domingo, 27 de marzo de 2016

Campeche en mi cumpleaños



Soy una persona muy sentimental y un poquito especial, por no decir sangrona, en mis cumpleaños, siempre organizo una fiesta en mi honor a la cual invito a todos mis amigos para bailar, cantar y brindar, no me gusta estar sola o sentirme ignorada ese día. Ese otoño del 2011 no sería la excepción, pues no era un cumpleaños cualquiera, era mi primer cuarto de siglo, tenía que celebrarlo de manera gloriosa y monumental, pues para mi esa edad es donde tu vida empieza a tomar más forma, hay más estabilidad económica y aun cuentas con la juventud suficiente para disfrutarla y seguir haciendo tonterías, aunque claro, con mayor responsabilidad, pues a esa edad también empiezas a prepararte para llegar como un triunfador a los 30, la gran edad de la madurez, cada uno de tus pasos en los últimos 5 veintes marcarán el camino para llegar hasta ahí, es por eso que para mi era tan importante ese cumpleaños.

Yo contaba con un modesto empleo muy a mi gusto, el ideal para mis 25. Todo pintaba a que ese cumpleaños iba a ser perfecto, pero no fue así; una semana antes del gran día se me informó que tenía que trasladarme a Campeche por 2 semanas para atender asuntos urgentes de mi trabajo. Lloré, supliqué, intenté hacer cambio con mis compañeros, hablé con mi jefe, pero nada funcionó, todos me contestaban con un "no, lo siento". Mi familia y amigos me dieron ánimos diciéndome que a mi regreso festejaríamos y a todos les contestaba con un "no es lo mismo" mi cumpleaños caía en sábado, era un excelente día para festejar y todo se había arruinado ¿qué iba a hacer en ese lugar sola en mi cumpleaños?.

Pues bien, de lunes a viernes estuve en depresión total. En el trabajo rehusaba las ofertas de mis anfitriones para llevarme a conocer la ciudad, iba del hotel a la oficina y de la oficina al hotel.

Llegó el viernes 21, eran las 23:50 y yo veía tele, dieron las 12 y oficialmente ya era mi cumpleaños, comencé a llorar, sonó el teléfono por una llamada de mis padres poniéndome las mañanitas y yo lloré aun más, como dije en un principio, suelo ser muy sentimental en mis cumpleaños. Yo no quería estar ahí, quería regresarme pero nada podía hacer.

Al día siguiente mi celular y el Facebook estaban llenos de mensajes de felicitaciones que en vez de alegrarme me deprimían más porque me hacían extrañar mi casa, familia y amigos.

Como a eso de las 12 de la tarde, me dieron ganas de salir, mínimo a comer así que me metí a bañar y me arreglé, no de la manera más coqueta y bonita como suelo hacerlo en mi cumpleaños, pero si de una manera decente para salir.

Fui a un lugar cerca del centro y mientras comía me di cuenta que en verdad era un lugar bonito donde podría pasármela bien si no fuera porque estaba sola en mi cumpleaños.

Cuando terminé, un chico del módulo de turismo que está enfrente de la catedral me abordó diciéndome de un fabuloso viaje en un barco pirata. Pensé que sería buena idea, no era la legendaria fiesta que tenía planeada, pero bueno, también una tiene que madurar no puede embriagarse eternamente en cada fiesta de cumpleaños que tiene, a parte, qué otra cosa podría hacer, así que compré el boleto.

Miré el show de piratas sola tomando una cerveza, el cuadro más deprimente que habría imaginado para ese día, era alrededor de las 6:30 de la tarde, el sol comenzaba a ocultarse en el mar, regalándome un bonito atardecer de cumpleaños. Un grupo de jóvenes que iban ahí haciendo alboroto y bebiendo cerveza notaron mi nostálgica mirada hacia la puesta de sol y me gritaron "¿hey estás sola, quieres una cerveza?" sonreí y en automático dije "sí, es mi cumpleaños", esas únicas palabras necesité para que todo el grupo empezara a gritar y brindar conmigo. El barco atracó como a las 8, aun era muy temprano para ir a dormir en un sábado de cumpleaños, así que me fui con ese grupo a un cantabar, ahí el festejo de cumpleaños se puso en su máximo esplendor, los meseros llevaron un pastelito con una vela y me cantaron las mañanitas, después siguieron apareciendo más cervezas y botellas de alcohol, recuerdo haber cantado muchas canciones, no recuerdo con exactitud cuantas, pero de seguro canté alguna de Alejandra Guzmán, siempre cantó rolas de ella; también recuerdo haber estado en el baño ayudando a una chica a vomitar y también haber vomitado yo, después de eso nada es claro, solo más música y más alcohol, me quedé dormida un rato en el sillón del cantabar, después recuerdo estar caminado por el malecón, todavía estaba borracha; todos mis compañeros de festejo seguían ahí conmigo, borrachos igual que yo, algunos aún traían en vasos de plástico la famosa caminera. No tengo una idea clara de cómo llegamos ahí, solo se que ahí estábamos y justo en frente de la Novia del Mar empezó a amanecer, uno de ellos se acercó a mí y me dijo, "ya no es tu cumpleaños" y empezamos a reír. 

De ahí me fui al hotel, me despedí de todos como solo los buenos borrachos se despiden, diciéndose cuánto se quieren, lo bien que la pasaron y lo mucho que se seguirán hablando; promesas que no cumplí pues mi celular se perdió en la fiesta con todos los teléfonos de mis nuevos amigos y por más que intentaba no podía recordar en qué hotel estaban ni cuándo se regresaban.

Ese domingo me la pasé recuperándome de la cruda y la siguiente semana volvió a ser del hotel a la oficina.

Por fin el día de volver llegó y en casa esperaban regalos y felicitaciones atrasados. Ya no hice fiesta, la verdad no tenía ganas, además ya había festejado; aunque cuando conté de mi festejo muchos me regañaron por mi imprudencia de embriagarme sola con desconocidos y tan lejos de casa, "qué querían, no tenía con quien festejar" era lo que respondía.

De eso ya pasaron 5 años, ahora mi próximo cumpleaños es el número 30 esa edad a la que a mis 25 la veía como la gran edad y si me preguntan si estoy llegando como triunfadora a las 30, diría que no se trata tanto de eso, más bien de fluir. algunas cosas no cambiaron, sigo igual de sentimental que a mis 25 pero un poquito menos berrinchuda, descubrí que no todo se puede controlar, también ya no me afecta tanto la soledad, al contrario ahora la disfruto, a parte ya vi que puedo hacer amigos perfectamente bien en los viajes y que la verdad eso de la edad no es tanta bronca, da igual los 28, 29 o 30, en cada año sigo cometiendo errores y haciendo tonterías como a los 18, pienso que lo importante es vivirlos con sus malos y buenos momentos; aunque bueno, hay algo que si no puedes seguir haciendo eternamente como a tus 25 y eso es tomar alcohol, las crudas ya no son como antes, por eso mis cumpleaños ya son cada vez más tranquilos y no como esa vez en Campeche, que de recuerdos confusos me quedé con una velita de cumpleaños que encontré tiempo después guardada en mi chamarra.

Lic. Sandoval
Atizapán de Zaragoza, Edo. Mex.

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