Esa tarde cuando levantó la bocina no imaginó lo fría que puede ser la voz humana, tampoco imaginó que su boca pudiera secarse a tal grado en tan poco tiempo, para ese momento era un hecho la figura de un rostro bien conocido en una imagen disuelta y turbia que involucraba una silla y una habitación sucia y obscura. Al oír el resto del monólogo pudo sentir de aquella voz lejana al dueño de un rostro arrugado y cabello crespo, de uñas y dientes amarillentos, su figura obsesa, y la irritante muletilla en su habla, esa que se deslizaba desde una quijada apretada con tensión.
Bajó el teléfono con la mano temblorosa, en un espasmo inquietante se movió hasta la mesa, allí sobre el mantel de flores moradas se encontraba la fotografía de quien representaba ahora todo su temor, dentro de esa novela de hojas amarillas y rojas era relatada la historia que ahora en su vida comenzaba, tomó el libro y sin meditación lo arrojo contra el televisor, donde la gruesa pantalla de vidrio lo hizo rebotar hasta la sala poniéndolo de cabeza.
Salió corriendo de casa, entre tropiezos y sin una idea clara llamó a la puerta de la vecina, ésta abrió alarmada por los golpes eufóricos propinados contra su recinto, sacando apenas la cabeza miró a Doña Hortensia con los ojos profundos de quién espera el anuncio del fin del mundo.
-Pero, ¿Qué le pasa? –preguntaba la vecina abriendo por completo la puerta.
-Es que me acaban de llamar –decía Doña Hortensia que con un hipo de angustia incontrolable continuaba –me dijeron que Federico ...–y las palabras se entrecortaban por la inhalación del exceso de fluido nasal, llevaba la mano de los ojos a la nariz, evocando de tanto en tanto un murmullo de dolor que incrementaba hasta convertirse en un estridente sollozo.
-Tu hijo, ¿Qué le pasó a tu hijo? - preguntaba la vecina apretando las manos contra el mandil.
-Me llamaron y dijeron que Federico ... –decía Doña Hortensia con una mirada dispersa, la misma que ahora veía la silla en la que un cuerpecito era atado.
La vecina sin saber que decir la hizo pasar a la sala, corrió hasta la cocina y con una mano temblorosa sacó un manojo de hierbas de la alacena, mientras con la otra abría el grifo para llenar la tetera.
Doña Hortensia sollozaba sin parar –mi hijo –decía murmurando.
-Cálmese, todo va a estar bien –decía la vecina desde la cocina sin siquiera creer que algo allí estuviera bien, prendió la estufa y caminó hasta la sala en donde Doña Hortensia se encontraba abrazándose y murmurando palabras ininteligibles en un vaivén de su cuerpo.
La vecina que apenas intercambiaba saludos matutinos con ella se decidió a acercar su mano hasta la frente de Doña Hortensia oculta entre los escombros de su pelo enmarañado.
-Llame a la policía –dijo Doña Hortensia sosteniendo una mirada de esperanza –llámelos por favor –pedía desesperada.
La vecina caminó apresurada hasta el teléfono, marcó tres dígitos y pidió por un oficial –que vengan rápido –decía la vecina –es una emergencia.
Pasaron veinte largos minutos hasta que el toquido en la puerta anunciaba la llegada del héroe. La vecina abrió la puerta, y sin siquiera preguntar hizo pasar al hombre con la placa en la chaqueta.
Doña Hortensia habló con la prisa habitual de quien sabe que el tiempo se traduce en dolor, el oficial la escuchaba haciendo anotaciones sobre una libreta gastada, mirándola en una mezcla de lástima y comprensión.
Apenas el oficial entendió lo que pasaba se levantó haciendo callar a Doña Hortensia, luego dio unos pasos hasta la puerta e hizo llamar a la vecina.
-Verá señorita –decía el oficial desde la calle –lamento informarle que no puedo hacer nada, tendrá que esperar por lo menos 48 horas, y luego transferiré el caso al departamento encargado.
-Pero, ¿Cómo se atreve? –reclamaba la vecina apretando los dientes –¿No ve lo que pasa, que no se da cuenta de la situación? –reclamaba la vecina intentando bajar la voz.
-Lo siento pero ese no es mi trabajo –dijo el oficial antes de marcharse sin decir ni una palabra más.
-¿Qué dijo? –preguntó Doña Hortensia cuando vio entrar de nuevo a la vecina.
-No se preocupe, pronto vendrán a ayudarla –contestaba la vecina mientras traía la tetera y un par de tazas.
La noche caía con una obscuridad poco habitual dejando ver las luces de los autos que aparcaban alrededor del vecindario, mismos que transportaban los cansados cuerpos de quienes al abrir la puerta encontraban abrazos o ladridos de un perro.
-Será mejor que vaya a casa Doña Hortensia, allí se podrá tranquilizar –decía la vecina tomándola del brazo para ayudarla a salir.
El eco de sus pasos al entrar en la una sala vacía le recordaban con impaciencia la falta de Federico, el chasquido de la puerta al cerrarse detrás de ella le provocaba más lágrimas, así con pasos cansados fue a dar hasta la sala.
Allí sobre el sofá postró su cuerpo derrotado y fatigado, allí sosteniendo en la mente la imagen de un cuerpecito atado a una silla amordazado, allí con el hueco en el estómago, con la espeluznante sensación de que no había nada que hacer, allí con los ojos rojo sangre tomó el control remoto, allí en el más grande de los desconciertos encendió el televisor nada más para no sentirse tan sola.
Entonces la puerta se abrió... FIN
Vh. Switch.
Julio 2013, Estado de México.
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