¡Ay soledad!, arma de dos filos. Necesaria para la
creación pero tan perra con los corazones. Cuan aburrido es estar solo
por tiempos prolongados, pero que indispensable es la soledad para la
reflexión y el autodescubrimiento. Como en Desencuentros nos encontramos
en cierta etapa reflexiva e introspectiva, este mes nos ha dado por
cavilar y dilucidar sobre uno de los temas más jodidos de la existencia:
la soledad, cierto es que muchos reivindican aquello de “más vale solo
que mal acompañado”, pero aceptémoslo, a nadie le gusta estar consigo
mismo más de tres días, por muy zen o asceta que se intente ser, nadie
aguanta hablarle a la pared una semana. O quizás si, a través de las
redes sociales donde, por muy colectivo que sea el asunto, sólo se
necesita uno mismo para conectarse a la red y “socializar”, es quizá la
ironía del lenguaje, mientras más comunicados estamos más solos nos
encontramos. Y mientras estas discusiones continúan aquí le damos
espacio a nuestro espíritu adolescente, o lo que es lo mismo: nos ha
durado la pubertad y seguimos pensando que la soledad es algo más allá
de la chinga de no tener con quien hablar de estos temas tan
interesantes.
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