jueves, 11 de julio de 2013

Relegado al rincón

Extraño mucho a mi pareja. Siempre estábamos juntos, y cuando digo siempre, me refiero a SIEMPRE. Desde que nos conocimos fuimos inseparables. De vez en cuando había alguna confusión y terminábamos con otros, pero tarde o temprano volvíamos a estar juntos. Pero ahora ya no está y yo vivo en la oscuridad del dolor y el aislamiento.
Con frecuencia salíamos a hacer ejercicio. Nos gustaba correr, sentir el suelo a cada paso, sentir el sudor impregnando nuestros cuerpos y ese dulce dolor del desgaste físico. Corrimos varios maratones y carreras y más de una vez se nos vio en el pódium. También practicábamos futbol los fines de semana junto con otras parejas. Nosotros metíamos siempre muchos goles y decían que éramos “de la suerte”. Así, siempre juntos, nos divertíamos mucho todos los fines de la semana. El resto de los días nos dedicábamos a descansar a gusto en un rincón oscuro y silencioso, con aromas florados y en compañía de otras parejas, las cuales acostumbraban a salir más que nosotros.  
Cierto día después de nuestro baño semanal, descubrimos algo horroroso. Mi pareja tenía un hoyito, pequeño, pero existente; definitivamente debido a todo el ejercicio al que nos sometíamos. Intentamos ocultarlo el más tiempo posible y nos hacíamos los fuertes para seguir saliendo a correr y jugar, pero la pequeña abertura prontamente se convirtió en un verdadero agujero. Con o sin él, debido a nuestra responsabilidad con el equipo y nuestra fama de traer buena suerte, seguíamos jugando fut los fines de semana, pero ya no corríamos. El hoyo dejó de crecer una vez que todo el talón podía salir por ahí, sin embargo sabíamos que era cuestión de tiempo en lo que nos remplazaban.  
Fue una mañana, mientras chapoteábamos en nuestra gran tina cuando mi pareja se atoró con un pantalón y terminó por desgarrarse hasta el resorte. Nadé hasta donde estaba y me mantuve a su lado todo lo posible, incluso durante el centrifugado me negué a separarme de su lado. A la hora de que nos colgaron al Sol, la gravedad del daño salió a la luz. Era completamente irreparable y, por más buena suerte que trajéramos, no había manera alguna de que siguiésemos saliendo a jugar fut.  
Así, fui relegado al olvido. Al rincón de aquellos que sufrieron la misma suerte que yo y se quedaron sin su compañero de vida, esperando que por casualidad, un día de estos, alguien se pierda en las profundidades de la lavadora y entonces se recurra a nosotros como remplazo de emergencia.
 
Fernando “Viento del Norte” Sánchez. 
México D.F., 09 de julio de 2013.


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