su boca sin dientes. En ese momento supe que tenía que correr sin sentido ni dirección, solo correr, y eso hice, podía sentir su aliento nauseabundo detrás de mi. No me di cuenta como pasó, pero en una zancada larga que di caí en el lago y de inmediato me enredé en los lirios, lo único que pensaba era que moriría ahogada y no tragada por Tlacanexquimilli; pensaba en eso cuando una de esas extrañas criaturas que había visto en el lago se me acercó nadando, estaba tan cerca que su nariz tocaba la mía. Me asustó tanto que estúpidamente grite dentro del lago, sacando el poco aire que tenía y dando un gran trago de agua, al instante, la criatura me tomó por la cintura arrancándome de los lirios y llevándome rápidamente hacia la superficie, al salir tomé una bocanada de aire y como si el cielo solo esperara que eso pasara, se partió en dos producto de un rayo que iluminó toda la noche seguido de un trueno que hizo retumbar la tierra. Una tormenta empezó a caer y las criaturas del lago salieron; eran 5 y puede reconocerlas con claridad. No es que esos seres fueran azules, si no que sus cuerpos eran de agua, con lirios y truenos en su interior como venas, eran los Tlaloques, ayudantes del gran Tlaloc, se veían majestuosos y 4 de ellos se fueron contra Tlacanexquimilli, y uno, el que me salvó, me miró con sus ojos de trueno e interpreté esa mirada como un “vete”. Así que salí del lago y volví a correr desesperadamente sin dirección, la lluvia y la oscuridad no me dejaban ver el camino, salvo cuando un rayo iluminaba la noche. A tras de mi oía los truenos y los bramidos de Tlacanexquimilli, lo que me indicaba que la pelea continuaba. De repente la lluvia paró y todo se quedo en silencio, deje de correr y volité, no me di cuenta por que la oscuridad no me dejaba ver, fue hasta que lo tuve muy cerca, que noté la presencia del come gente, me tiró y me abrazó sin dejarme mover, su aliento era repugnante, grité, lloré, forcejé pero todo fue inútil, él solo me veía divertido con esa sonrisa sin dientes, el pánico heló mi sangre, solo esperaba el momento en que me fuera a tragar y él lo prolongaba para hacerme sufrir, de repente abrió su monstruosa boca y me mordió en el cuello, sentía la presión de su mandíbula y su saliva quemándome la piel. No puedo expresar el terror que sentía solo pude gritar. 

-Haaaaaaaaaa!. -que tienes, estas bien- me dijo una persona abrazándome en la oscuridad, -tranquila, tranquila, es solo un sueño- volvió a hablar la voz mientras encendía las luces. Reconocí el cuarto de mi novio, mi respiración aun estaba agitada y mi cuerpo temblaba -tranquila, tranquila, estoy aquí- dijo mi novio nuevamente mientras me abrazaba y poco a poco fui recordando mi realidad, había sido su cumpleaños y para celebrar compramos muchas cervezas y un regalo “especial” que le había llevado. -gracias, vuelve a dormir, ya estoy bien- le dije mientras me ponía su camisa para ir al baño. Tenia nauseas, no se si por recordar mi sueño o por todo el alcohol que bebimos esa noche, llegue al lavabo y me moje la cara, extrañamente el agua me daba tranquilidad, me mire al espejo que estaba sobre el lavabo tal y como lo hice en aquel lago y recordé mi primer encuentro con los tlaloques, sonreí tranquila, solo fue un sueño, estaba apunto de salir del baño cuando mire en el espejo algo horrible en mi cuello, una especie de chupetón, solo que era muy grande para serlo, a demás de que se veía claramente la forma de una boca, pero sin huellas de dientes, mi estomago se revolvió, me costaba trabajo creer que eso me lo haya podido haber hecho mi novio en un arranque de pasión, eso mas bien parecía hecho por Tlacanexquimilli. Corrí al cuarto y me metí entre las sabanas abrasando a mi novio como abracé a ese Tlaloque cuando me salvó la vida. Lo único que pensaba era; no vuelvo a combinar la mota (ese era el regalo especial que le llevé a mi novio) con el alcohol cuando haya leído un cuento prehispánico.


Lic. Sandoval
Morelia, Michoacán, mayo 2013 


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