lunes, 5 de marzo de 2012

Las Penas



Contuviste el aliento sólo lo necesario, mirabas por el rabillo del ojo mi mirada obscena, lasciva; la misma que minutos antes había recorrido tu intimidad entre besos y caricias. Rendido por el esfuerzo de intentarlo, cansado por el intento de esforzarme, mi consuelo era mirarte mientras te bañabas y limpiabas los residuos de nuestra lucha infructuosa. No pude, fallé de nuevo. Tú, comprensiva como siempre, me besaste en la frente y me dijiste esas dos palabras que bastan para sanar a cualquier moribundo: te quiero, nada más cierto, eso tenía que ser cariño. El morbo como sustito del placer, mi consuelo, poseerte con la mirada. Continuaste con el suplicio, sabedora de mi sufrimiento, disfrutabas tenerme en tus manos, aquellos juegos te resultaban tan divertidos, incentivar mi libido, comprender mi impotencia. Viniste al fin a la cama, te recostaste a mi lado, repetiste el te quiero y con todo el amor que pudiste acumular, me incitaste a eso que últimamente venia cumpliendo a la perfección, acostarme en tus brazos a descansar y soñar

Raziel Jacobo Correa Alvarado
México D.F.

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