lunes, 5 de marzo de 2012

Esclavos del Tiempo



Te acaricio con palabras.
Yo.

Se nos van las horas amándonos, el tiempo decide existir, que cosa más contradictoria, despierto a tu lado rogándole que se detenga, pidiéndole una tregua, no me escucha. Así funcionamos, devoramos momentos, predadores del reloj, le robamos segundos al minuto, minutos a las horas, horas a los días, días a la semana, semanas a los meses, meses a los años. Ocasiones, la suma de ellas, el cúmulo de momentos que se entrelazan, lo demás es espacio, éter, días que se suceden hasta que nos llega el momento de estar juntos. La premura del ansía nos abruma, decidimos existir en ese momento. Así amor, nos gastamos el tiempo con la ligereza de la liquidez, abonamos a la cuenta gastos y más gastos, no nos importa, sabemos que es una deuda que vale la pena contraer, un pago que jamás nos pesara. El gasto irresponsable del derroche, los números negros de la no deuda, el amor es una cuenta sin fondo. No encontramos empresa más sensata que amarnos, desaforadamente, perdiendo en la lucha, enfrascándonos en batallas amorosas donde nadie sabe quien gano o perdió, donde nadie sabe quien comenzó la hostilidad, la guerra que vale la pena comenzar, continuar y concluir. Justo ahí el tiempo se rompe, el flujo se altera, la onda se expande, el universo se quiebra, abrazados en el paroxismo del orgasmo, del Ay mi Dios que esto dure siempre,  ambos rompemos las cadenas de la esclavitud y viajamos en la eternidad de los segundos.  Amor que sentimos, amor que nos permea la existencia, descubrirlo, vivirlo, descifrarlo, tolerarlo y comprenderlo, amor nos abruma y nos rebasa, nos aproxima a la perfección, la dualidad que busca convertirse en unidad, el vaivén primigenio, instintivo, primitivo. Un sueño fugaz, la rapidez de nuestra vida juntos, no aspiramos a más, la sensatez nos devuelve a la realidad, esto es ahora, esto es aquí, esto es presente. Renegamos del peso sobre la espalda, asimilamos la carga y nos sacudimos la pereza, amarse es aprender. Despierto a tu lado de nuevo, con la premura del alba, rogándole al tiempo que deje de existir una eternidad, es todo lo que necesito para amarte, es todo lo que necesito para buscar nuestra felicidad, romper las cadenas, sumergiéndome para siempre en tu abrazo húmedo, en el Ven mi niño, aquí estoy para ti. Así amor, dejémoslo existir, que el tiempo corra a su capricho, nosotros lo hemos vencido ya. 

Raziel Jacobo Correa Alvarado
México D.F.

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