Ayer se fueron otros tres, llegó
el inspector y les dijo que ya sabían cómo estaban las cosas y lamentablemente
tenían que prescindir de sus servicios. Dos
lloraron mientras recogían sus cosas en cajas viejas de cartón que alguien les
vendió en el colmo del abuso, el tercero declinó la oferta y cargó con sus
libros, carpetas y engrapadora en los
brazos y bolsas del traje. Nos dio tristeza y alegría, tristeza por vernos
reflejados en los compañeros de tantos años, en los mismos trajes brillosos de
tanto uso, en las camisas remendadas y las mangas de hule para no mancharlas;
alegría porque no éramos nosotros los elegidos, porque salvamos el pellejo una
quincena más, porque podíamos recibir nuestro pago y conservar nuestro lugar.
Así son las cosas con el cambio de administración, el limbo pantanoso de la
certeza laboral, un día estamos, otro no, un día somos, al otro no, un buen día
nuestra tarjeta checadora deja de funcionar y pasamos a formar parte de “aquellos”
que no pueden entrar. Éramos 33, número cabalístico, si se quiere pensar, en la
Dirección General de Amparos y Conciliaciones de la Subsecretaría de Prevención
en la Secretaría de Fomento, largo nombre y apellido para un equipo capaz y
comprometido con su labor al servicio de la nación y de la administración,
quince en Amparos, quince en Conciliaciones y tres en Jurídico. Ahora somos
diez para todo, seis en realidad pues cuatro se niegan a laborar, aseguran tener
acuerdo con el nuevo jefe y a ellos no
los pueden correr. Seremos menos, eso es seguro, ya ronda peligrosa la hoz que
ha de cortar más cabezas, hoy en la mañana llegó gente extraña que tomó medidas
de nuestros espacios y acomodó cajas de archivo, mientras el inspector nos
aseguró nuestro lugar y nos recitó el consabido: muchachos aquí se les valora y
se aprecia su trabajo nadie más se irá. Nos
vamos quedando solos, solos con nuestra soledad, seis, otro número cabalístico, que se queda
en el mismo lugar sin hablar ni reclamar. Hasta cuándo dicen algunos, pues
hasta que se pueda contestan otros, por lo pronto el día termina y ya nos
salvamos, o mejor decir, nos salvó la
jornada laboral, mejor así, que nos olviden, que nos olviden y nos dejen
trabajar………
Raziel Jacobo Correa Alvarado
México D.F. 2013
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